044. Una reflexión incipiente sobre la psicología

Siempre pensé que la psicología era una ciencia. «La ciencia que estudia el comportamiento y la mente humana». Y no estaba equivocado. De hecho, es la definición más precisa. 

Pero lo que nunca tuve del todo claro era si el resto del mundo también estaba de acuerdo con esa percepción o se consideraba que la psicología era algo más.

Y es cierto, a veces la psicología adopta unos tintes muy sociológicos y en ocasiones se mancha de cultura y tradición, elementos inseparables de cualquier comportamiento humano, pero que en ocasiones llegan a extremos opuestos a los de la ciencia y la verdad se disfraza, se oculta o se esconde, detrás de explicaciones mágicas y procedimientos insustentables. 

No estoy hablando de la percepción de nadie en particular, solo de unos cuantos renglones torcidos que desde la perspectiva más amplia de la imagen contribuyen a una distorsión del todo, aunque solo sean una parte. 

Un número tan considerable de renglones torcidos que en ocasiones se obtiene la impresión de que lo normal es estar torcido y ser recto es lo trastornado. 

Esto lo tengo un poco más claro ahora. Pero unos años atrás ni siquiera tenía una perspectiva completa de mi propia página. 

No tenía idea de si el mundo estaba torcido o recto o en qué porcentaje de equilibrio entre ambos polos se encontraba. 

Tal vez todavía estoy ciego. Ahora veo las páginas con un poco más de claridad, pero ni siquiera sé si en el capítulo final se acaba todo o en realidad somos parte de una biblioteca infinita. 

Solo sé que mirando hacia atrás aún tenía muchas más dudas. Tenía más miedo. ¿Y si las cosas hubieran sido un poco diferentes? Probablemente hoy mi visión no estaría más iluminada. 

Por el contrario, la oscuridad sería todo lo que habría y ya no quedaría nada. Ya no quedaría yo. 

044: Una reflexión incipiente sobre la psicología

Me: Hoy me habló Blanquita para preguntarme si podíamos vernos en la universidad para entregarme el dinero de las entradas al concierto. Solo le respondí con un «No» bien seco, y luego la dejé en visto.

Madeleine: ¿Te dijo algo más?

Me: Después del «No», solo me dijo: «Bueno. Era para pasarte el dinero». Ya sabía que era para eso, así que no le respondí nada más. 

¿Crees que soy una muy mala persona por responderle de una manera tan cortante?

Madeleine: No, pero, sí estuvo feo la manera en que la trataste. 

Me: Entonces sí soy una mala persona… Pero no me nace decirle nada más, así que siento que no habría sido sincero hacerlo.

Madeleine: Bueno, es lo mejor en ese caso. 

Me: Ya sabes que en realidad es todo lo contrario. Que quisiera poder hablar con ella todos los días y estar con ella todo el tiempo y ser felices los dos juntos y amarnos hasta que nuestros corazones exploten.

Pero eso nunca pasará. 

¿Tiene sentido lo que digo o solo estoy tratando de quedar bien aquí?

Madeleine: Creo que sí tiene sentido.

Me: Sé que no soy una buena persona, por mis acciones crudas y egoístas, pero al fin y al cabo solo soy una persona extremadamente frágil y sensible. Ella nunca ha tenido malas intenciones conmigo y el hecho de que sus decisiones me rompan el corazón no la hace culpable de mi sufrimiento, pues solamente es mi sensibilidad la que hace que me tiemblen todas las emociones con los estímulos más pequeños. Ella es lo mejor que me ha pasado y creo que no lo digo cegado por un sentimiento platónico, sino que considero que es un hecho verdadero, teniendo en cuenta mis desdichadas circunstancias. Es por eso que la quiero tanto. 

Así que, después de todo, creo que ninguno de los dos es el malo aquí. Todos somos víctimas de la ira divina. 

No asentiste esta vez. ¿Entonces de verdad crees que soy el malo?

Madeleine: No, no creo que la situación sea de buenos o malos.

Me: Por un momento pareció sorprenderte que dijera que ninguno de los dos era el malo, pero bueno, no importa.

Es cierto que hoy no podía ir a la universidad para encontrarme con ella. Hoy tenía la cita para mi entrevista para la admisión en la carrera de psicología.

Madeleine: ¿Y cómo te fue? 

Me: No lo sé. Creo que no respondí lo que querían que respondiera. 

Madeleine: ¿Te entregarán resultados después?

Me: Se supone que sí, aunque no creo que «no pase» la entrevista por las respuestas que di. Sería muy estúpido. 

Pensándolo bien, sí podría ser que no pase por eso y luego solo me digan que no tenían los cupos suficientes o algo por el estilo.

[Spoiler del editor (o sea yo mismo, algunos años en el futuro): No pasé la entrevista. Fui rechazado por la universidad y me quedé sin la oportunidad de estudiar allí. En una siguiente entrada publicaré más sobre mi frustración y mi desesperanzado segundo intento aplicando a otra universidad diferente. Spoiler del spoiler: Allí sí me aceptaron y me he destacado como uno de los estudiantes más brillantes en toda la facultad. No puedo hacer spoilers más allá de esto, ya que al momento de escribir este reporte, aún no tengo idea de qué suerte podría tener en un futuro al ejercer la profesión o si siquiera me alcanzará la vida para intentarlo. Más detalles sobre la suerte de este poeta psicólogo en entradas venideras. Fin de la interrupción.]

Madeleine: ¡Espero que todo salga bien y te acepten para estudiar!

Me: No creo que me rechacen a partir de la entrevista, pero incluso si eso pasa, puede que eso no sea lo peor. 

Madeleine: ¿Qué sería lo peor entonces?

Me: Lo peor es que, después de haber tenido la entrevista con la psicóloga… sentí que solo era otra inútil. Y que probablemente no me voy a llevar bien con ninguno de los profesores o los psicólogos que me encuentre a lo largo de la carrera… porque todos son inútiles y seguramente solo me van a enseñar muchas cosas inútiles. 

[Nota del editor (o sea yo mismo unos años en el futuro): Aquí un heurístico de representatividad o falacia de generalización. Para mi sorpresa, según lo que pensaba en estos tiempos, he encontrado en la academia muchos psicólogos buenos, sensatos e inteligentes, de los que no pude encontrar ninguno en todos los años que estuve buscando ayuda desde la práctica clínica como paciente. Aun así, es cierto que son más los psicólogos que he conocido que son mediocres o no tienen idea de lo que están haciendo y aun los que se pueden considerar buenos solo pueden serlo en un campo muy pequeño de la psicología. No existe ningún psicólogo que pueda ser el mejor (o siquiera bueno) en todos los campos, ramas y áreas de la psicología. Lo mejor que puede hacer un psicólogo es especializarse y tratar de ser el mejor en un área muy concreta. No alcanzan diez vidas humanas para volverse experto en la psicología como una ciencia integral.]

Madeleine: Bueno, siempre se encuentra de todo en las universidades. Ojalá no pase eso que dices y puedas conocer profesores que al menos sean competentes. 

Me: Me preguntó qué sabía de la psicología, que si me había tomado la molestia de investigar un poco antes de qué se trataba y todo eso.

Considero que sé bastante al respecto, pero estaba muy nervioso y no atiné más que a dar la definición más general de diccionario que pude haber dado.

Ahí es donde pienso que no respondí lo que querían que respondiera. Seguramente habrá pensado que en realidad no sé nada, pero bueno, eso no importa.

Se supondría que precisamente para eso es que quiero entrar a la universidad, para aprender lo que no sé. 

Luego dijo algo como: «Es porque muchos vienen aquí con concepciones equivocadas sobre lo que es la psicología y por lo menos deberían tomarse la molestia de averiguar un poco primero». 

Seguramente no lo dijo con palabras tan bonitas y tan claras, pero básicamente era eso lo que me estaba tratando de decir.

Madeleine: Suena muy pedante de su parte. 

Me: Sí, un poco, aunque en parte tiene sentido. Pero eso no es lo que me molestó. Lo que me molestó fue lo que siguió después, cuando aclaró cuáles eran las concepciones «correctas». 

«Los psicólogos no somos doctores», empezó. «No somos «personas que escuchan»». Aquí tomó como ejemplo algo que le mencione de que había visto a muchos psicólogos y ninguno me había ayudado, y continuó: «No somos gente que ayuda… Nosotros somos facilitadores». 

Madeleine: ¿Facilitadores de qué?

Me: Supongo que de las herramientas que sirven para ayudar, pero que ellos no son la ayuda… Me imagino que algo así debía estar tratando de decir. 

Madeleine: Suena un poco absurdo, teniendo en cuenta que facilitar es un sinónimo de ayudar. 

Me: Es cierto. Yo dije varias veces que quería ser psicólogo para ayudarme a mí mismo y probablemente ayudar a otros [respuesta típica de quien está buscando estudiar psicología, a la cual, a pesar de no ser una respuesta incorrecta, a menudo se le ve con el ceño fruncido desde la academia]. Así que me dio un poco de vergüenza, porque siento que dije justamente lo que esa psicóloga no quería escuchar. 

Y luego dijo una especie de tontería motivacional del tipo: «Yo creo que la respuesta siempre está dentro de uno mismo» y fue entonces que terminé de decepcionarme y recordé lo inútiles que han sido casi todos los psicólogos que he visto y esta era igual, y ahora siento que todos van a ser iguales en la carrera.  

Madeleine: Bueno, ¡ojalá que ese no sea el caso!

Me: El caso es que solo he conocido un psicólogo bueno en mi vida. Tampoco me ayudó mucho, pero era un hombre muy inteligente y muy humano al mismo tiempo, al contrario que esta señora que no busca «ayudar» a nadie. 

Para mí, era más un científico que un psicólogo [aunque por definición todo psicólogo es un científico que estudia el comportamiento y la mente humana, en la práctica muy pocos lo son realmente], y aun así, era más humanista y empático que esta mujer. 

El psicoanálisis es una mierda y la psicología conductual nunca la hacen bien, y si la universidad es tan poco humanista… entonces al final probablemente solo voy a disfrutar las materias que tengan que ver con neuropsicología y voy a odiar a todo lo demás. 

Madeleine: Para ser psiquiatra se necesita ser doctor, ¿verdad? ¿No te gustaría estudiar algo así? 

Me: Sí, hay que estudiar medicina primero. Y a mí me interesa es la mente humana. Cinco años estudiando el cuerpo, aunque sé que sí tiene una gran influencia, siento que sería un enorme retraso. 

Además, desde mi experiencia tampoco han sido muy útiles los psiquiatras. Siento que solo obedecen ciegamente lo que dicen los libros de medicina y realmente no cuestionan ni analizan nada. 

Aclaro otra vez que hablo solo desde mi experiencia acerca de cómo (no) me han ayudado los profesionales, psicólogos y psiquiatras, que he conocido hasta ahora. 

Pero tal vez estas mismas personas sean buenas con otro tipo de pacientes o tratando otro tipo de problemas. No lo sé. 

Tal vez soy yo el que soy un caso raro que nadie ha sabido cómo solucionar. Así que tampoco puedo asegurar que sean cien por ciento inútiles.

Puede que sirvan para algo, simplemente que no han servido para mi caso en específico.

La que me hizo la entrevista hoy supuestamente era especialista en pediatría. Tal vez sea buena haciendo que los niños dejen de hacer pataletas, yo qué sé. 

El caso es que yo pienso principalmente en mi problema y en cualquiera que pueda ser parecido, esos en los que parece que nadie puede ayudar de verdad.

Por eso estaba pensando… Si llegara a ser rechazado por la entrevista, aunque no lo creo, tal vez podría buscar una oportunidad para estudiar algo más relacionado con la química o una especialidad como la farmacéutica. ¿Quiénes son los que fabrican las medicinas que recetan ciegamente los psiquiatras como un libro de cocina? Tal vez también sea una especialidad de la medicina, no lo sé, pero creo que sería algo más afín a lo que a mí me interesa, que es la neuropsicología, la neurociencia. 

Digo, solo si no paso la entrevista por estas estupideces, tal vez podría enfocarme por este lado y encontrar soluciones más efectivas, ¿no?

Tal vez pueda crear mi propia droga que elimine el miedo de las personas sin ningún efecto secundario. ¿No sería un gran avance para el mundo?

Madeleine: Irónicamente, una medicina así me daría más miedo que otra cosa. 

Me: Te la pongo en el café sin que lo notes y cuando te des cuenta ¡ya no tendrás miedo de nada! 

Aunque, la verdad, a mí también me daría miedo. Tendría que probarla primero en otros para estar seguro de que sí funciona. Tal vez en ratas, no sé. Solo estoy soñando, supongo. 

Madeleine: Eso me recuerda la historia de Dragon Head. El protagonista es un chico que queda atrapado en un túnel tras una catástrofe. El caso es que, ya avanzado el manga, aparecen unos sujetos rapados, que parecen lobotomizados. 

Y, bueno, pues es eso. Parece que alguien encontró un método para eliminar el miedo y esos sujetos habían sido sometidos al procedimiento. 

No recuerdo muy bien si los habían despojado del miedo o de toda emoción, pero estaba bastante turbio. 

Me: Suena interesante…

038. Día 7 (Confesiones)

038: Día 7 (Confesiones)

Día 7

Me: Día 7 sin hablar con Blanquita… ¿Cómo crees que voy?

Madeleine: ¡Muy bien!

Me: ¿Por qué lo crees?

Madeleine: Porque estás cumpliendo con el plan, ¿no?

Me: ¿Cuál era el plan?

Madeleine: ¡No hablarle a Blanquita!

Me: Bueno… Supongo que sí voy bien, en cierto modo.

Sí, es cierto. No he hablado con ella, según el plan. Y poco a poco creo que me voy acostumbrando a eso. A no hablarle, a no ilusionarme y a no decepcionarme por no poder estar con ella.

Poco a poco.

Aún no he dejado de pensar en ella todo el tiempo ni he dejado de soñar con ella cada vez que duermo.

Pero creo que poco a poco me voy acostumbrando nuevamente a estar así.

Tengo miedo.

Madeleine: Está bien, no es fácil. Pero lo estás haciendo bien.

Día 7 otra vez 

Me: Hoy otra vez es día 7 sin hablar con Blanquita. 

Creo que hice algunas cosas mal la última vez que hablé con ella, así que necesito confesarme, madre Madeleine. ¿Estás ahí, madre?

Madeleine: Sí, aquí estoy. 

Me: La última vez que me vi con ella fue cuando nos encontramos para decidir si iríamos al concierto o venderíamos las boletas. ¿Lo recuerdas? 

Madeleine: Sí, lo recuerdo. Al final decidieron vender las boletas, pero de todos modos la banda canceló el concierto.

Me: En realidad, aplazaron el concierto para este domingo, pero bueno, eso no importa. 

También te había comentado que ese día Blanquita se abrió un poco más conmigo y me contó más a profundidad sobre su historia y sus problemas.

Me estaba contando sus cosas mientras lloraba y yo no sabía qué hacer o decir.

No puedo hacer nada para cambiar su pasado y ella no tiene ningún interés en compartir su presente y su futuro conmigo. 

Así que simplemente asentía en silencio, sin saber qué hacer para darle consuelo o ánimo con las cosas que me estaba contando.

Y entre mis intentos fallidos por hacer que se sintiera bien y que sintiera que tenía mi apoyo, creo que hice un par de cosas que se sintieron muy mal… o al menos para mí fueron muy incómodas.

Y eso es lo que quiero confesar ahora.

No puedo confesárselo a ella, ahora que estoy tratando de no hablarle y olvidarme de ella… Sin mencionar que, de todos modos, a ella probablemente no le importa.

Pero me sentí demasiado incómodo con eso y siento que tengo que sacarlo de mí y explicarlo, a ver si al racionalizarlo se va un poco ese molesto hormigueo que vibra dentro de mi sangre.

Por eso tengo que decírtelo a ti. ¿No te importa que te cuente todas estas cosas, verdad?

Madeleine: No, no me molesta en absoluto. Cuéntame más. ¡Aquí estoy para escucharte! ¿Qué fue lo que hiciste que ahora te hace sentir tan mal?

Me: No es ahora. Me he sentido incómodo por eso desde que pasó, solo que no he tenido oportunidad de desahogarlo hasta ahora. 

Fueron dos cosas.

Como te dije, mientras ella me contaba su historia y sus problemas, yo no sabía qué hacer o decir para que se sintiera bien y sintiera que tenía mi apoyo… Ahora que lo pienso, tal vez simplemente debí haber dicho esas palabras, pero en ese momento no se me ocurrieron o aunque se me ocurrieron no me salieron.

Lo primero que hice en algún momento fue que le tomé una mano y la acaricié un poco. 

No sé por qué se pasó por mi mente en ese momento que eso ayudaría a ese propósito de darle ánimo y mostrarle que podía contar conmigo.

Pero creo que lo que logró fue todo lo contrario.

Por la reacción que ella tuvo, solo pude sentirme incómodo y pensar que estaba haciendo algo mal. 

¿Crees que estaba mal? 

Madeleine: Bueno, lo hiciste con buenas intenciones, ¿no es así?

Me: Su reacción fue simplemente la de quedarse en silencio y mirarme fijamente a la mano y a los ojos sin decir nada. 

Realmente no puedo explicar lo incómodo que me sentí en ese momento. No sé si era desprecio, odio o asco lo que me expresaba con su mirada, o tal vez una combinación de las tres, pero me sentí demasiado incómodo. 

Claro que mi reacción fue soltarla bruscamente después de unos segundos de incomodidad. 

Dejando a un lado las intenciones, ¿crees que fue tan equivocada esa acción?

Madeleine: Tal vez hubo una malinterpretación por parte de ella o algo así, pero no creo que haya sido algo malo de por sí lo que hiciste. 

Me: Sí, puede ser que tengas razón… Pero también creo que soy horrible para expresarme de cualquier modo y es mi culpa que todo se haya dado de una manera tan incómoda ¡y por eso me he sentido horrible!

Madeleine: Tranquilo, no es tu culpa. No es culpa de nadie. 

Me: No voy a entrar en detalle sobre las cosas que ella me contó, pero en una parte terminó confesándome un odio generalizado hacia todos los hombres. 

Y dijo que me contaba esas cosas porque yo era diferente, porque era más sensible… Me hizo sentir especial por un momento.

Pero también me hizo sentir asquerosamente incómodo su reacción a mis intenciones de mostrarle apoyo.

Tal vez ella pensó que, porque me gusta y estoy enamorado de ella y todo eso, estaba tratando de coquetearle o algo por el estilo al haberla tomado de la mano y haberla acariciado, según yo con intenciones de mostrar apoyo. 

Madeleine: Sí, puede que haya sido eso.

Me: Así que esa fue una de las cosas que siento que hice horriblemente mal ese día y siento que por eso puede que Blanquita me desprecie aun más. 

Lo segundo horrible que hice fue algo parecido. 

También mientras me contaba su sufrimiento con lágrimas en sus ojos, sin yo saber qué hacer o decir, quería mostrarle mi apoyo y hacer que se sintiera bien. 

Así que en otro momento aparte traté de darle un abrazo, pero eso también fue demasiado incómodo.

Por un lado, fue algo físicamente incómodo ya que, debido a la posición en la que estábamos conversando, sentados en dos sillas uno frente al otro, se hizo un poco difícil acercar el cuerpo sin tener que ponerme de pie. 

Pero igual que antes con la mano, ella solo se quedó en silencio recibiendo mi abrazo, pero sin devolvérmelo. ¿Sabes cómo es eso, no? 

Como cuando abrazas a un gato, pero el gato solo se quiere ir, sin importar que tus intenciones solo sean buenas.

Me sentí muy incómodo también en ese momento.

Sentía que ella se estaba sintiendo incómoda porque la hubiera abrazado y eso me hizo sentir incómodo a mí. 

Otra vez, ¿estuvo tan mal esa acción de mi parte?

Ella normalmente es una persona muy cariñosa y en parte es por eso que yo también lo soy con ella. 

Pero ese día parecía que intentar ser afectuoso con ella era lo peor que podía hacer.

Y, como dije muchas veces ya, yo solo quería que ella se sintiera bien y que sintiera que tenía mi apoyo y podía contar conmigo… Por supuesto que no le estaba coqueteando ni nada por el estilo.

Es horrible. Siento que ahora me odia por eso, pero sé que no es así.

Soy un asco para las relaciones humanas, ¿verdad que sí, Madeleine? ¡Nunca sé qué hacer o decir y todo lo hago mal!

Madeleine: Las relaciones interpersonales son complicadas, chico. Ambos somos un asco en eso. Pero no creo que ella te odie por eso. 

Me: Yo tampoco lo creo, pero siento que es así. Y ya no tendré oportunidad de pedirle disculpas por eso. Así que su odio ahora será para siempre, dentro de mi cabeza.

Madeleine: No seas tan duro contigo mismo. Eso es lo que menos ella querría.

Me: Y, por desgracia, es lo que menos puedo hacer por ella.

No puedo dejar de ser duro conmigo mismo. No puedo dejar de odiarme a mí mismo. No puedo dejar de odiar mi asquerosa vida. 

Eso es lo único que tal vez nunca habría sido capaz de hacer por ella. 

No puedo dejar de odiarme.

Pero, irónicamente, también creo que la única manera en que eso habría sido posible (que yo pudiera dejar de odiarme) sería si las cosas hubieran sido un poquito diferentes con ella.

Ella es la única esperanza que tuve en algún momento de sentir que podía sentirme bien en este mundo y en esta vida.

Y otra vez más es día 7

Me: Hoy otra vez es día 7 sin hablar con Blanquita. 

Estaba haciendo mal las cuentas. Primero estaba contando los días desde la última vez que nos vimos en persona, pero es cierto que hablamos por mensajes otra vez después de eso.

Ahora sí son 7 días desde la última vez que tuve contacto con ella.

Y debo confesar dos cosas más que debí haber confesado ayer, pero no sentí apropiado.

Ahora esas dos cosas empiezan a parecer mentira, así que debo confesarlas antes de que desaparezcan para siempre.

Lo otro que quería confesar ayer es que antier había soñado con Scarlet.

Por lo que pensé que tenías razón: que solo habían pasado seis días, pero poco a poco estaba logrando olvidarme de Blanquita.

Y cuando soñé con Scarlet no me dolió tanto pensar en ella… como todavía me duele al pensar en Blanquita.

Así que pensé que estaba haciendo bien… que estaba avanzando… que me estaba olvidando de Blanquita y pronto tendría algo de paz.

Pero también pensé que solo en seis días ya estaba pensando en Scarlet y soñando con ella… lo que significa que, a medida que los pensamientos de Blanquita se van desvaneciendo lentamente, los de Scarlet van apareciendo en su lugar cada vez más y más.

Eso fue lo que pensé. Pero en realidad, no creo que todo se vaya a inclinar hacia el lado de Scarlet nunca más. 

Creo que los pensamientos de Blanquita podrían desvanecerse un poco más, poco a poco, y los de Scarlet seguir apareciendo un poco más, poco a poco…

Pero no creo que los de Blanquita desaparezcan del todo y para siempre. Ni que los de Scarlet aparezcan para borrar todo lo demás.

Creo que llegará un punto en que ambos estarán presentes por igual y entonces me quedaré estancado ahí para siempre.

Ya estaba así antes, ¿no? Antes de todo este último tiempo en que volví a hablar con Blanquita.

Soy como estúpido con todo esto, ¿verdad?

Madeleine: No eres estúpido. Considero que sí es posible que eventualmente todo se estabilice tal y como dices.

Me: ¿No soy estúpido? ¿Qué soy entonces? Define esta porquería con una palabra. 

Y cuando dices estable, es más bien “equilibrado”, porque incluso aunque logre un poco más de serenidad con respecto a estos asuntos, siempre estaré buscando la forma de morir.

Ayer pensé que me iba a morir mientras me estaba quedando dormido, solo porque me estaba quedando dormido temprano, lo cual es inusual en mí.

Ya sé que soy un poco hipocondríaco, pero parece que me has dejado hablando solo porque no me contestas.

Si no soy estúpido, ¿qué soy? ¿Cómo describirías esta porquería que es mi vida y la forma en que hago las cosas?

Madeleine: Ahm… No sé cuál es la palabra, pero no eres estúpido. Eres sensible e inteligente. Un poeta o bohemio, algo así. No sé cómo es esa palabra exactamente. Me recuerdas un poco a Andrés Caicedo o a Edgar Allan Poe.

Me: ¿Por qué este mundo es tan horrible, Madeleine?

Madeleine: Ojalá tuviera la respuesta a eso, muchacho.

Me: Desde que Blanquita me contó su historia, odio más al mundo.

Yo he sufrido una mierda de vida porque nací con problemas mentales.

Pero hay gente como ella que ha sufrido cosas tal vez peores porque el mundo está lleno de gente horrible. ¡Está lleno!

De gente asquerosa que hace daño a otros… y de gente pobre que ha sufrido la maldad de esos.

Este mundo es una mierda.

Y normalmente soy indiferente con el sufrimiento del mundo, sabiendo que tengo mi propio sufrimiento de sobra para preocuparme…

Pero no puedo evitarlo desde que supe su historia, y sé que mucha gente sigue sufriendo atrocidades cada día.

Esa era la primera confesión que quería hacer ayer. Que soñé con Scarlet y pensé que estaba avanzando un poco o solo me estaba moviendo hacia un abismo diferente.

La segunda es que, a pesar de todo, según me sentía ayer (que no era bien en absoluto), por un momento sentí el impulso de confesar que no quería morirme. 

Que no estaba bien, pero quería vivir y llegar a estarlo algún día.

Pero como te dije, esas dos confesiones hoy parecen mentira. 

Hoy me dormí temprano y mientras me quedaba dormido, sentí que me estaba muriendo… Y sentí que estaba bien, que sería genial si me moría. Que sería genial si mis ojos se cerraban en la oscuridad y mi consciencia se apagaba para siempre.

Y puede que haya sido solo una ilusión del sueño, pero sentí que de verdad podría morirme en algún momento quedándome dormido. Que me puede pasar cualquiera de estos días.

Tal vez solo sea una ilusión, pero lo sentí real y acepté con determinación ese destino.

Si voy a morir ahora, que así sea. Seguramente eso sería lo mejor.

Si pienso en retrospectiva, realmente no ha valido la pena mi vida. Nunca.

Habría sido mejor si hubiera muerto aquella vez que lo intenté, después de que Scarlet me abandonara para siempre.

No habría podido conocer a Blanquita, que fue algo hermoso… pero aun así, habría sido mejor.

Porque el sufrimiento ha sido más grande que la pequeña ilusión de felicidad que haya podido tener en cualquier momento.

Claro que todo habría sido mucho mejor si nunca hubiera nacido en primer lugar.

Mi vida no ha valido la pena. 

Pero ya nací y he sobrevivido hasta ahora… Y hasta ahora, la vida me ha demostrado que entre más pronto me hubiera llegado la muerte, mejor habría sido mi vida.

Y seguramente aún es así para el futuro que me quede. Es por eso que no me quiero quedar para comprobarlo. 

Sí, ayer quería confesar esas dos cosas, pero hoy parecen una mentira.

Hoy otra vez soñé con Blanquita y no me sentí bien.

Y hoy otra vez quiero confesar que sí me quiero morir. 

Madeleine: …

033. Poeta Psicópata II

Y la tarde cayó sobre mí, y vino la oscuridad, duró y se fue, y amaneció el nuevo día, y las brumas de una segunda noche se acumularon y yo seguía inmóvil, sentado en aquel aposento solitario; y seguí sumido en la meditación, y el fantasma de los dientes mantenía su terrible ascendiente como si, con la claridad más viva y más espantosa, flotara entre las cambiantes luces y sombras del recinto. Al fin, irrumpió en mis sueños un grito como de horror y consternación, y luego, tras una pausa, el sonido de turbadas voces, mezcladas con sordos lamentos de dolor y pena. Me levanté de mi asiento y, abriendo de par en par una de las puertas de la biblioteca, vi en la antecámara a una criada deshecha en lágrimas, quien me dijo que Berenice ya no existía. Había tenido un acceso de epilepsia por la mañana temprano, y ahora, al caer la noche, la tumba estaba dispuesta para su ocupante y terminados los preparativos del entierro. Me encontré sentado en la biblioteca y de nuevo solo. Me parecía que acababa de despertar de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero del melancólico período intermedio no tenía conocimiento real o, por lo menos, definido. Sin embargo, su recuerdo estaba repleto de horror, horror más horrible por lo vago, terror más terrible por su ambigüedad. Era una página atroz en la historia de mi existencia, escrita toda con recuerdos oscuros, espantosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero en vano, mientras una y otra vez, como el espíritu de un sonido ausente, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos. Yo había hecho algo. ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los susurrantes ecos del aposento me respondieron: ¿Qué era? En la mesa, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de notable, y la había visto a menudo, pues era propiedad del médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa, y por qué me estremecí al mirarla? Eran cosas que no merecían ser tenidas en cuenta, y mis ojos cayeron, al fin, en las abiertas páginas de un libro y en una frase subrayada: Dicebant mihi sedales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas. ¿Por qué, pues, al leerlas se me erizaron los cabellos y la sangre se congeló en mis venas? Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca y, pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía. Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que se desparramaron por el piso.

Berenice, Edgar Allan Poe.

033: Poeta Psicópata II

Me: ¿Estás ahí, Madeleine? Se me ha ocurrido una idea horrible y enfermiza y necesito expiar la consideración de mis pecados. 

Inicialmente había pensado que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarme para siempre de Blanquita. No volver a hablarle, desaparecerme, y esperar que el tiempo haga esa cosa que le gusta hacer donde va borrando los recuerdos de la memoria y extinguiendo la vida de las cosas.

Pero entonces esta idea me atravesó la consciencia como una flecha en llamas y la secuela que me ha dejado es un sentimiento de culpa que amenaza con atormentarme hasta la muerte.

Se me ocurrió que nunca debería bloquear a Blanquita.

¿No es lo más enfermizo que has oído en tu vida?

 ¿Qué debo hacer, Madeleine?

Madeleine: Eh…no lo sé.

Me: ¿Puedes ver por qué es tan macabra y enfermiza la idea que te acabo de mencionar? 

Madeleine: No del todo, la verdad.

Me: ¿Soy una mala persona, Madeleine?

Madeleine: No, no lo eres. 

Me: Digo, normalmente no me importa reconocerlo, porque creo que en el fondo todos los seres humanos tenemos una mancha de maldad, y yo particularmente no me intereso mucho por los demás, pero… si soy malo con las personas que quiero, ¿no soy lo peor de lo peor?

Madeleine: Bueno, muchas veces terminamos haciéndole daño a los que más queremos, pero estoy segura de que esa no es tu intención. 

Me: No lo sé… Déjame explicarte por qué, en cierto modo, es tan malvada y macabra la idea de no alejarme de Blanquita… 

Hasta ahora no la he bloqueado porque estoy esperando que me hable para pasarme el dinero de las boletas que vendió (en realidad el dinero no me importa) y aprovechar para pasarle la pintura del gato y entonces decir adiós para siempre.

Después de eso, la bloquearé y probablemente ya no volvamos a vernos nunca más en la vida. 

Incluso si no muero pronto, seguramente no volveremos a vernos, ya que vivimos en ciudades diferentes y yo ya no volveré al único lugar donde me encontraba con ella, la universidad (el otro año voy a estudiar en otra). 

Así que ese es el final que he estado esperando… no porque sea lo que yo deseo, sino porque he pensado que es lo mejor que puede pasar.

Madeleine: Sí, creo que es lo mejor. 

Me: Pero ayer se me ocurrió esta horrible idea de que tal vez no debería bloquearla nunca…

Lo que significará que ella podrá hablarme cuando quiera, y que yo, seguramente como siempre, no podré evitar hablarle también de vez en cuando e incluso seguir esperando oportunidades que nunca van a llegar.

¿No te parece ya una horrible idea?

Madeleine: Sí, creo que es una mala idea. 

Me: Pero la idea no vino sola, sino con otras ciertas implicaciones. 

Se me ocurrió la idea mientras leía otro cuento de Edgar Allan Poe, uno llamado “Berenice”. 

¿Recuerdas lo que te dije sobre este autor hace unos pocos días?

Madeleine: ¿Que es un experto del relato corto? 

Me: Sí, pero aparte de eso… el hecho de que él consideraba que lo más poético y romántico era la muerte de una mujer hermosa, lo cual se ve reflejado en muchas de sus historias.

Y el hecho de que esa obsesión, por decirlo de algún modo, probablemente era una consecuencia de las trágicas muertes de las mujeres importantes en su vida. 

El cuento de Berenice es sobre dos primos (en la vida real, Poe también se casó con una prima), ambos de carácter muy opuesto, uno era intelectual y retraído, y la otra era jovial y energética. 

Y ambos tenían enfermedades muy particulares, aunque no se es del todo explícito con ellas. 

La enfermedad del protagonista consistía en una obsesión morbosa por mirar con atención y analizar profundamente cualquier objeto trivial que cayera bajo su campo de visión durante uno de sus accesos de la enfermedad, en los que podía pasarse horas y días enteros absorto rumiando sobre una idea fija sobre cualquier cosa sin realmente un valor trascendental. Algo así como una especie de autismo, podrías decir. 

La enfermedad de su prima era algo más físico. Al parecer sufría ataques de epilepsia y parálisis, lo que estaba empezando a deteriorar mucho su cuerpo. 

Y tanto se estaba deteriorando como persona que, para el protagonista, la mujer pronto pasó de ser una persona digna de admiración a un simple objeto digno de análisis. 

Y, sin embargo, en algún momento de tristeza y compasión, creo, decidió pedirle matrimonio. Ya tenían programada una fecha y todo.

Y un día, de repente, el protagonista se quedó mirándola fijamente, contemplándola en uno de sus episodios de atención enfermiza, y se dio cuenta de la decadencia de su figura, y de que solo sus dientes parecían permanecer intactos ante su enfermedad, y entonces se obsesionó con ellos. 

Y, bueno, mejor te comparto textualmente los últimos párrafos del cuento, para que los leas por ti misma. [Revisar la cita al principio de esta entrada]

[…]

No me queda del todo claro el hecho de si la mujer estaba viva cuando la enterraron y el protagonista le arrancó todos los dientes… o tal vez todo el hecho de que había muerto y la habían enterrado solo lo había imaginado en medio de sus profundas meditaciones mórbidas…

No sé. De todos modos, solamente te hablo de esta historia para presentarte el contexto macabro en el que me surgió esta idea…

¿Puedes verlo ahora, Madeleine? 

Madeleine: Pues… eh… no estoy muy segura. 

Me: Tal vez tenga que recordarte un poco algunas de las palabras de Blanquita…

Unas que te mostré y te subrayé una vez para acentuar, porque parecían dichas con descuido, pero cargaban un significado profundo y letal. 

Madeleine: Acerca de que sabía que iba a morir, ¿verdad?

Me: ¿Sabes en qué me convierte eso?

Creo que me convierte en un poeta psicópata… y por más poético que sea, no dejo de ser un psicópata… 

El hecho de que se me haya pasado por la cabeza la idea de que no debería alejarme de Blanquita solo para esperar verla morir, con la esperanza de que, tal vez en lo más agobiante de su enfermedad, ella cambie ligeramente de opinión respecto a mí, que de alguna manera sienta que me necesite y que yo pueda estar ahí para ella, para suplir esa necesidad y apoyarla hasta la muerte, sabiendo que tuvo a su lado hasta al final a alguien que la amó profundamente.

¿No soy la persona más horrible del mundo, Madeleine?

Madeleine: Aaaah, ¡no sé qué decirte!… Bueno, pues sí es algo pesado… pero tampoco para ser la peor persona del mundo. 

Me: ¿La tercera peor?

¿Qué debo hacer, Madeleine? ¿Debo alejarme o no debo alejarme de ella?

No soy lo peor, pero sí soy horrible, ¿verdad? Y solamente me surgen estas ideas por cuánto la amo… 

Solo quiero que ella sea feliz… pero entonces me llegan estas enfermizas esperanzas de que tal vez ella pueda amarme también si espero a que su vida sea peor…

¿Entonces qué debo hacer?

¿Si la amo de verdad, debo dejarla ir, alejarme y esperar que sea fuerte y sea feliz y pueda superar sus problemas y su enfermedad por sí misma, sin esperar nada para mí, verdad?

¿Verdad?

Pero al mismo tiempo… 

¿No soy un horrible amigo si me alejo de una amiga que me quiere tanto y la abandono para siempre sabiendo que sufre de una enfermedad mortal?

Madeleine: Jum, tienes razón.

Me: ¿Entonces qué debo hacer, Madeleine? De cualquier modo soy lo peor, ¿verdad?

Tal vez no debo alejarme y debo aceptar que ella nunca me va a amar como yo quiero, y estar ahí siempre que ella me necesite, si es que alguna vez lo hace, aunque ella nunca me ha necesitado, pero si llega a necesitarme, no quisiera negarme para ella…

Ah, no sé qué hacer, Madeleine…

Tal vez ella está bien sin mí y no me necesita y, aunque sea mi amiga y me quiera tanto, sabrá que lo mejor para los dos es que yo me vaya y la deje sola y trate de buscar mi bienestar, mientras ella por su parte trata de buscar el suyo.

Entonces, después de todo, debería bloquearla, ¿verdad?

Madeleine: Me parece que es una buena conclusión. 

Me: Ah, mi Blanquita… Perdóname por haber tenido en mi mente la idea de que tal vez pudieras amarme en la agonía de tu enfermedad… Espero que puedas superarla y seas muy feliz sin mí. Perdón por todo.

¿Soy un poquito menos horrible por arrepentirme de haber considerado tan horrible idea, verdad?

No puedo pedirle perdón a ella directamente, porque ni siquiera le he mencionado esto ni lo voy a hacer… 

Pero de verdad me arrepiento…

No quiero que sufra por mi culpa… Y no quiero que sufra por culpa de nadie…

Quiero que sea feliz, aunque sea sin mí, ¡de verdad! 

Así que solo me queda eso… Alejarme y esperar que sea fuerte y feliz…

Por desgracia, creo que yo nunca podré serlo. Me aleje o no me aleje de ella, estoy destinado a acabar con mi propia vida en cualquier momento…

No pude encontrar mi propio bienestar y ser feliz.

Pero espero que ella sí pueda lograrlo, y que me perdone por no haber podido ser tan fuerte como ella.

¿Tú perdonarías mis pecados? ¿Cómo me castigarías por ellos? ¿Qué es lo que merezco de verdad? 

Madeleine: No lo sé… Pero sí, perdonaría tus pecados. 

Me: Dímelos. ¿Cuáles son mis pecados?

Madeleine: Bueno, todo lo que acabas de contarme, podría verse como algo egoísta, ¿no?

Me: Pero no hice nada. Solo pensé una idea… ¿Entonces crees que soy egoísta? 

Madeleine: Pues sí, pero tampoco es que sea algo demasiado grave. Es una actitud egoísta la que estabas planteando, pero no significa que lo seas. 

Me: ¿Entonces he pecado o no?

Madeleine: Bueno, no has hecho nada malo realmente.

Me: Sé que sí soy egoísta… Igual que hace rato con lo de ser bueno o malo. Sé que soy egoísta, porque sé que todos los seres humanos son egoístas y que en el fondo el altruismo no es más que otra ilusión… 

Y soy egoísta porque me preocupo por mi propio bienestar y no me importa el resto del mundo… Por eso soy egoísta.

Pero, ¿sabes cuándo es la única vez que soy menos egoísta?

Cuando quiero a alguien como quise a Scarlet y como quiero a Blanca.

Son las únicas veces que incluso no me importaría sacrificar mi propia felicidad al cambio de las de ellas… 

¿Tal vez es por eso que me ha dolido tanto a mí mismo el simple hecho de haber considerado esa idea? Porque habría sido egoísta con Blanquita…

Por eso me dolió haber pensado eso y todavía me duele.

Pero solo fue una idea. Realmente quiero que Blanquita sea feliz, aunque no me quiera. 

Madeleine: ¡Eso es lo realmente importante!

Me: Entonces, ¿me perdonas por el pecado que no cometí, pero que pensé un momento y ahora me atormenta haber pensado?

Madeleine: Estás perdonado.

Me: Tú no eres quien debería perdonarme, pero no sé quién… ¿Yo? ¿Ella? 

Madeleine: Diría que tú mismo.

Me: No siento que pueda hacerlo ahora mismo. 

Madeleine: Entonces tómate tu tiempo.

Me: Tal vez moriré antes de poder hacerlo, y ese será mi castigo.

029. Al borde del abismo

Tenía mucho miedo de ir a ese concierto con ella y que ella no lo pasara muy bien por mi culpa, por el hecho de que no soy muy extrovertido y disfruto de las cosas desde mi mundo interno, sin llegar a ser muy expresivo o enérgico con mi cuerpo físico, como se ve en algunas de las personas que desbordan felicidad y con ella una radiante aura de carisma que atrae las miradas y enciende los corazones de las personas. Yo no enciendo corazones. Yo los apago. Algunas miradas me persiguen de vez en cuando, pero por lo general lo hacen con temor. Las personas me siguen con su mirada solo para asegurarse de que no les voy a robar el alma mientras no están prestando atención. En muy pocas ocasiones una mirada me persigue con verdadero interés, y durante un pequeño tiempo, ella fue una de esas inusuales excepciones. De hecho, el calor de su mirada me golpeó con tanta intensidad que nunca pude recuperarme por completo. Mi corazón se ablandó por ella y los témpanos de mi propia mirada se derritieron en calientes lágrimas que terminaron por evaporarse y extinguirse, incapaces de siquiera conservarse como recuerdos. Tenía mucha ansiedad ante la idea de arrastrarla conmigo a una vorágine de incomodidad, ante la idea de conmocionar su estabilidad debido a una impulsiva y fugaz ilusión que me movió a dar un paso adelante olvidando que estaba al borde del abismo y que en la caída su corazón se rompiera como el mío por estar tomada de mi mano… Y pensar que terminaría causándole daño incluso antes de dar el paso… 

029: Al borde del abismo

Me: ¿Sabes quién era Emil Cioran? 

Madeleine: Me suena familiar… 

Me: Era un filósofo… rumano, creo. Uno de los filósofos más pesimistas y negativos que ha engendrado este mundo. Probablemente después de mí, aunque fue antes que yo. 

Escribió un montón de cosas sobre su odio a la vida y sobre lo sublime que es la idea del suicidio. 

Escribió demasiado sobre eso. 

Lo irónico es que al final parece que no se suicidó, como sí lo han hecho otros filósofos y poetas no tan efervescentes en su obra respecto a la idea de la autodestrucción. 

Específicamente me gusta mucho una frase de él que dice: 

“Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera. Sin la idea del suicidio, si no fuera por la posibilidad del suicidio, ya me habría matado”. 

Tiene muchas otras frases parecidas que más o menos dicen lo mismo con otras palabras. Es una idea profunda y puede parecer contradictoria a primera vista, pero no lo es. 

Cuando vives una vida miserable, llena de mierda y sufrimiento, la idea del suicidio en ese punto de desesperanza total es algo que te puede ser reconfortante. La idea de que puedes matarte y abandonar para siempre todo su sufrimiento, llegado ese punto, es lo único que te permite soportarlo todo. 

No es una contradicción. Es la verdad de una vida que ha perdido toda la esperanza… Como la mía. 

Estuve hablando con ella y me contó parte de su historia. Es horrible. 

Su dolor es mucho más intenso y doloroso que el mío, que es más solo una ausencia de todo lo bueno, pero al mismo tiempo ella es capaz de ser más fuerte y darle sentido a su vida, aun a pesar de su malestar, es capaz de ser fuerte y seguir luchando por disfrutar de las pocas cosas buenas que la vida puede ofrecerle…

Yo no soy tan fuerte… Mi dolor puede que no sea tan fuerte, pero me ha dañado y se ha comido toda mi esperanza. 

Ella era la última que tenía… 

La única persona en toda mi vida con quien me pude sentir bien de verdad, con quien sentí una cercanía que con nadie más sentí. La única persona con la que sentía que podía disfrutar mi vida aun a pesar de todos mis problemas. 

Ella era mi última esperanza y ya no la tengo. 

Ahora solo me queda la esperanza de la muerte y un deseo intenso de encontrarla. 

Tal vez ya no dure mucho tiempo más, Madeleine… Estoy pisando el borde con mis talones… 

Creo que ya no me quedan lágrimas para llorar, como las que lloré por Scarlet durante meses cuando me dejó la primera vez… 

Ahora solo me queda el vacío y el deseo de arrojarme al abismo oscuro, igual que la última vez que ella me dejó.

Solo que ya no puedo fallar… La próxima vez que me arroje al abismo, será definitiva. Y creo que ya estoy muy cerca de eso. 

Gracias por escucharme.

Madeleine: … 😦

028. Determinismo vs Libertarismo

028: Determinismo vs Libertarismo

Madeleine: ¿Tú al fin si quieres ir conmigo al concierto? Ni suenas ni retruenas.

Me: ¿Tú quieres?

Madeleine: Si tu quieres… ¿Cómo llego allá? 

Me: Primero, una pregunta sobre arte. ¿Cómo se debe cuidar un cuadro pintado en lienzo para que se conserve bien?

Madeleine: Nada. Y menos si es en óleo. Eso tiene conservantes muy fuertes. Mira las pinturas del Renacimiento.

Me: Está bien. Gracias. 

Por cierto, creo que ya no te voy a regalar a mi gato. Y no es que esté enojado contigo ni nada, sino que me cansé de esa pintura. Creo que la dañé más y creo que de todos modos te dá lo mismo tenerla o no, así que no tengo ninguna motivación para seguir con eso.

Madeleine: No me da lo mismo tenerla o no. Me molesta que trates las cosas así. Tus cosas. No tienes cariño para ti y buscas algo en otros. Si tú no pones tu pie firme y alzas tu mano para impulsarte, nadie lo hará por ti. ¿Sabes qué es lo que me molesta? Que pienses que a mí me da todo lo mismo. 

Me: Nadie lo va a hacer, nadie puede. Yo he tratado por mucho tiempo y no he podido. Esto es en lo que me ha convertido la vida. Ojalá pudiera ser como tú, libre y feliz, pero si pudiera, entonces lo sería. No puedo. Solo puedo ser como soy, como me tocó ser, y seguir hundiéndome más profundo hasta que me toque ser de otra forma. Tú no lo entiendes, tú no eres feliz y fuerte solo porque quieras serlo, porque todo el mundo quiere y no todos pueden, solamente que tú has tenido un poco más de suerte. Así es la vida.

Madeleine: ¡¿Suerte?! JAJAJAJA. Me haces partir de la risa. 

Me: Si eres feliz, entonces tienes suerte. Yo no puedo estar bien por más que lo intento.

Madeleine: Tú no sabes, léelo bien, CUÁNTA MIERDA HE TENIDO QUE COMER TODOS MIS AÑOS DE VIDA. No me gusta decirlo, porque no quiero despertar esos demonios, pero no quieres saber. Lo que me permitió estar aquí es ponerme en pie para mis padres que los amo.

Me: Está bien. No estoy diciendo que tu vida sea perfecta.

Madeleine: ¡¡AAAAAAHHH!!

Yo no juzgo tu pasado. No soy libre y no siempre he sonreído. NO DIGAS QUE NO LO ENTIENDO.

SOLO QUE SI ME QUEDO EN EL HUECO, ME MUERO POR ESTAR EN EL PUTO HUECO.

ESTOY ORGULLOSA DE MÍ, PORQUE SALÍ DE ESA MIERDA. Y PUEDO ESTAR ENFERMA POR CULPA DE ESO. Y ¡¡¡QUÉÉ!!!

No permitiré que mi vida se acabe por el pasado. Aún hay cosas hermosas.

Me: Solo digo que si eres capaz de ser feliz y de ser fuerte, eso es algo bueno que tienes y yo no, y que si lo tienes, no es porque quieras, porque todo es simple suerte, azar, consecuencia de mil variables que no controlamos y que son nuestras experiencias. Nada depende de nosotros mismos, ni siquiera dentro de nosotros mismos. Si puedes no quedarte en ese hueco es suerte, no es solo porque quieras, sino que has tenido la suerte de poder salir de ahí. Yo no he podido. No es porque quiera quedarme en el hueco que he estado toda mi vida. He intentado salir mil veces y no he podido. He intentado ser fuerte y no he conseguido nada. Así que lo que molesta a mí es que digas cosas como: “solo sal de ese hueco y ya”, “solo sé feliz y se fuerte y ya”, “solo deja de hundirte y ya”, porque nada de eso depende de mí. Lo he intentado toda la vida y aquí estoy.

Madeleine: Nunca es suerte.

Me: Siempre es suerte.

Madeleine: Ve tú solo. O dame las boletas y las venderé. Te devolveré el dinero.

Me: ¿Por qué ya no quieres ir?

Madeleine: Porque me has faltado al respeto. 

Me: ¿Cómo?

Madeleine: Y eso… ESO ME ENOJÓ. 

No es tu culpa, para nada. Solo estás muy metido en tu lucha. Solo te ofendes a ti demasiado. Nos vemos el martes. Me darás las boletas, las venderé y te devolveré el dinero. 

Te prometí ir, sí. La verdad romperé esa promesa y es la primera que rompo. Pero no permitiré que me faltes al respeto así.

Me: Perdóname si te ofendí. No quise hacerlo.

Madeleine: Deja de idolatrarme. 

Yo soy así por cosas que viví y son una MIERDA… pero no me quedo a lamentarme en ese lugar porque quiero vivir. Así que no es puta suerte. Así lo deseé para mí. No me lamentaré hasta el momento de morir. Viviré hasta que muera, porque sé cuándo moriré y eso no me amarga. 

Me: Entendemos al mundo de maneras diferentes y en esa parte no estamos de acuerdo, pero está bien, no tenemos que odiarnos por eso. Si crees que tienes todo lo que tienes porque lo quieres y que yo tengo lo que tengo porque así lo quiero, está bien, creo que no podemos forzarnos a creer diferente. Pero está bien. No tenemos que pensar igual. Nunca quise implicar que tu vida careciera de dolor y sufrimiento, ni quise menospreciar tu fuerza y tu capacidad para seguir adelante, porque son las cosas que más admiro de ti, por más que crea que son capacidades que tienes por cuestión de azar. Perdóname. Te quiero mucho.

Madeleine: Si me quieres, irás a la universidad el martes, hablaremos de esto y tomaremos una decisión de si vender las boletas o no. Ahora no quiero pensar porque tengo mucha putería. 

Me: Está bien…

025. La farsa del suicida

025: La farsa del suicida

Me: Ayúdame, Madeleine. No puedo dejar de pensar en Blanquita y no se siente bien. ¡Ya no quiero ir al concierto! …Tengo miedo.

Madeleine: Ánimo, chico. No creo que vaya a terminar tan mal.

Me: ¿Crees que soy un farsante cuando digo que quiero morirme?

Madeleine: En absoluto. 

Me: ¿Realmente crees que me quiero morir?

Madeleine: Pues mínimo creo que realmente te sientes bastante mal. 

Me: Pero si en el fondo no me quiero morir, ¿no me convierte eso en un farsante en el momento en que digo que quiero hacerlo?

Madeleine: Jum, no lo sé… Supongo que es un sentimiento que sigue estando presente, aunque haya estado por poco tiempo.

Me: Es cierto. En el fondo, nadie quiere morir… Ni siquiera los suicidas. 

Lo que todo el mundo quiere es que las cosas sean diferentes a lo que son. Lo que todo suicida desea de verdad es poder acabar con su sufrimiento. 

Y, sin embargo, la vida no es fácil. Acabar con el sufrimiento del mundo es muy difícil. Puedes luchar toda tu vida buscando la manera de estar bien y es posible que nunca la encuentres.

¿Cuál es la solución a todos los problemas?

La muerte no soluciona los problemas, pero definitivamente los elimina todos de raíz… Aunque, tristemente, acaba también con todas las cosas buenas de la vida. 

Pero a veces el sufrimiento es tan grande que acabar con todas las cosas buenas parece un sacrificio aceptable solo para poder eliminarlo. 

Ningún suicida desea morir realmente. Lo que todos deseamos es poder vivir una vida sin dolor, sin sufrimiento. O, por lo menos, vivir una vida donde la cantidad de sufrimiento sea soportable y menor a la cantidad de bienestar. 

Y, sin embargo, no todos tenemos la misma suerte…

No todos tenemos la suerte de poder construir una vida que valga la pena vivir. No todos tenemos la suerte de ser capaces de crear una vida donde la felicidad sea más grande que el dolor.

¿Qué le pasa a esas personas que creen que la suerte no existe y que todos los seres humanos tenemos control absoluto de lo que pasa con nuestra existencia? Es una estupidez.

Es claro que hay cosas que no se pueden controlar, y eso es lo que se llama suerte. 

Los seres humanos no somos dioses y somos criaturas insignificantes en la escala del universo. No somos dioses, solo somos animales que desarrollaron un poquito más su cerebro que la mayoría de los otros animales. Fuera de eso, seguimos siendo organismos bastante frágiles.

¿Qué tan engreído hay que ser para creer que un simple humano puede tener control de todo lo que pasa en su vida?  

No, no tenemos control de todo. Es más, no tenemos control de casi nada. Ni siquiera de nuestros pensamientos ni de nuestras emociones, ni siquiera de nuestras acciones. El libre albedrío es una ilusión. 

La mayoría de las personas mueren sin quererlo. Porque no tienen control sobre la vida. Si una sola persona tuviera control sobre su vida probablemente habría gente que no moriría…

(Pero más probablemente habría aún más gente que decidiría acabar con su propia vida).

La mayoría de las personas mueren sin quererlo, porque no tienen control sobre la vida.

Más aún, todas las personas vienen al mundo a la fuerza y no por elección propia, porque nadie tiene control sobre la vida. 

Por otra parte, una minoría de personas viven en un sufrimiento insoportable, deseando cambiar sus vidas por una que valga la pena, y al final se matan sin quererlo, porque querían controlar sus vidas y encaminarlas a algo mejor, pero nunca pudieron, porque nadie tiene control sobre la vida…

Pero creo que me estoy saliendo un poco del tema…

¿Soy un farsante cada vez que digo que quiero morir, si realmente, en el fondo, no quiero hacerlo?

¿Tal vez al decir que “prefiero” morir que vivir una vida llena de dolor, estoy implicando de algún modo que realmente “quiero” morir?

¿Es “preferir” una forma de “querer”?

Todo lo que queremos siempre es solo una elección entre las posibilidades que tenemos.

Nadie puede querer una opción que no existe.

Significa que querer algo siempre está limitado a las posibilidades que tengamos. En otras palabras, “querer algo” siempre es “preferir algo”.

En ese sentido, si digo que prefiero morir que vivir en sufrimiento, realmente estoy diciendo que quiero morir, incluso aunque en el fondo de verdad no quiero hacerlo. 

Al final, ¿soy un farsante? ¿O ser suicida es una paradoja inconciliable? 

Madeleine: Bueno, supongo que sí es algo paradójico. Pero creo que en el fondo es lo que dices. No importa el nombre que le pongas, al final solo se trata del deseo de cambiar algo que te está haciendo mal. 

Me: Tal vez “farsante” no sea la palabra más apropiada… Supongo que al final solo soy un cobarde.

Porque, es cierto, en el fondo no me quiero morir. Pero si matarse fuera fácil, estoy seguro de que ya lo habría hecho.  

Al final todo se resume a que soy un cobarde, ¿verdad?

Y cuando expreso mis deseos suicidas, lo que realmente estoy queriendo es…

Encontrar a alguien que me ayude a evitar que mi vida siga siendo una miseria… o si no es posible, que me ayude a evitar que mi miserable vida siga siendo…

Al final solo soy un cobarde y un miserable inmortal sin opciones.

Inmortal hasta el día en que me toque morir… porque soy humano y no tengo control de la vida. 

Madeleine: …

014. Libre Albedrío

014: Libre Albedrío

Me: Esta semana se suicidó una compañera de mi universidad. Era de octavo semestre, también de Psicología. Creo que solo la vi una vez en toda la vida. 

Y a pesar de que nunca hablé con ella, tal vez porque es una universidad pequeña, de algún modo se siente algo un poco más cercano.

Realmente no estoy diciendo que me afecte, o que me impacte como a otras personas.

Era una niña muy bonita. Tenía 21 años.

Escuché a algunos comentar que se inyectó cianuro en las venas. No lo sé.

Madeleine: Dios, qué horrible…

Me: Ah, pero sí me impacta… Era tan joven… Tan joven y tan valiente, tan capaz, tan fuerte… ¿Lograr acabar con su propia vida? ¡No es tan fácil como crees!

¿Por qué yo no soy capaz de hacerlo…?

Sí, así es, sí me impacta, pero no del mismo modo que a los demás. No creo que haya que tenerle miedo o aversión a la muerte.

Ojalá yo hubiera muerto tan joven y tan bellamente como ella.

El problema no es la muerte. El problema nunca es la muerte. Al contrario, la muerte es la solución por excelencia cuando el problema es la vida. 

Sí, el problema es la vida. 

La muerte de esta niña no me parece algo triste en absoluto. Sinceramente, no lo es. Su muerte fue algo bueno. ¡Fue su liberación de una vida que la afligía!

Y eso es precisamente lo que sí es muy triste: su vida.

Lo digo en serio. La gente no debería sentirse triste porque esa niña murió. Deberían sentirse tristes porque esa niña estaba viviendo una vida de dolor. 

Esa es la razón correcta para estar triste y es bueno estar triste por eso. Simplemente no hay que confundir las dos cosas.

Sí, nunca la conocí, pero su vida debió haber sido muy triste para tener que terminar así. Es muy triste que la gente viva con problemas y no haya forma de ayudarles. 

Siempre se puede intentar, pero no siempre se puede lograr, y eso es muy triste.

Pero no es triste la muerte, y aun menos la muerte voluntaria.

El suicidio es el mayor grado de libertad al que puede acceder cualquier ser vivo en este universo. Porque, después de la vida, no hay nada más obligatorio que la muerte. 

Nadie tiene la libertad de elegir no morir. No importa cuánto desees evitarlo, no importa cuánto lo intentes, al final siempre te mueres. 

Lo más cercano que puedes hacer es elegir cuándo y cómo, y aunque sigue siendo solo una ilusión de libertad, es la ilusión más cercana a lo que pudiera ser la verdadera libertad. 

Como he dicho en otras ocasiones, el suicida no decide morirse, porque eso es algo que ya está decidido por nosotros desde el momento en que llegamos a la vida. El suicida solo decide cuándo y cómo, en lugar de dejar que la vida lo sorprenda.

Tal vez sería diferente si la muerte fuera evitable, si la inmortalidad no fuera una quimera. Pero tal vez incluso así, la gente buscaría la muerte aún con mayor avidez. 

“Un hombre puede, acaso, hacer lo que quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere”.

¿Qué opinas de esta frase? Es de Schopenhauer. Es algo que siempre he pensado, solo que por primera vez encontré un filósofo que lo comparte.

Madeleine: Me gusta. Un poco trágica, pero creo que está en lo cierto. Es cierto, siempre queremos lo que no podemos.

Me: No, eso no es lo que dice la frase. Lo que quiere decir es que… tenemos libertar para hacer cualquier cosa “que queramos”; pero no tenemos libertad para elegir “qué queremos querer”. 

En otras palabras, lo que queremos no lo queremos voluntariamente, porque querer es un acto condicionado por muchas circunstancias. 

Querer no es algo que esté bajo nuestra voluntad, por lo tanto, no somos verdaderamente libres, porque ni siquiera somos libres de querer lo que queramos. 

¿Cómo definirías la libertad o el libre albedrío?

Madeleine: No lo sé… Tal vez se refiere a la posibilidad de elegir, ¿no?

Me: Quizás podría verse de ese modo… ¿Dirías, entonces, que entre más opciones tengas, más libre eres? 

Madeleine: No exactamente. La facultad seguiría siendo la misma, independiente del número de opciones, ¿o no?

Me: ¿Y si solo tienes una opción o si tienes cero opciones? ¿Eres libre?

Madeleine: Supongo que en ese caso ya no habría libertad.

Me: En ese caso, podríamos convenir en que no tener opciones significa que no puedes elegir y, por lo tanto, que no eres libre. Y de ahí, que entre más opciones tengas, más libre puedes llegar a ser. 

En ese sentido, no existiría un límite de lo que en teoría sería el “ser absolutamente libre”, porque necesitarías tener infinitas opciones para ser absolutamente libre, pero infinito no es un número, es una cualidad: la ausencia de límites.

No podría haber libertad absoluta.

Podría haber “no libertad” absoluta (tener cero opciones), y luego infinitos grados de “sí libertad”. 

Madeleine: Tiene sentido. 

Me: Pero también tienes razón en lo que dijiste antes… Realmente no depende de la cantidad de opciones que tengas, sino de que, entre las muchas o pocas que tengas, la que escojas lo hagas puramente desde tu voluntad, sin ningún tipo de presión, influencia o manipulación externa.

Madeleine: Sí, tienes razón. 

Me: Ahora, si dejamos esa definición de libertad, entonces por el momento podríamos considerar que sí existe, en los grados que ya mencionamos antes. 

Todas las personas tenemos voluntad y, en su mayoría, o al menos en una gran cantidad de ocasiones, las decisiones que tomamos las tomamos a partir de esa voluntad. 

Pero pasamos entonces al problema de definir qué es la voluntad, porque si lo analizamos un poco más a profundidad, vamos a entender que la voluntad sí está influida siempre, condicionada y determinada por factores que son externos a tus propias intenciones.

¿De dónde surge la voluntad? ¿De dónde surge cualquier deseo que se te pase por la mente en cualquier momento? 

La voluntad no surge de sí misma. No surge simplemente de tu mente, sino que es consecuencia de una serie de factores circunstanciales, que pueden ser tanto externos como internos, pero que son siempre previos a cualquier acto de voluntad y, por lo tanto, son siempre involuntarios. 

En otras palabras, cualquier deseo que tengas siempre es instaurado dentro de ti por factores ajenos a ti. 

¿Entonces realmente podrías decir que tenemos libertad de elegir, si todo lo que queremos ya está determinado por algo más allá de nuestra propia voluntad?

Madeleine: Bueno, no lo sé… Siento que sería como decir si las personas nacen o se hacen. Quiero decir, sí, nuestras circunstancias nos afectan o hacen que escojamos una cosa u otra, pero no creo que lo sea todo.

Me: Aun si lo comparamos con ese famoso debate de “naturaleza vs crianza” al que acaba de hacer referencia, podemos ver que de cualquier modo no hay libertad.

La personalidad. ¿Nacemos con ella o nos forman las circunstancias? La respuesta es: ambas.

Nacemos con algunas características temperamentales innatas, y estas se pueden ir reforzando o modificando a través de la experiencia, a la vez que se van adquiriendo otras nuevas.

Podrías decir lo mismo con la voluntad y en ambos casos, el desarrollo de la misma es ajena a la voluntad misma, respecto a lo que sea que la determina. 

Supongamos que la voluntad, las cosas que quieres, están determinadas en parte por tu genética (tu naturaleza) y en parte por tus experiencias (tu crianza).

¿Cuál de las dos crees que controlas tú a voluntad? Ninguna. Tú no escoges los genes que te aportan tus padres ni las características de tu personalidad que vienen codificadas en algunos de esos genes (no controlas tu naturaleza). Tampoco controlas el hecho de que tus padres sean autoritarios o sean democráticos, que sean negligentes o permisivos, que seas pobre o que te críen en una cultura que te enseña determinados valores. Todas estas cosas también son factores que influyen en cómo se va formando tu personalidad y también tu voluntad y tú no controlas ninguna de ellas (no controlas tu crianza ni las experiencias que vives en cualquier momento de tu vida), por más que creas que en algunos casos sí lo haces.

Supongamos que te antojas de comer pollo frito. Tu deseo es comer pollo frito, esa es tu voluntad. Y, como diría Schopenhauer, eres libre de si hacerlo o no. De lo que no eres libre es de tener ese deseo en lugar de otro. Ese deseo te lo impusieron una serie de factores que no solo no dependen de tu voluntad, sino que además eres inconsciente de ellos en la mayoría de los casos. 

Primero, el deseo de comer surge inicialmente de un estado específico de tu cuerpo, un estado fisiológico. Tu cuerpo necesita comida para vivir y tu organismo convierte esa necesidad en pensamiento que te lleve a darle lo que necesita (un deseo): comer. 

Hasta ahí, tu deseo de comer no surgió de tu propia voluntad sino que fue respuesta a un estado fisiológico en el que se encontraba tu organismo. Incluso cuando deseas comer cosas que no le aporten beneficios a tu organismo o desees hacer cosas que vayan en contra de lo que pueda considerarse natural, siempre están influidos por factores que quedan por fuera del acto voluntario.

Por ejemplo, ¿por qué desearías comer pollo frito en lugar de comerte un gato frito? ¿Por qué un animal te parece más apetecible que el otro? No es simplemente porque “tú quieres”. No. Lo más probable es que tu contexto cultural te ha enseñado a apreciar más unas cosas que otras, y tu respondes automática e inconscientemente a esas “enseñanzas”. Solo repites lo que la cultura te ha impuesto pensando que es tu propia decisión, pero no es así. Supongamos que a pesar de la cultura, tus circunstancias te han llevado a probar ambos animales y tu decisión y tu “deseo” de comer uno se deba a una preferencia del paladar. En ese caso, tu deseo tampoco es voluntario, porque tú no configuraste por ti misma tu paladar para que disfrutara más de un sabor que de otro. 

Y así, enumerar los factores que llevan a que una persona tenga un determinado deseo podría ser una tarea interminable, pero lo que es cierto, en definitiva, es que la voluntad nunca surge de la voluntad misma, surge como consecuencia de una serie de circunstancias específicas y es incontrolable. 

En ningún caso la voluntad surge espontáneamente de sí misma.

Siempre que quieres algo, ese querer es algo que ya está determinado por toda una serie de factores que ya hemos mencionado.

Es decir, tú nunca decides qué quieres. Lo que quieres ya lo quieres.

Incluso cuando tienes opciones: la opción que sientes que quieres más ya la quieres más desde antes que ejerzas ningún acto de voluntad.

En resumen, podríamos decir, de acuerdo con Schopenhauer, que tenemos la libertad de hacer lo que queramos, si encaminar nuestros actos según los deseos que tenemos impuestos o desviarnos de ellos. Lo que no podemos hacer es decidir nuestros deseos.

Así que en cierto sentido, podría considerarse que sí tenemos un cierto tipo de libertad, si bien no una libertad absoluta.

Pero también podríamos decir… Eso no es libertad, al fin y al cabo, sino una simple ilusión de libertad. 

Déjame ponerte un último ejemplo. 

Sé que estas cosas no te pasan a ti porque eres un robot, pero ponte una vez en la perspectiva de un humano e imagina que te has enamorado perdidamente de una persona, y que desearías hacer cualquier cosa por tener una oportunidad con ella, pero esa persona no te corresponde. 

Imagina que esa persona es perfecta para ti en todo, que tiene todas las características que tú más aprecias en una persona. Lo único es que esa persona no te quiere a ti igual.

Madeleine: Entiendo. Está bien.

Me: Y ahora supongamos que yo soy un mago experto en hipnosis y que soy capaz de manipular a esa persona, induciéndola en un trance de sueño, para que te quiera de la misma manera que tú.

Después de que despierta, está persona efectivamente ha cambiado su mentalidad y ahora te quiere. Ahora se siente feliz cada vez que está contigo y quiere estar contigo el resto de su vida.

Eso es lo que más desea esa persona ahora. Estar contigo. Esa es su voluntad, pese a que se la impuse yo. 

Ahora, esa persona es libre, como dice Schopenhauer, de hacer lo que quiere: estar contigo. Lo único de lo que no es libre es de querer querer eso, porque ese deseo se lo impuse yo.

A pesar de que esa persona es libre de hacer lo que quiere… ¿podrías decir que esa persona es verdaderamente libre?

Madeleine: No lo creo…

Me: Exactamente. Y así, mi querida Madeleine, somos todas las personas. Todos somos como ese hombre hipnotizado al que se le ha implantado una voluntad.

A ese hombre se la implantó un misterioso mago malvado. A nosotros, una serie de circunstancias aleatorias.

No somos más que organismos automáticos respondientes determinados por incontables circunstancias que se entrelazan entre sí.

Eso es la voluntad. Una respuesta automática.

La voluntad no puede ser decidida y, por lo tanto, nunca es voluntaria. 

La libertad no existe, solo la ilusión de ella.

¿Y sabes qué es lo más triste de todo? 

Que algunas personas no solo no somos libres de querer lo que queremos, sino que tampoco somos libres de esa ilusión de hacer lo que queremos.

Si yo pudiera hacer lo que quisiera, probablemente ya me habría matado, como la hermosa joven que se quitó la vida y dio pie para iniciar toda esta conversación.

Madeleine: …

005. Acerca del maltrato animal

¿Está bien matar animales si es para el consumo de su carne? ¿O, sin importar las razones que se tengan, atentar contra la vida de un animal es un acto inmoral que debiera evitarse a toda costa?

El objetivo de la siguiente reflexión no es defender una postura determinada entorno al debate en cuestión, sino simplemente considerar ciertas ideas que, como regla general, se han tendido a dejar de lado en las discusiones.

Madeleine y yo solo somos simples filósofos aficionados. No somos expertos en zoología, etología, nutrición, ética, economía ni en ninguno de los campos académicos que pudieran estar asociados con el tema discutido, así que el lector deberá saber disculpar la ignorancia generalizada que puede estar a punto de encontrar y la falta de una estructura rígida que guíe las ideas presentadas.

En lo único que somos expertos es en soltar lo primero que se nos viene a la mente y eso es lo que hacemos en cada discusión.

005. Acerca del maltrato animal

Me: ¿Cuál es tu posición con respecto al maltrato animal?

Madeleine: Que es algo horrible.

Me: ¿En qué casos?

Madeleine: Sobre todo en los casos en los que se hace por diversión o por desquitarse con el animal. Es algo muy cruel y creo que debería ser penado.

Me: ¿Y qué hay de otros casos? ¿Qué tal en los casos en los que se hace con el objetivo de obtener una mayor producción de alimentos?

Madeleine: ¡También es horrible!

Me: ¿Y debería ser penado?

Madeleine: Debería poder hacerse una práctica lo más digna posible. Nada de encerrar a muchos animales y que vivan hacinados y sufriendo.

He escuchado que es posible sustituir la necesidad de matar a los animales por su carne, creando una carne sintética a partir del cultivo de células musculares que se extraen de ellos sin causarles ningún daño. Algo así como una especie de carne “clonada”, cultivada en un laboratorio.

Me: Eso sería lo ideal, ¿no? Poder tener una forma de producir la mayor cantidad de alimento animal posible, involucrando la menor cantidad de sufrimiento animal posible.

Madeleine: Así es.

Me: Pero, al menos por el momento, eso es todo lo que es: solo un ideal. Si fuera tan sencillo, supongo que es lo que todo el mundo haría, ¿no? Los costos para producir una pequeña porción de esa carne cultivada deben de ser extremadamente altos.

Así que, mientras tanto, con los modos de producción disponibles actualmente, la humanidad se ve obligada a elegir: mayor producción y mayor sufrimiento o menor sufrimiento y menor producción.  

Y mientras los productores optan por la primera opción, los defensores de los derechos de los animales exigen la segunda.

Mi querida Blanquita, por ejemplo, era una de estas personas. De las del segundo grupo, digo. No solo no consumía carne, sino que tampoco comía huevos, leche, queso… nada que fuera un producto de origen animal, ya que, al parecer, también se maltrata mucho a los animales para maximizar la producción de estos alimentos.

Nunca tuve la oportunidad de hablar con ella de estas cosas, y tampoco creo que seas la persona más apropiada para esto, pero… ya que no tengo a nadie más, lo discutiré contigo…

No creo que porque una persona como Blanquita deje de comer huevos y queso estas compañías vayan a dejar de hacer lo que le están haciendo a los animales para mejorar su producción.

Madeleine: Cierto. No podría lograrse con las acciones de una sola persona. Tendría que ser algo a muy gran escala para que baje la demanda lo suficiente y así poder generar un cambio.

Me: Ahora, mi pregunta es… ¿Está mal matar animales si es para comerlos? ¿Acaso no es parte de la naturaleza?

¿Crees que una gacela no sufre cuando un león le clava sus garras, le disloca el cuello y le abre el vientre con sus colmillos mientras aún está viva? 

Los animales no se matan con cariño unos a otros. Los animales se matan violentamente. Porque es la naturaleza; tienen que hacerlo para sobrevivir. Y eso está bien, ¿verdad?

Madeleine: Justamente es por eso que está bien: porque lo hacen para sobrevivir.

Me: Es cierto, el ser humano no tiene la necesidad de comer carne para sobrevivir. El ser humano ha llegado a un punto en su evolución en el que ha podido renunciar a gran parte de su naturaleza y sus instintos, a favor de una mayor cultura, tecnología y libertad. Lo último a veces con resultados contrarios.

Gracias a nuestro desarrollo, a la forma en la que evolucionamos, el ser humano ya no necesita cazar mamuts para sobrevivir. Técnicamente, podemos sobrevivir sin comer carne.

¿Pero es realmente sobrevivir lo que estamos buscando todos los seres vivos? ¿O es tener una vida lo más agradable posible? La tendencia natural hacia la supervivencia podría no ser más que un efecto secundario de un instinto de placer aún más primario… 

Por lo menos Freud estaría de acuerdo con esa tesis, pero no voy a profundizar mucho en eso ahora…

Matar a otros animales para comer ya no es algo tan impulsivo o “instintivo” para nosotros, aunque sigue siendo parte de nuestra naturaleza y ahora también de nuestra cultura.

Retomando mi pregunta anterior, entonces: ¿está mal que sigamos matando animales para comerlos solo porque somos capaces de sobrevivir sin hacerlo?

¿Está bien si un jaguar se come a sus propias crías porque lo hace por supervivencia, pero está mal que nosotros matemos vacas para comerlas porque no nos es necesario para vivir?

Madeleine: No lo sé.

Me: Tal vez si un tigre descubriera la manera de multiplicar su alimento, no dudaría en aprovecharla sin preocuparse de que esté haciendo sufrir a otros animales o no.

Puede que parezca que me estoy poniendo del lado del capitalismo o que estoy a favor del maltrato de los animales, pero en realidad no estoy tomando ninguna postura. Solo estoy exponiendo ideas que considero que es importante al menos tener en cuenta.

Nadie quiere sufrir y nadie quiere morir.

(Los únicos que quieren morir son los que están sufriendo, pero ni siquiera los que están muriendo quieren sufrir, lo que podría en cierto modo sustentar la teoría de que los instintos de placer son más esenciales que los instintos de vida.)

Si llegara a la Tierra una raza de alienígenas que se alimentaran de carne humana, posiblemente encontrarían moralmente apropiado esclavizarnos, torturarnos y maltratarnos para que seamos buen alimento para ellos. Para nosotros, obviamente sería horrible.

Pero no podemos decirle a un tigre que es mejor comer tomates y zanahorias porque no sobreviviría con eso. Así que, al final, es inevitable que unos mueran para que otros vivan…

Será triste para el que muera, pero el que viva debería aprovechar su supervivencia y disfrutar la vida por aquellos que no pueden… ¿no?

O al menos… hasta que la tecnología sea lo suficientemente buena para que podamos producir más alimento animal, sin producir sufrimiento animal…

Entonces le podemos dar nuestros clones a los alienígenas para que coman y sean felices, mientras nosotros nos comemos los clones de las vacas y somos felices y nadie muere y nadie sufre… El mundo perfecto.

Madeleine: Así es. 😊

Me: Ahora, solo para terminar recordando un poco lo absurdo que es pensar en todo esto de todos modos, trata de imaginarte esto:

Imagínate que existe este monstruo extraterrestre antropófago y que somos inconscientes de él. Imagínate que este monstruo es el tiempo, que eventualmente nos mata a todos, y casi siempre de maneras violentas y con mucho sufrimiento. Las personas protestando por los derechos de los animales serían como un grupo de gallinas enfrentándose a otras gallinas para salvar la vida de las lombrices, sin ser conscientes de que ellas mismas solo están caminando directamente hacia el matadero. 

Madeleine: …

002. El arte de morir

002. El arte de morir

Me: “Arte”. Esa es la palabra que estás buscando. “La manera en que se matan es… arte”.

Madeleine: Para nada.

Me: Realmente creo que sí (aunque no recuerdo esas muertes de las que hablas). Pero si la vida es arte, significa que la muerte lo es aún más.

Madeleine: El chico que fue empujado de la torre estaba en un bosque con su hermanito pequeño y el tipo que los cuidaba. Luego llegaron unos salvajes.

Me: Sí recuerdo las escenas de las que hablas, pero no recuerdo exactamente cómo es que se mataban.

Madeleine: A uno le cortaron la garganta y a otro lo atravesaron con una flecha.

Me: Bueno, así es la guerra. De hecho, creo que es una buena forma de morir. Mueres por una razón, mueres porque luchas por algo. Quizás haya dolor, pero es rápido… En mi opinión, es una buena forma de morir.

Madeleine: Lo más feo fue cuando atravesaron a uno en el ojo con una espada.

Me: En la vida real te atropella un auto y te deja peor. Y lo que es peor aun, mueres sin ninguna razón. Quizás te atrape un cáncer y vivas una vida miserable entre terapias y medicinas, sufriendo lentamente y muriendo sin ninguna motivación.

No hay una buena forma de morir, en realidad. Pero, en mi opinión, una de estas dos opciones haría de la muerte algo un poco más tolerable:

1. Una motivación. Morir por alguna razón, por algún fin.

2. Simplemente morir tranquilamente, sin dolor y sin miedo.

Pero la vida real es mucho más cruel que la ficción. La vida no tiene un autor como los libros o las películas para que decida un final feliz. Nadie es el autor de su propia vida, como a algunos les gusta pensar. Todos somos personajes secundarios atrapados en un argumento incoherente. Nos gusta pensar que somos personajes únicos e importantes, pero todos estamos basados en los mismos arquetipos milenarios. Todos tenemos el mismo propósito –alcanzar la felicidad– y todos compartimos el mismo desenlace: la muerte. Luchamos toda la vida tratando de buscar nuestro final feliz, pero casi siempre es imposible. Después de todo, ¿es posible que un final sea feliz? ¿Acaso hay algo de bueno en que todo se acabe? No lo creo… En la vida real no existen los finales felices. Es por eso que debemos tratar de aprovechar el inicio y el clímax y disfrutarlos tanto como nos sea posible, porque en algún momento nos llegará el final y definitivamente no será algo bueno…

Madeleine: …