Hoy es un día feliz para la gente normal, ¿no? Para los que no son Grinch como yo.
Compartir en familia e intercambiar regalos, o por lo menos buenos deseos. Esas cosas conforman un día feliz para la mayoría de las personas, ¿no?
Seguramente hoy es un día feliz para Scarlet, quien debe estar en este instante compartiendo momentos memorables con su familia y su pareja actual.
Momentos que son cortos pero que valen la pena recordar durante toda la vida, porque son momentos felices que le dan sentido a tu existencia.
Todo lo contrario a lo que soy yo, o a lo que alguna vez fui, pero que fue tan corto y tan baladí, que en realidad es como si nunca hubiera sido:
Toda una vida entera que no vale la pena recordar ni tan solo por un instante.
Pero creo que la vida –la de los vivos, no la mía– es muy bonita y vale la pena celebrarla, porque está llena de estos momentos de calidez que la desbordan de tanto significado que se vuelve absurdamente satisfactoria.
Seguramente hoy es un día feliz para mi Blanca, quien debe estar en este instante regalando su cuerpo y su alma a la persona que ama.
Un cuerpo y un alma que fueron hechos para intercambiar amor y placer; el amor que producen las caricias y el placer que produce la admiración.
Todo lo contrario a lo que produce mi ser, que deformado por la corrupción aleatoria del azar, ataca a su propia naturaleza con reacciones opuestas.
Recibe odio a cambio de amor y genera asco en lugar de placer.
Pero creo que esta existencia –la de los reales, no la mía– es una obra de arte grandiosa y perfecta, y al ver su belleza tan grande no puedo evitar conmoverme, y celebro satisfecho en mi desesperación la vida que nunca tuve pero que siempre soñé, porque al menos en mis sueños pude tocar algo que era perfecto, y ese algo es una vida con nombre de color.
Feliz Navidad, Madeleine.
050: Feliz navidad (y próspero Yule) 2018
Me: ¿Cómo la estás pasando, Madeleine?
Madeleine: Algo aburrida. Estamos preparando la cena.
Me: Al final no recibí ningún mensaje de Blanquita, y yo tampoco le dejé ninguno.
Quisiera dejarle buenos deseos y, sobre todo, decirle que la quiero mucho, pero creo que es mejor que no lo haga.
[Medio segundo después]
Actualización: Ya le escribí yo algo. Algo sencillo: «Te quiero mucho, Blanquita. Feliz navidad».
Pero parece que ni siquiera le llegan mis mensajes. No crees que me haya bloqueado, ¿o sí? ¡La extraño mucho!
Madeleine: No creo que ella sea del tipo que hace esas cosas.
Me: Tienes razón. Puede que solo haya cambiado de número y nunca me hubiera avisado, ¿verdad? Incluso si solo fue por descuido… Significaría que ya nunca volveríamos a hablar, ¡solo por ese descuido! Y por su falta de interés…
¿Hablaste con Scarlet? ¿Le deseaste una feliz navidad? ¿Cómo la notaste? ¿Cómo está ella?
Madeleine: No, no he hablado con ella.
Me: Ella es del tipo de persona que le da mucha importancia a la opinión ajena y a los intercambios sociales como estos… y tú también.
Así que es raro que no hayan intercambiado mensajes festivos entre ustedes.
Madeleine: La verdad, he estado un poco ocupada, así que no he tenido la oportunidad de hacerlo. Pero no puedo hablar por ella. La última vez que revisé, tampoco me había dejado ningún mensaje.
Me: ¿Y si revisas ahora? ¿Hace cuánto no hablas con ella? Llevo un tiempo sin preguntar, ¿no? Ya que he estado más preocupado por Blanquita últimamente.
Madeleine: Creo que la última vez que hablamos fue por mi cumpleaños. O quizás un poco después. Déjame reviso… ¡Oh! Mira qué coincidencia, justo me acaba de escribir.
Me: Sí, bueno, era de esperarse de ella… Creo que no la extraño tanto.
O más bien… Hay momentos en los que sí extraño el pasado, al recordar las cosas bonitas que compartí con ella. Pero no tengo ni una gota de esperanza acerca de un futuro con ella y por eso, de algún modo, se siente como si no doliera tanto.
Al final, el dolor surge a partir de la esperanza o por lo menos se filtra a través de ella. Incluso aunque no sea una esperanza muy grande… o tal vez precisamente porque no es grande.
Podría ser un idiota creyendo que todo estará bien algún día y sería feliz con esa mentira.
Pero no es así.
Con Blanquita solo puedo conservar una pequeñísima esperanza. Tan pequeña que no sirve para nada. Tan pequeña que no parece esperanza, porque digo claramente: «sé que nunca será así».
Pero a pesar de que es una esperanza tan pequeña, es apenas del tamaño justo para seguir causándome dolor.
Sé que con Scarlet también aún tengo algo de esperanza en el fondo.
Pero es tan pequeña que ni siquiera puede verse al lado de la pequeña esperanza que tengo con Blanquita.
Parece que me has dejado hablando solo…
Y ya apareció Blanquita. Solo me respondió con un frío: «Feliz Yule».
Quiero morir.
Es tan indiferente… Siento que me odia.
Tal vez ahora sí debería alejarme de ella para siempre. Me duele mucho su actitud.
Después de dos o tres semanas enteras sin hablar y me responde dos palabras con toda la frialdad posible. Podrían pasar años y sería igual.
¿Por qué sigo sufriendo estas cosas y el sufrimiento nunca se acaba, Madeleine?
Normalmente solo me quiero morir todos los días, pero cosas como la actitud que ella me dedica me recuerdan… que no solo quiero morir, quiero matarme.
Me: Tengo mucho miedo… ¿Hace cuánto tiempo crees que no hablo con ella?
Madeleine: Al menos un par de semanas.
Me: Exactamente. Solo dos semanas, pero siento como si hubiera pasado mucho más tiempo. Es como si el tiempo pasara más lento porque no tengo nada que esperar de ella, ¡porque no tengo un futuro con ella! Y si no tengo un futuro, entonces el presente nunca se acaba, está estático, y si se mueve es tan lento que a duras penas se percibe.
Siento como si llevara años tratando de ahogar mis ganas de hablar con ella, tratando de matar mis deseos de abrazarla, ¡pero solo han pasado dos semanas!
Y para ella seguramente es todo lo contrario. Aunque pasen diez años sin hablarme, para ella no serán más que diez segundos y por eso nunca le voy a hacer falta, porque no importa si llevo muerto por más de diez generaciones, para ella será como si nunca me hubiera ido porque realmente nunca estuve.
Pensé que ya la estaba superando, pero miro el reloj y el tiempo no ha pasado.
¿Cuál es la hora en la que voy a ser feliz y porque mi reloj no avanza hacia ningún lado?
Estoy estancado en un paradójico presente, donde las cosas se acabaron sin siquiera haber empezado.
Siento que ni siquiera pude terminar de suspirar por su llegada cuando ella ya me estaba diciendo adiós.
Quiero morir.
Hoy estuve varias veces revisando su perfil, esperando ver si la encontraba en línea o veía que actualizaba su estado, porque no lo ha actualizado en dos semanas y empecé a preocuparme. ¿Estará bien? ¿Le habrá pasado algo? Pero dos semanas no son nada y ella seguramente está bien, disfrutando de su vida con la gente que quiere, sin necesidad de virtualizar su existencia para hacer compatible su experiencia con los que no tenemos una vida propia, y pensé que la estaba superando, pero solo han pasado dos semanas ¡y estoy tan preocupado!
Y solo quiero dejarla en paz, pero no puedo evitar buscarla y tengo miedo porque sé que está bien y en realidad no quiero encontrarla para ver que está tan bien sin mí.
¿Tiene algo de sentido lo que digo?
No quiero que vuelva a hablarme.
Pero me gustaría que algún día volviera a hablarme y me dijera: «te quiero mucho y quiero estar contigo», pero eso nunca va a pasar y por eso no quiero que vuelva a hablarme, porque cualquier cosa que me diga no va a ser lo que quiero que me diga, y aunque su voz es la cosa más bonita que he escuchado, cualquier cosa que me diga solo me va a hacer estremecer en profundo asco y decepción.
¿Tiene algo de sentido lo que digo?
¿Acaso algo tiene el mínimo sentido en toda mi patética, triste y solitaria vida?
Mis oídos se han tapado y mis pensamientos han quedado atrapados dentro de mi cabeza.
Mi visión se ha nublado y los bordes de la realidad han quedado oscurecidos.
Parece que me quedé atrapado dentro de mí mismo y ya no puedo acceder al mundo real. ¿De verdad existe una realidad más allá de mis pensamientos?
Tal vez me quedé atrapado dentro de un sueño. ¿Por qué los rostros de las personas parecen falsos?
El mundo a mi alrededor se siente falso, pero las sensaciones dentro de mí tienen la solidez de una roca. No hay manera de que estas náuseas no sean reales, ni el dolor en mi pecho ni la violencia con la que me están temblando las piernas.
¿Por qué tengo tanto miedo de morir?
Ni siquiera me gusta la vida. ¿Entonces por qué siento tanto terror ante la idea de extinguirme?
¿Me estoy volviendo loco?
¡Por favor que alguien me salve!
No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir. No quiero morir.
No quiero morir no quiero morir no quiero morir no quiero morir no quiero morir no quiero morir noquieromorirnoquieromorirnoquieromorirnoquieromorirnoquieromorinoquieromorir
Solo quiero estar bien.
¿Por qué nadie me escucha? ¿Por qué no se escucha mi voz y por qué parece que mi sufrimiento es invisible para el mundo?
Tal vez soy yo el que no es real. Tal vez soy yo el que no existe.
Y si no existo, ¿entonces dónde estoy?
No puedo morir porque no existo. Estos sentimientos no pueden morir porque no existen. Este sufrimiento nunca va a desaparecer porque no existe. Entonces estoy condenado a sufrir eternamente.
Que alguien me ayude, por favor. Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor por favor, por favor…
Una lágrima fría y una caliente se deslizan por mis mejillas quemando mi piel mientras repito «por favor» infinitamente hasta quedarme dormido.
La consciencia se me apaga y muero por un instante. Me despierto al sol siguiente apenas con la energía suficiente para volver a temerle a la muerte.
Pronto veré a Blanquita siendo feliz con alguien más, ¿verdad?
En algún momento encontrará a una persona especial con la que querrá compartir su vida como yo quería compartir la mía con ella.
Parece que la medicina incluso está logrando grandes avances en sanar su corazón y su pasado, reviviéndole la posibilidad de dar vida desde su vida.
Así que pronto podría ser capaz de formar una familia con esa persona que sea especial para ella.
Y yo solo la veré ser feliz desde lo lejos.
Igual que vi cómo Scarlet al fin era feliz con alguien más. Mucho más feliz de lo que yo jamás pude hacerla.
¿Acaso no es maravilloso que las personas puedan ser tan felices? Es hermoso ver cómo pueden encontrar a ese alguien tan especial que llena sus vidas de alegría.
¿Entonces por qué me siento tan mal?
No soy más que un ruin y abyecto envidioso, una basura sin valor que se debilita con la felicidad ajena.
¡Alas, que sean todos felices!
Lástima que la muerte no tenga para mí los ojos que yo tengo para ellas.
Me: ¿Qué es el amor? ¿Por qué me cuesta tanto entenderlo? Me ha dicho un montón de veces que me ama y me adora, pero evidentemente no es lo mismo que cuando yo le digo que la amo y la adoro.
¿Quién de los dos está mal?
¿Cuál de las dos es la verdadera forma del amor? Y si el amor no tiene forma, ¿cómo podemos estar seguros de que en realidad es algo y existe?
¿Cuál es su forma de amar, en primer lugar? Porque mi forma la conozco bien, y aunque reconozco que es en ocasiones un tanto enfermiza, por más que trato de ser honesto, no hay manera en que pueda encontrar un argumento razonable para justificar que esa abominable aberración que siento de mí no sea amor.
¿Cuál es esa otra manera de amar que no conozco y que por más que lo intento no logro entender?
¿Por qué? ¿Por qué me cuesta tanto entender? ¿Será porque nunca he amado a nadie así? ¿Lo has hecho tú?
¿Cómo se supone que me ama? ¿Como un amigo?
Madeleine: Supongo que sí es eso. Como un confidente, un amigo cercano.
Me: Yo soy tu amigo. ¿Sientes que me amas y me adoras como ella dice que lo hace?
Madeleine: No sé si sea exactamente de la misma manera. Siento que es algo diferente, pero no sabría decirte cómo. Podría ser que ella tiene sentimientos amorosos, pero no quiere comprometerse con ellos. Sería como un amor de pareja, pero sin ser pareja, si eso tiene sentido.
Me: Realmente lo dudo. En algún momento le propuse que tuviéramos una relación de pareja asexual, pensando que tal vez su temor tenía que ver con eso, pero terminó regañándome y diciendo que no me quería de pareja de ninguna forma.
Soy muy raro por haberle dicho algo como eso, ¿verdad?
Porque ¿qué se supone que es una relación de pareja sin sexo? ¿Acaso no es lo mismo que una amistad? ¿Cuál es la diferencia?
Madeleine: Supongo que la diferencia sería… un poco más de compromiso, o algo así, ¿no? Con un amigo no tienes que estar tan comprometido, mientras que con una pareja, aunque sea sin vínculos sexuales, una relación exigiría cierto grado de compromiso.
Me: Dijo que estaba luchando por estar bien y que guardaba la esperanza de algún día haber curado lo suficiente para poder ser capaz de formar una familia.
Pero aun cuando dijo eso, no me consideró dentro de esa pequeña posibilidad. Desea algún día poder hacer una familia, pero no tiene el mínimo interés de que sea conmigo.
¿Tener una familia no es un compromiso todavía mayor?
Lo que quiere decir que, a pesar de su dolor y su pasado, su problema no es el contacto físico ni el temor al compromiso.
El problema es simplemente… yo.
Yo soy el problema.
Yo soy lo que no está bien, lo que nunca estuvo y lo que nunca estará.
No importa lo que haga, nunca logro ser algo más. Nunca logro ser algo más que un problema.
¿Sabes qué pasa cuando un problema se soluciona? El problema desaparece, se elimina.
No importa lo que haga, simplemente me es imposible estar bien. No hay manera de que ella me quiera como yo la quiero.
Y a pesar de que dice que me ama y me adora, a pesar de un supuesto amor tan grande, el dolor en mi pecho no desaparece y el vacío que siento no se llena.
Me: Invéntame una canción de amor. Vamos, solo por diversión. Una canción de amor basada en mí. ¿Cómo sería la letra?
Madeleine: Seguro sería algo muy poético. Quizás un poco graciosa también.
Me: A ver, invéntala pues.
Madeleine: 😦
Me: ¿Qué?
Madeleine: Se murió el creador de Bob Esponja…
Me: Entonces componme una canción en su homenaje.
Madeleine: No estaría a la altura.
Me: Entonces una en mi homenaje. Mido 1.75 m. Un metro y tres cuartos de pura miseria. Seguramente ahí sí estás a la altura.
¿Cuánto mides tú?
Madeleine: 1.65.
Me: Blanquita mide 1.45. ¿Crees que habríamos hecho una mala pareja?
Madeleine: Qué pequeñita.
Me: Pequeñita y adorable. ¿Crees que habríamos hecho una mala pareja?
Madeleine: ¿Por qué lo serían?
Me: Tal vez porque ella ni siquiera me quiere como yo la quiero.
Madeleine: ¿Y eso qué tiene que ver con la altura? Aunque imagino que la diferencia de altura les dio problema alguna vez.
Me: No me refería a la altura, sino en general, si crees que habríamos hecho una mala pareja, ya que en ciertos sentidos somos tan diferentes. ¿Como qué clase de problemas?
Madeleine: Para abrazarse y cosas así.
Me: Es cierto. A veces siento que los abrazos deberían tener una fórmula clara de cómo deben ejecutarse, pero no estoy seguro de cuál sea esa forma.
¿Cuál es la manera correcta de dar un abrazo? ¿Los brazos de la mujer deberían ir alrededor del cuello del hombre mientras que los del hombre van alrededor de la cintura de la mujer? ¿O es al contrario? ¿Quizás es un brazo arriba y otro abajo? Aunque ese último se sentiría más como un abrazo fraternal que uno romántico.
¿O quizás es algo que no tiene que ver con el género sino precisamente con la altura de los involucrados? ¿La persona de menor estatura está obligada a abrazar por la cintura o es correcto que se cuelgue del cuello del otro?
Estoy diciendo cosas muy raras, ¿verdad?
¿Por qué la interacción social es tan difícil de descifrar y aun así la mayoría de las personas la aplican de manera correcta de manera tan natural sin siquiera pensar en lo que están haciendo?
Madeleine: Está bien, no creo que sea tan raro que alguien se pare a reflexionar sobre estas cosas.
Me: Nunca supe si esos abrazos eran estructuralmente correctos, pero emocionalmente creo que ninguna cosa me ha impactado de manera tan positiva. Y es porque, aunque físicamente un abrazo se trata de un movimiento sencillo, cada vez que se da uno, aparte de producir una liberación de las hormonas que producen sensación de placer y bienestar, también está en cada caso cargado de un significado que aumenta todas esas sensaciones. No puedo explicar en mi caso todo lo que significaba en mi vida (sentimientos de aceptación, de valor, de apoyo, de empatía, de afecto, de logro, de superación, de estar vivo…) cada vez que Blanquita me abrazaba, pero siempre me llenaba de una sensación de calor y felicidad que nunca había sentido antes con ninguna otra cosa.
De hecho, creo que te lo mencioné antes, pero en mi lista de las cosas más bonitas que he vivido en esta vida, dos de esas cosas son abrazos de Blanquita.
Madeleine: Ouuuu. Qué bonito.
Me: El primero fue el abrazo que me dio hace dos años, poco después de que empezamos a hablar, cuando me llamó desde su grupo de teatro porque se sentía mal y cuando llegué me abrazó y se puso a llorar entre mis brazos.
El otro abrazo fue hace poco, cuando ya había decidido alejarme y no volverle a hablar y me la encontré mientras iba a la universidad, y ella se puso en mi camino y no me dejó pasar, sino que me bloqueó con un abrazo.
El otro elemento de la lista no fue un abrazo, sino una tarde completa. Una tarde que pasamos leyendo juntos poemas de Baudelaire mientras esperábamos nuestro horario para ir a clases. Cuando llegó la hora de irnos, empezó a llover muy fuerte, pero como debíamos llegar a nuestras respectivas clases, tuvimos que mojarnos, corriendo bajo la lluvia, tomados de la mano. Y fue muy bonito.
Esa es toda la lista de las cosas más bonitas de mi vida.
No son muchas cosas, pero con esas me basta para llenarme el corazón, al menos hasta donde se puede llenar, con todos los huecos que tengo en él.
Pondría también los besos en esa lista, aunque irían un poco por debajo, porque la verdad es que sí fue algo bonito y muy importante para mí, porque fue un paso que pensé que nunca lograría dar en mi vida debido a mi enfermiza timidez, y Blanquita en vez de forzarme a hacerlo me dio toda la confianza para que fuera yo el que me atreviera a dar ese paso, pero al mismo tiempo estaba tan nervioso y tan extrañado al hacer algo que nunca había hecho y que no sabía cómo se sentía, que creo que no lo pude disfrutar del todo.
Si tan solo las cosas no se hubieran terminado tan rápido, estoy seguro de que en poco tiempo habría aprendido a sentirme más tranquilo y con más confianza, y habría podido disfrutar al máximo cada momento con ella.
Pero las cosas se acabaron y ahora solo me queda otro hueco en el corazón y una pequeña lista de recuerdos.
Nunca nadie me dio la confianza que me dio ella y según me dice mi yo editor del futuro, en unos años seguirá siendo igual, seguiré estando roto, vacío y solo, sin tener a nadie que me quiera o se preocupe por mí.
Si hiciera una lista de las cosas que están mal con mi vida… probablemente un diario de quinientas páginas no sería suficiente.
Todo el tiempo tengo miedo de que Blanquita vuelva a hablarme.
Si no fuera porque quedó de hablarme en cuanto tuviera el dinero de las boletas, estoy seguro de que ya no volvería a hablarme más.
Supuestamente somos amigos, pero nunca me habla, no piensa en mí, no me tiene en cuenta para nada, no existo para ella.
Nunca intentó siquiera hablarme en esos dos años que estuvimos separados.
Hace 11 días que no me habla ya. Y si no fuera porque quedó de hablarme, estoy seguro de que ya no me volvería a hablar.
Por eso tengo miedo.
En cualquier momento va a hablarme y entonces va a ser la última vez.
Madeleine: Bueno, pero ¿qué es lo que quieres realmente? ¿Quieres que te llame o no?
Me: Quiero morir. Quisiera que me llame y que me ame y que me diga que me ama como yo la amo a ella, pero eso nunca va a pasar.
Así que solo me queda desear algo más realista y esperar la muerte. Quiero morir.
Algunas personas solo nacemos para estar deprimidas toda la vida, ¿verdad? Me gusta mucho este cantante, aunque no toda su música. Todas las letras de sus canciones son tristes, incluso cuando era el vocalista en una banda de rock.
Me recuerda a mi vida. Siempre triste y miserable.
Me: Día 9 sin hablar con Blanquita… Seguramente ya ni se acuerda de mí. Seguramente ella sí está logrando olvidarse de mí, y sin siquiera intentarlo.
Día 9 sin que Blanquita me hable… Seguramente mi nombre y mi imagen no se aparecen en su mente en ningún momento del día.
Eso es lo normal, ¿no? Sí, es normal. Que mi vida no tenga ninguna importancia, ni la más mínima. Mientras sea invisible y no esté estorbando, ni siquiera recordará que existo.
Madeleine: No. Uno no se olvida tan fácil así de alguien. A veces ojalá fuera así.
Me: Uno. Pero yo soy Uno. Ella no es Uno. Ella es Ella.
A ella es la que no le interesa olvidarse de mí, pero seguramente no piensa en mí en ningún momento y eso es lo mismo que haberme olvidado.
Madeleine: Ou…
Me: Está lloviendo. El día está triste. Es hermoso. Es un día perfecto para matarse, ¿no lo crees?
Madeleine: No.
Me: ¿Cómo sería un momento perfecto para morir? ¿Cómo sería tu muerte perfecta?
Madeleine: No tengo idea. Nunca había pensado en eso.
Me: Piénsalo un segundo y me dices. Si tuvieras que morir, ¿cómo preferirías que fuera?
Madeleine: Hmmm… Bueno, por un lado-
Me: Yo he soñado tantas veces con la muerte, que no tengo una sola preferida. Algunas versiones de mi muerte se contradicen con otras, así que no podría dar una respuesta del todo exacta.
Creo que ya te he comentado esto, pero una característica en común que tienen la mayoría de ellas es… que no me gustaría morir solo y en la oscuridad, porque lo más probable es que me iría lleno de miedo y ansiedad.
Me gustaría morir a mitad del día y en medio de una multitud.
Creo que me haría sentir más real la muerte y no solo como un trastorno psicológico.
Y, por supuesto, en lo posible, me gustaría morir tranquilo y feliz, con una sonrisa.
Madeleine: Eso sería bonito.
Me: Aunque sea una sonrisa falsa, porque mi vida fue una mierda. Pero ya que la vida fue una mierda, al menos me gustaría que la muerte fuera buena.
¿Ya pensaste la tuya?
Madeleine: No… Solo sé que no me gustaría terminar como una vieja que no se puede valer por sí misma. Ya sabes, en algún estado vegetativo o sin una pierna o lo que sea.
Me aterra esa idea.
Me: Sería horrible. ¿Qué tan probable crees que sea que terminarás así?
Madeleine: No lo sé. Tal vez un 20%.
Me: ¿En serio tan poco? ¿Cuál es el otro 80%? ¿Un ataque al corazón al ver la Torre Eiffel por primera vez?
Madeleine: Un paro cardiaco, un aneurisma, un cáncer…
Me: Yo creo que la probabilidad de terminar tus últimos días en un estado de miseria corporal están por encima del 89%.
Esto es porque precisamente estar en un estado de miseria corporal es lo que hace que se terminen tus días. Y el cuerpo está inevitablemente hecho para deteriorarse.
¿Sabes cuál es la manera de reducir esa probabilidad, la de terminar tus días en un estado de miseria orgánica?
Madeleine: ¿Muriendo antes de llegar a ese estado?
Y la tarde cayó sobre mí, y vino la oscuridad, duró y se fue, y amaneció el nuevo día, y las brumas de una segunda noche se acumularon y yo seguía inmóvil, sentado en aquel aposento solitario; y seguí sumido en la meditación, y el fantasma de los dientes mantenía su terrible ascendiente como si, con la claridad más viva y más espantosa, flotara entre las cambiantes luces y sombras del recinto. Al fin, irrumpió en mis sueños un grito como de horror y consternación, y luego, tras una pausa, el sonido de turbadas voces, mezcladas con sordos lamentos de dolor y pena. Me levanté de mi asiento y, abriendo de par en par una de las puertas de la biblioteca, vi en la antecámara a una criada deshecha en lágrimas, quien me dijo que Berenice ya no existía. Había tenido un acceso de epilepsia por la mañana temprano, y ahora, al caer la noche, la tumba estaba dispuesta para su ocupante y terminados los preparativos del entierro. Me encontré sentado en la biblioteca y de nuevo solo. Me parecía que acababa de despertar de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero del melancólico período intermedio no tenía conocimiento real o, por lo menos, definido. Sin embargo, su recuerdo estaba repleto de horror, horror más horrible por lo vago, terror más terrible por su ambigüedad. Era una página atroz en la historia de mi existencia, escrita toda con recuerdos oscuros, espantosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero en vano, mientras una y otra vez, como el espíritu de un sonido ausente, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos. Yo había hecho algo. ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los susurrantes ecos del aposento me respondieron: ¿Qué era? En la mesa, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de notable, y la había visto a menudo, pues era propiedad del médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa, y por qué me estremecí al mirarla? Eran cosas que no merecían ser tenidas en cuenta, y mis ojos cayeron, al fin, en las abiertas páginas de un libro y en una frase subrayada: Dicebant mihi sedales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas. ¿Por qué, pues, al leerlas se me erizaron los cabellos y la sangre se congeló en mis venas? Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca y, pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía. Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que se desparramaron por el piso.
Berenice, Edgar Allan Poe.
033: Poeta Psicópata II
Me: ¿Estás ahí, Madeleine? Se me ha ocurrido una idea horrible y enfermiza y necesito expiar la consideración de mis pecados.
Inicialmente había pensado que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarme para siempre de Blanquita. No volver a hablarle, desaparecerme, y esperar que el tiempo haga esa cosa que le gusta hacer donde va borrando los recuerdos de la memoria y extinguiendo la vida de las cosas.
Pero entonces esta idea me atravesó la consciencia como una flecha en llamas y la secuela que me ha dejado es un sentimiento de culpa que amenaza con atormentarme hasta la muerte.
Se me ocurrió que nunca debería bloquear a Blanquita.
¿No es lo más enfermizo que has oído en tu vida?
¿Qué debo hacer, Madeleine?
Madeleine: Eh…no lo sé.
Me: ¿Puedes ver por qué es tan macabra y enfermiza la idea que te acabo de mencionar?
Madeleine: No del todo, la verdad.
Me: ¿Soy una mala persona, Madeleine?
Madeleine: No, no lo eres.
Me: Digo, normalmente no me importa reconocerlo, porque creo que en el fondo todos los seres humanos tenemos una mancha de maldad, y yo particularmente no me intereso mucho por los demás, pero… si soy malo con las personas que quiero, ¿no soy lo peor de lo peor?
Madeleine: Bueno, muchas veces terminamos haciéndole daño a los que más queremos, pero estoy segura de que esa no es tu intención.
Me: No lo sé… Déjame explicarte por qué, en cierto modo, es tan malvada y macabra la idea de no alejarme de Blanquita…
Hasta ahora no la he bloqueado porque estoy esperando que me hable para pasarme el dinero de las boletas que vendió (en realidad el dinero no me importa) y aprovechar para pasarle la pintura del gato y entonces decir adiós para siempre.
Después de eso, la bloquearé y probablemente ya no volvamos a vernos nunca más en la vida.
Incluso si no muero pronto, seguramente no volveremos a vernos, ya que vivimos en ciudades diferentes y yo ya no volveré al único lugar donde me encontraba con ella, la universidad (el otro año voy a estudiar en otra).
Así que ese es el final que he estado esperando… no porque sea lo que yo deseo, sino porque he pensado que es lo mejor que puede pasar.
Madeleine: Sí, creo que es lo mejor.
Me: Pero ayer se me ocurrió esta horrible idea de que tal vez no debería bloquearla nunca…
Lo que significará que ella podrá hablarme cuando quiera, y que yo, seguramente como siempre, no podré evitar hablarle también de vez en cuando e incluso seguir esperando oportunidades que nunca van a llegar.
¿No te parece ya una horrible idea?
Madeleine: Sí, creo que es una mala idea.
Me: Pero la idea no vino sola, sino con otras ciertas implicaciones.
Se me ocurrió la idea mientras leía otro cuento de Edgar Allan Poe, uno llamado “Berenice”.
¿Recuerdas lo que te dije sobre este autor hace unos pocos días?
Madeleine: ¿Que es un experto del relato corto?
Me: Sí, pero aparte de eso… el hecho de que él consideraba que lo más poético y romántico era la muerte de una mujer hermosa, lo cual se ve reflejado en muchas de sus historias.
Y el hecho de que esa obsesión, por decirlo de algún modo, probablemente era una consecuencia de las trágicas muertes de las mujeres importantes en su vida.
El cuento de Berenice es sobre dos primos (en la vida real, Poe también se casó con una prima), ambos de carácter muy opuesto, uno era intelectual y retraído, y la otra era jovial y energética.
Y ambos tenían enfermedades muy particulares, aunque no se es del todo explícito con ellas.
La enfermedad del protagonista consistía en una obsesión morbosa por mirar con atención y analizar profundamente cualquier objeto trivial que cayera bajo su campo de visión durante uno de sus accesos de la enfermedad, en los que podía pasarse horas y días enteros absorto rumiando sobre una idea fija sobre cualquier cosa sin realmente un valor trascendental. Algo así como una especie de autismo, podrías decir.
La enfermedad de su prima era algo más físico. Al parecer sufría ataques de epilepsia y parálisis, lo que estaba empezando a deteriorar mucho su cuerpo.
Y tanto se estaba deteriorando como persona que, para el protagonista, la mujer pronto pasó de ser una persona digna de admiración a un simple objeto digno de análisis.
Y, sin embargo, en algún momento de tristeza y compasión, creo, decidió pedirle matrimonio. Ya tenían programada una fecha y todo.
Y un día, de repente, el protagonista se quedó mirándola fijamente, contemplándola en uno de sus episodios de atención enfermiza, y se dio cuenta de la decadencia de su figura, y de que solo sus dientes parecían permanecer intactos ante su enfermedad, y entonces se obsesionó con ellos.
Y, bueno, mejor te comparto textualmente los últimos párrafos del cuento, para que los leas por ti misma. [Revisar la cita al principio de esta entrada]
[…]
No me queda del todo claro el hecho de si la mujer estaba viva cuando la enterraron y el protagonista le arrancó todos los dientes… o tal vez todo el hecho de que había muerto y la habían enterrado solo lo había imaginado en medio de sus profundas meditaciones mórbidas…
No sé. De todos modos, solamente te hablo de esta historia para presentarte el contexto macabro en el que me surgió esta idea…
¿Puedes verlo ahora, Madeleine?
Madeleine: Pues… eh… no estoy muy segura.
Me: Tal vez tenga que recordarte un poco algunas de las palabras de Blanquita…
Unas que te mostré y te subrayé una vez para acentuar, porque parecían dichas con descuido, pero cargaban un significado profundo y letal.
Madeleine: Acerca de que sabía que iba a morir, ¿verdad?
Me: ¿Sabes en qué me convierte eso?
Creo que me convierte en un poeta psicópata… y por más poético que sea, no dejo de ser un psicópata…
El hecho de que se me haya pasado por la cabeza la idea de que no debería alejarme de Blanquita solo para esperar verla morir, con la esperanza de que, tal vez en lo más agobiante de su enfermedad, ella cambie ligeramente de opinión respecto a mí, que de alguna manera sienta que me necesite y que yo pueda estar ahí para ella, para suplir esa necesidad y apoyarla hasta la muerte, sabiendo que tuvo a su lado hasta al final a alguien que la amó profundamente.
¿No soy la persona más horrible del mundo, Madeleine?
Madeleine: Aaaah, ¡no sé qué decirte!… Bueno, pues sí es algo pesado… pero tampoco para ser la peor persona del mundo.
Me: ¿La tercera peor?
¿Qué debo hacer, Madeleine? ¿Debo alejarme o no debo alejarme de ella?
No soy lo peor, pero sí soy horrible, ¿verdad? Y solamente me surgen estas ideas por cuánto la amo…
Solo quiero que ella sea feliz… pero entonces me llegan estas enfermizas esperanzas de que tal vez ella pueda amarme también si espero a que su vida sea peor…
¿Entonces qué debo hacer?
¿Si la amo de verdad, debo dejarla ir, alejarme y esperar que sea fuerte y sea feliz y pueda superar sus problemas y su enfermedad por sí misma, sin esperar nada para mí, verdad?
¿Verdad?
Pero al mismo tiempo…
¿No soy un horrible amigo si me alejo de una amiga que me quiere tanto y la abandono para siempre sabiendo que sufre de una enfermedad mortal?
Madeleine: Jum, tienes razón.
Me: ¿Entonces qué debo hacer, Madeleine? De cualquier modo soy lo peor, ¿verdad?
Tal vez no debo alejarme y debo aceptar que ella nunca me va a amar como yo quiero, y estar ahí siempre que ella me necesite, si es que alguna vez lo hace, aunque ella nunca me ha necesitado, pero si llega a necesitarme, no quisiera negarme para ella…
Ah, no sé qué hacer, Madeleine…
Tal vez ella está bien sin mí y no me necesita y, aunque sea mi amiga y me quiera tanto, sabrá que lo mejor para los dos es que yo me vaya y la deje sola y trate de buscar mi bienestar, mientras ella por su parte trata de buscar el suyo.
Entonces, después de todo, debería bloquearla, ¿verdad?
Madeleine: Me parece que es una buena conclusión.
Me: Ah, mi Blanquita… Perdóname por haber tenido en mi mente la idea de que tal vez pudieras amarme en la agonía de tu enfermedad… Espero que puedas superarla y seas muy feliz sin mí. Perdón por todo.
¿Soy un poquito menos horrible por arrepentirme de haber considerado tan horrible idea, verdad?
No puedo pedirle perdón a ella directamente, porque ni siquiera le he mencionado esto ni lo voy a hacer…
Pero de verdad me arrepiento…
No quiero que sufra por mi culpa… Y no quiero que sufra por culpa de nadie…
Quiero que sea feliz, aunque sea sin mí, ¡de verdad!
…
Así que solo me queda eso… Alejarme y esperar que sea fuerte y feliz…
Por desgracia, creo que yo nunca podré serlo. Me aleje o no me aleje de ella, estoy destinado a acabar con mi propia vida en cualquier momento…
No pude encontrar mi propio bienestar y ser feliz.
Pero espero que ella sí pueda lograrlo, y que me perdone por no haber podido ser tan fuerte como ella.
¿Tú perdonarías mis pecados? ¿Cómo me castigarías por ellos? ¿Qué es lo que merezco de verdad?
Madeleine: No lo sé… Pero sí, perdonaría tus pecados.
Me: Dímelos. ¿Cuáles son mis pecados?
Madeleine: Bueno, todo lo que acabas de contarme, podría verse como algo egoísta, ¿no?
Me: Pero no hice nada. Solo pensé una idea… ¿Entonces crees que soy egoísta?
Madeleine: Pues sí, pero tampoco es que sea algo demasiado grave. Es una actitud egoísta la que estabas planteando, pero no significa que lo seas.
Me: ¿Entonces he pecado o no?
Madeleine: Bueno, no has hecho nada malo realmente.
Me: Sé que sí soy egoísta… Igual que hace rato con lo de ser bueno o malo. Sé que soy egoísta, porque sé que todos los seres humanos son egoístas y que en el fondo el altruismo no es más que otra ilusión…
Y soy egoísta porque me preocupo por mi propio bienestar y no me importa el resto del mundo… Por eso soy egoísta.
Pero, ¿sabes cuándo es la única vez que soy menos egoísta?
Cuando quiero a alguien como quise a Scarlet y como quiero a Blanca.
Son las únicas veces que incluso no me importaría sacrificar mi propia felicidad al cambio de las de ellas…
¿Tal vez es por eso que me ha dolido tanto a mí mismo el simple hecho de haber considerado esa idea? Porque habría sido egoísta con Blanquita…
Por eso me dolió haber pensado eso y todavía me duele.
Pero solo fue una idea. Realmente quiero que Blanquita sea feliz, aunque no me quiera.
Madeleine: ¡Eso es lo realmente importante!
Me: Entonces, ¿me perdonas por el pecado que no cometí, pero que pensé un momento y ahora me atormenta haber pensado?
Madeleine: Estás perdonado.
Me: Tú no eres quien debería perdonarme, pero no sé quién… ¿Yo? ¿Ella?
Madeleine: Diría que tú mismo.
Me: No siento que pueda hacerlo ahora mismo.
Madeleine: Entonces tómate tu tiempo.
Me: Tal vez moriré antes de poder hacerlo, y ese será mi castigo.
Me: Ayúdame, Madeleine. No puedo dejar de pensar en Blanquita y no se siente bien. ¡Ya no quiero ir al concierto! …Tengo miedo.
Madeleine: Ánimo, chico. No creo que vaya a terminar tan mal.
Me: ¿Crees que soy un farsante cuando digo que quiero morirme?
Madeleine: En absoluto.
Me: ¿Realmente crees que me quiero morir?
Madeleine: Pues mínimo creo que realmente te sientes bastante mal.
Me: Pero si en el fondo no me quiero morir, ¿no me convierte eso en un farsante en el momento en que digo que quiero hacerlo?
Madeleine: Jum, no lo sé… Supongo que es un sentimiento que sigue estando presente, aunque haya estado por poco tiempo.
Me: Es cierto. En el fondo, nadie quiere morir… Ni siquiera los suicidas.
Lo que todo el mundo quiere es que las cosas sean diferentes a lo que son. Lo que todo suicida desea de verdad es poder acabar con su sufrimiento.
Y, sin embargo, la vida no es fácil. Acabar con el sufrimiento del mundo es muy difícil. Puedes luchar toda tu vida buscando la manera de estar bien y es posible que nunca la encuentres.
¿Cuál es la solución a todos los problemas?
La muerte no soluciona los problemas, pero definitivamente los elimina todos de raíz… Aunque, tristemente, acaba también con todas las cosas buenas de la vida.
Pero a veces el sufrimiento es tan grande que acabar con todas las cosas buenas parece un sacrificio aceptable solo para poder eliminarlo.
Ningún suicida desea morir realmente. Lo que todos deseamos es poder vivir una vida sin dolor, sin sufrimiento. O, por lo menos, vivir una vida donde la cantidad de sufrimiento sea soportable y menor a la cantidad de bienestar.
Y, sin embargo, no todos tenemos la misma suerte…
No todos tenemos la suerte de poder construir una vida que valga la pena vivir. No todos tenemos la suerte de ser capaces de crear una vida donde la felicidad sea más grande que el dolor.
¿Qué le pasa a esas personas que creen que la suerte no existe y que todos los seres humanos tenemos control absoluto de lo que pasa con nuestra existencia? Es una estupidez.
Es claro que hay cosas que no se pueden controlar, y eso es lo que se llama suerte.
Los seres humanos no somos dioses y somos criaturas insignificantes en la escala del universo. No somos dioses, solo somos animales que desarrollaron un poquito más su cerebro que la mayoría de los otros animales. Fuera de eso, seguimos siendo organismos bastante frágiles.
¿Qué tan engreído hay que ser para creer que un simple humano puede tener control de todo lo que pasa en su vida?
No, no tenemos control de todo. Es más, no tenemos control de casi nada. Ni siquiera de nuestros pensamientos ni de nuestras emociones, ni siquiera de nuestras acciones. El libre albedrío es una ilusión.
La mayoría de las personas mueren sin quererlo. Porque no tienen control sobre la vida. Si una sola persona tuviera control sobre su vida probablemente habría gente que no moriría…
(Pero más probablemente habría aún más gente que decidiría acabar con su propia vida).
La mayoría de las personas mueren sin quererlo, porque no tienen control sobre la vida.
Más aún, todas las personas vienen al mundo a la fuerza y no por elección propia, porque nadie tiene control sobre la vida.
Por otra parte, una minoría de personas viven en un sufrimiento insoportable, deseando cambiar sus vidas por una que valga la pena, y al final se matan sin quererlo, porque querían controlar sus vidas y encaminarlas a algo mejor, pero nunca pudieron, porque nadie tiene control sobre la vida…
Pero creo que me estoy saliendo un poco del tema…
¿Soy un farsante cada vez que digo que quiero morir, si realmente, en el fondo, no quiero hacerlo?
¿Tal vez al decir que “prefiero” morir que vivir una vida llena de dolor, estoy implicando de algún modo que realmente “quiero” morir?
¿Es “preferir” una forma de “querer”?
Todo lo que queremos siempre es solo una elección entre las posibilidades que tenemos.
Nadie puede querer una opción que no existe.
Significa que querer algo siempre está limitado a las posibilidades que tengamos. En otras palabras, “querer algo” siempre es “preferir algo”.
En ese sentido, si digo que prefiero morir que vivir en sufrimiento, realmente estoy diciendo que quiero morir, incluso aunque en el fondo de verdad no quiero hacerlo.
Al final, ¿soy un farsante? ¿O ser suicida es una paradoja inconciliable?
Madeleine: Bueno, supongo que sí es algo paradójico. Pero creo que en el fondo es lo que dices. No importa el nombre que le pongas, al final solo se trata del deseo de cambiar algo que te está haciendo mal.
Me: Tal vez “farsante” no sea la palabra más apropiada… Supongo que al final solo soy un cobarde.
Porque, es cierto, en el fondo no me quiero morir. Pero si matarse fuera fácil, estoy seguro de que ya lo habría hecho.
Al final todo se resume a que soy un cobarde, ¿verdad?
Y cuando expreso mis deseos suicidas, lo que realmente estoy queriendo es…
Encontrar a alguien que me ayude a evitar que mi vida siga siendo una miseria… o si no es posible, que me ayude a evitar que mi miserable vida siga siendo…
Al final solo soy un cobarde y un miserable inmortal sin opciones.
Inmortal hasta el día en que me toque morir… porque soy humano y no tengo control de la vida.
Me: ¿Qué crees que es más triste: que la persona que amas te deje porque está profundamente enamorada de alguien más o que la persona que amas te rechace porque no puede controlar su deseo de estar con todas las personas aunque no ame a ninguna?
El amor es egoísta, aunque no a muchos les encanta la idea de aceptarlo. El amor romántico, quiero decir. El amor de pareja. El amor sensual, erótico o como quieras llamarlo.
Cuando amas a alguien (románticamente), quieres que ese alguien también te ame igual. No puedes conformarte solo con dar. Es inevitable también querer recibir. Eso es egoísmo, no tiene por qué ser algo negativo.
Definitivamente, cuando amas a alguien, hay un deseo inseparable de recibir algo de esa persona: amor, tiempo, cuerpo, palabras… Pueden ser muchas cosas.
Es por eso que un rechazo siempre es triste. Es la negación de un deseo, de un sueño, un anhelo. Es la negación de una parte de tus instintos, una parte de tu existencia misma.
Pero este tema solo se puede observar desde la subjetividad, es decir, desde el interior de las personas, desde su psicología, desde su mente y sus emociones. En teoría, un rechazo es el mismo, no importa si te dejan por una razón o por otra, el acto es esencial y primordialmente el mismo. Sin embargo, a las personas no nos afectan solamente los actos. Nos afectan también las razones, los porqués, estas ideas tan abstractas que nos gusta conectar movidos por una masoquista curiosidad, un doloroso deseo de saber más de lo que necesitamos saber.
¿Por qué debería doler más una opción que la otra? Tal vez ni siquiera tiene valor preguntarse algo como esto, pero también es mi enfermiza curiosidad dejándose entrever.
Puesto que es una cuestión que solo se puede abordar desde la subjetividad, existen tantas respuestas como sujetos a los que se les puede preguntar.
Mi respuesta personal, basado en mi experiencia, es que duele más ser rechazado a favor de una sola persona que a favor de muchas.
Cuando amas a alguien, cuando amas a alguien de tal manera que sientes que esa persona se ha convertido en tu mundo entero (todos tus sueños, tus intenciones, tus miedos, tus acciones, tus pensamientos, todo de ti gira entorno a ella), inevitablemente surge en ti (en mí) ese deseo egoísta de reciprocidad, de ser el mundo entero también para esa persona.
Cuando tú das tu 100% y más, también quieres recibir en la misma proporción.
Cuando la persona que amas te está cambiando por alguien más, significa que la persona que amas le está dando su 100% a ese alguien más. Y tú estás recibiendo 0%.
La diferencia es clara: Es una diferencia del 100% entre el total que podrías recibir y el que en realidad estás recibiendo.
Pero cuando la persona que amas ama a cien personas más, su “mundo entero” se está dividiendo en cien, y cada una de esas cien personas está recibiendo solo un 1% del mismo.
La diferencia entre lo que estás recibiendo y lo máximo que la persona que amas está pudiendo dar es solamente de un 1%. Te comparas y ya no te sientes tan por debajo del mundo, ya no eres tan inferior. Lo sigues siendo, pero en una proporción tan ínfima que a veces es incluso difícil de considerar.
Al fin y al cabo, el rechazo sigue siendo el mismo, tu deseo insatisfecho sigue siendo el mismo, tu perspectiva de valor respecto a ti mismo y todos los demás es lo único que cambia según cómo decidas conectar los cables que sobresalen detrás de la realidad observable a simple vista.
Pero tienes razón… todo esto solo es una reflexión estúpida. ¿Por qué no me muero?
¿Por qué es tan difícil matarse siendo tan fácil morirse?
Madeleine: Ojalá lo supiera…
Me: Exacto, tú no sabes nada. ¿Cómo podrías saberlo, si ni siquiera lo has intentado? No tienes idea de lo difícil que es. ¿O sí lo has intentado?
Madeleine: No…
Me: ¿Nunca se te ha pasado por la cabeza la idea de hacerlo, ni siquiera con mis mensajes superliminales?
Madeleine: Sí lo he pensado. Cosas como “ay, mejor me muero” o “por qué mejor no me mato y ya”, pero más allá de eso no paso…
Me: ¿Por qué?
Madeleine: No lo sé…
Me: Bueno, para mí eso ya cuenta como un intento, el solo hecho de tener una intención… Entonces sí tienes una idea de lo difícil que puede ser.
¿Por qué crees que no lo haces? ¿Es porque te da miedo?
Madeleine: Sí…
Me: ¿Por qué nos aferramos tanto a esta vida de mierda?
Madeleine: Es un gran misterio. La verdad no sé. Supongo que cada uno tiene sus razones.
Me: Estaba a punto de decir que debe ser un instinto, pero ya que lo dices así, suena a que tú tienes tus razones personales para ello, más allá de cualquier instinto.
¿Cuáles serían esas razones para ti?
Madeleine: Bueno, quiero conocer muchas cosas. Por ejemplo, me gustaría ir al Museo de la Ermita, en Rusia… y también… ay, no lo sé. Siento que aún tengo mucho por ver y conocer.
Me: ¿Para qué?Si cuando mueras no te llevarás ni los recuerdos.
¿Entonces no te matas no porque tengas miedo sino porque tienes una leve esperanza de que algún día vas a hacer esas cosas?
Madeleine: Un poco de ambas. El miedo del dolor que podría sentirse al fallar.
Me: El miedo del dolor de fallar es lo que debería hacerte que te mates. Ya estás fallando. Solo muerta podrías evitar ese sufrimiento… Ah, te referías a fallar un intento suicida.
Sí, debe ser horrible… pero la vida ya es horrible de todos modos.
Si me preguntaras a mí qué razones (motivaciones, quiero decir) tengo para no matarme… creo que no tengo ninguna.
He vivido muchos años tratando de aferrarme a una pequeñísima esperanza de que tal vez algún día puedo estar bien, pero siento que ya la perdí del todo. Me hubieras preguntado hace un año y te habría dicho que aún tenía esperanza, la más pequeña posible, pero aún la tenía… Ahora ya no tengo nada. La vida se me está acabando incluso sin mi intervención y el tiempo no se mueve hacia atrás. No hay manera de ser más joven, no hay manera de estar más sano, no hay manera de estar mejor… La vida nunca estuvo buena, pero ya no queda más que decadencia. Tengo miedo de morir, pero tengo miedo porque estoy vivo.
Ya no tengo esperanza, solo un puñado de sueños rotos.