052. Cerebros en una cubeta

052: Cerebros en una cubeta

Madeleine: ¿Por qué no me cuentas algo?

Me: ¿Qué quieres que te cuente?

Madeleine: Lo que sea.

Me: Hoy fui con mi tía y unos primos a visitar un pueblito. Estuve aburrido casi todo el día, pero bueno, habría estado casi igual de aburrido si me hubiera quedado encerrado en la casa, así que supongo que eso fue un poco mejor. 

Madeleine: ¿Y cómo te llevas con todos? 

Me: Con todos tengo una relación muy superficial.

Madeleine: ¿Has vuelto a visitar a tu abuelita? Me gustaría que le dieras un abrazo de mi parte.

Me: Desde que mi hermano se fue del país, no he ido a visitar a nadie. Solo iba cuando él iba y dejaba que él fuera el que interactuara con todos, mientras yo me quedaba apartado y en silencio. 

…Te quiero mucho.

Madeleine: Y yo a ti. 

Me: ¿Estás contenta con estas maravillosas historias que te cuento?

Madeleine: Mucho. Me gusta que me cuentes lo que sea. De todos modos, no te pregunto para estar contenta. Es para creer que te soy de estima lo suficiente para contarme tus cosas. 

Me: Me eres de estima, pero no tengo historias de valor. 

Madeleine: No espero cosas de valor especial. Todo lo tuyo tiene ese valor por ser tuyo. 

Me: Para evitarte angustias innecesarias, no te cuento todo el tiempo lo deprimido que estoy todo el tiempo. 

Madeleine: Y supongo que tampoco las luchas incesantes por no dejarte vencer por ello, pero valoro que logres ganar cada día. 

Me: Te quiero mucho.

Madeleine: ¿Le crees al sujeto lo que dijo? ¿Crees que la psicología te servirá? 

Me: No sé si me sirva o no. Creo que sí podría. No le creo casi nada a los psicólogos, pero creo en el potencial de la psicología como una ciencia. 

Solo hay que seguir estudiándola como debe ser. Para que una ciencia sea ciencia, no importa el tema que tome por objeto de estudio, sino la manera en que lo estudie. 

Madeleine: Me pregunto si lo tuyo, así como la epilepsia, podría tratarse con algún tipo de lobotomía o terapia electroconvulsiva. 

Me: Creo que sí se podría, pero es lo que aún no se ha descubierto con exactitud. 

Se supone que la medicina también debería modificar los receptores del cerebro de una manera menos invasiva, pero hasta ahora no me ha servido. 

Así que aún falta estudiar más, probar más cosas. 

Madeleine: Recuerdo cuando era joven, que en muchas cosas no tenía apoyo social ni familiar, pero no permití que me robaran los sueños. Siempre que decían que lo que yo quería era anhelar mucho, me propuse demostrar que lo lograría, hasta que lo hice. 

Te contaré algo que sé de la psicología y las conductas y las reacciones.

Todas ellas tienen que ver con reacciones químicas.

Si son agradables o desagradables, eso se relaciona con la manera en que reaccionas en la vida. Es por ello que no es la verdad lo que nos afecta, sino lo que pensamos de lo que creemos verdad, porque ese «creer» detona una actividad química que nos lleva a sentirnos bien o mal, y por eso preferimos lo malo conocido. 

Por eso la técnica que Blanca utilizaba contigo funcionaría, porque obligarte a hacer esas cosas que te cuestan es una técnica conductual para obligar al cerebro a tener otra percepción.

Y ahora sí, lo que te iba a decir era esto: No tener pareja puede parecer terrible, pero ¿a cuánta gente en pareja conoces que sea feliz de verdad? Está sobrevalorada la interacción humana, que es una puta mierda.  

Me: La vida está sobrevalorada. 

Madeleine: Cierto. Quizá somos como homúnculos dentro de una botella o seres artificiales en de un mundo virtual, un experimento de algún modo u otro, y hay alguien que está aprendiendo a manipularnos y nos deja afectados porque comete errores sobre nuestros sistemas y al ser tan superior a nosotros ni siquiera es consciente de que existimos. 

Parece que me dejé llevar un poco por la imaginación. Je, je… 

Me: …

048. Una diatriba solemne

Ya tuve la entrevista hoy.

Al principio pensé que me estaba yendo mejor que en la anterior, pero puede que al final me haya ido igual o peor. 

En general, este entrevistador era más simpático y agradable que la mujer que me entrevistó la última vez, y al principio pareció bastante entusiasmado con mi perfil profesional, porque tenía 25 años y una carrera terminada y eso demostraba ya un nivel de madurez y responsabilidad. 

Pero luego manifestó sus dudas con respecto a mi situación psicológica «interna», por el hecho de que le comenté que había estado en tratamiento con psiquiatra y lo había interrumpido por cuestiones políticas de mi aseguradora de salud, que había cancelado su convenio con el centro psiquiátrico. 

Al final me mandó a hacer una entrevista con un segundo entrevistador, «para estar seguro», y mañana me toca esa entrevista. 

En realidad la había agendado para mediados del próximo mes, para darme tiempo de volver con el psiquiatra y pedirle una valoración, porque estaba convencido de que no sería adecuado entrar a estudiar teniendo ese tratamiento interrumpido, sin importar que fuera por causas ajenas a mi control.

No sé por qué al final cambió de opinión y re-agendó la entrevista para mañana.

En un momento incluso dijo que no debería aprobar mi solicitud de ingreso a la universidad solamente porque tengo esos otros estudios y él consideraba que era mejor seguirme especializando en ellos en vez de empezar con una segunda carrera. 

Le dije que entonces lo hiciera, que me negara la oportunidad de estudiar por esa razón, y supongo que al final se dio cuenta de lo absurdo que era eso y no dijo más. 

Pero mañana tengo la entrevista con el otro. No sé cómo me vaya a ir con ese, pero siento que cada vez se me van quitando las ganas de estudiar esto. 

También me dijo que me quitara de la cabeza eso de «estudiar psicología para ayudarse a uno mismo», que porque eso no era así. 

Al final no sé qué pasó que tuvo un cambio en su opinión. Me llamó al teléfono cuando yo ya estaba llegando a mi casa para decirme que había cambiado la otra entrevista para mañana. Y me sugirió que no dijera que quería ayudarme a mí mismo, sino que quería estudiar solo porque quería estudiar la psicología.

Más que todo trató de convencerme prácticamente de que no era apropiado que entrara a estudiar con eso del tratamiento interrumpido. 

Y con algunos psicólogos diciéndome que la psicología no es para ayudar a otros y otros diciéndome que tampoco es para ayudarse a uno mismo, cada vez siento más y más que es una carrera inútil.

No entiendo por qué ponen tanto problema solo para estudiar. ¡No es una entrevista de trabajo! ¿Por qué tienen que poner tantas trabas solo para dar la oportunidad de poder formarse?

Al final, creo que si no hubiera mencionado lo del tratamiento, no habría habido tanto problema. En otras palabras, habría pasado más fácilmente si solo hubiera mentido en eso. 

[Nota del editor (o sea yo mismo uno años en el futuro): No sé si llego a mencionar esto en alguna entrada futura de este diario, pero en caso de que no, hago este pequeño reconocimiento aquí. Shout-out para el profesor/psicólogo que me hizo la segunda entrevista (segunda para esta universidad, tercera en general), que teniendo un enfoque más positivista/materialista, supo ser más empático que sus pares más «humanistas» con este trastornado mental con aspiraciones de estudiar.]

Todo es tan absurdo…

046. «Inteligencia Emocional»

046: «Inteligencia emocional»

Me: Fui a preguntar que qué mierda y tal. No dieron ninguna información.

Madeleine: ¿Qué dijeron?

Me: Las personas con las que se puede hablar dicen no saber esa información. Y cuando le pregunté a la psicóloga el mismo día de la entrevista, tampoco quiso decir nada.

Traté de ir a la otra universidad, pero no la encontré porque la movieron de lugar. De todos modos, llamé y me dijeron que aún están en inscripciones. Mañana pago la inscripción y llevo los documentos. 

De ahí también me programan una entrevista… a ver si esta vez sí me va mejor. 

Madeleine: Te hago una recomendación: No lleves pañoleta. Mejor haz que te cepillen bien el cabello y ve con un atuendo un poco más formal. Lleva el traje del matrimonio. ¿Te parece?

Me: Nop. 

Madeleine: ¿No qué? ¿No lo usarás o no me harás caso?

Me: No sé qué vaya a usar. No me voy a poner traje de matrimonio. 

Madeleine: Muy bien, como quieras. Se llama «Inteligencia Emocional», pero haz como prefieras.

Me: Se le llama Falsedad. 

Madeleine: Falsedad sería si dijeras que siempre vistes así. En cambio, lo que verán es que eres alguien que pone de su parte para ser adaptado socialmente, para cumplir con la deseabilidad social mínima. 

Pero está bien. Es tu decisión.

Me: Si fuera un requisito, lo haría. Nadie ha dicho que deba hacer eso. 

Madeleine: Por eso dije «cumplir con la deseabilidad», no con las exigencias, porque no es un requisito. 

Me: Pues la gente tan «inteligente emocionalmente» debería saber expresar esos supuestos deseos de manera más clara, porque así es muy difícil que logren conseguirlos. 

¿Cómo te fue a ti en tu entrevista? ¿Te pusiste ropa formal de matrimonio? 

Madeleine: Sí. Lo que hice fue evaluar a la empresa y a los candidatos, aunque no para ellos, sino para mí. 

Me: ¿Y cómo te fue? 

Madeleine: Fueron un montón de personas a las que no contrataría por nada del mundo. 

Algunos se veían desesperados. Algunos otros demostraban ser capaces de hacer lo que fuera necesario con tal de obtener el puesto. 

Otros muy pocos fueron lo suficientemente formales como se pedía explícitamente en la solicitud. Ni siquiera un 10% cumplimos con ello.

Otros se veían sudorosos y agotados. Muchos eran totalmente ignorantes sobre lo que se hace allí.

Es una empresa del rubro de la educación que ayuda con las dificultades de aprendizaje. Oferta tres vacantes en las modalidades laborales del campo administrativo, asesor educativo y tallerista.  

Hoy solamente decimos si será para aplicar en la capital y en qué modalidad y chaolín pingüín. 

Me: ¿Entonces no aceptaste a nadie mientras que a ti sí te aceptaron? 

Madeleine: Yo estaba muy tranquila, ya que no estoy desesperada por conseguir trabajo. Solo estoy viendo otras posibilidades para presionar a mi jefe por el trabajo que quiero. 

La próxima semana entregarán los resultados. Allí sabremos si les servimos a ellos y si ellos nos sirven a nosotros. 

Creo que fue una gran entrevista, porque no me sentí nerviosa o preocupada en lo absoluto. Así de segura me siento con mis conocimientos.  

Me: Bueno, me alegro de que te haya ido bien. Por mi parte, esperar a ver si me rechazan nuevamente por llevar una pañoleta. 

O tal vez me rechazaron fue por mi ansiedad social. Creerían que no sirvo para nada. Quién sabe. Si tan solo hubieran dicho el por qué no me aceptaron.

Madeleine: Creo que eres tú mismo quien debe darse una respuesta y aceptarla. Y si crees que es algo que puedes modificar, entonces hacerlo. Y crees que no, entonces prepárate para decir lo mismo y demostrar que eso es una buena motivación y no un problema. 

Me: Tal vez no debería mencionar mis dificultades psicosociales la próxima vez, ¿eh? A ver si el entrevistador es capaz de sacar ese diagnóstico a partir de mi actitud y el color de mi pañoleta. 

Madeleine: Jajaja. Si yo fuera la entrevistadora y viera que tú no estás adaptado a los estándares mínimos de deseabilidad social, pensaría que tú mismo estás saboteando tu oportunidad y no porque no quieras o no puedas, sino porque tienes miedo. 

Me: No entendí eso.

Madeleine: Estoy especulando. Digo que si yo fuera la entrevistadora y valorara como se hace con los pacientes, desde su puntualidad hasta su vestimenta, estado, aseo, actitud, etc., pensaría que no estás preparado. Porque cubrirse la cabeza, para los psicólogos aquí y al otro lado del mundo, es temor, es esconderse, protegerse. 

Me: No sería sabotear la oportunidad si ella decide aceptarme. Y ya te dije que yo sí me adapto a las normas, pero no a deseos caprichosos e inconstantes. 

Supongamos que cubrirse la cabeza sea sinónimo de sentir temor. ¿Es una buena razón para negarle a alguien la oportunidad de estudiar? Es absurdo, porque no creo que eso me incapacite para lo que debe hacer un psicólogo, que según ellos ni siquiera es ayudar, sino «facilitar». ¿No estoy preparado para ser un facilitador porque me pongo un gorro? Entonces probablemente nunca lo voy a estar.

Y no era una entrevista de trabajo, era para estudiar. Obviamente no estoy preparado. ¿Cómo voy a estar preparado si no puedo estudiar?

Madeleine: Tienes toda la razón. Pero eso es justo lo que digo. Que puedas argumentar como acabas de hacerlo. Esa es una muy buena razón. 

Me: Pero me pongo nervioso y no hablo bien. Entonces tienen razón y no sirvo para nada.

Madeleine: Ahí es cuando debe aparecer el sobreesfuerzo de tu parte, para tratar de demostrar que tu propia condición es una motivación válida y no un impedimento. 

Me: Como si no hubiera intentado eso la primera vez…

Madeleine: … 

044. Una reflexión incipiente sobre la psicología

Siempre pensé que la psicología era una ciencia. «La ciencia que estudia el comportamiento y la mente humana». Y no estaba equivocado. De hecho, es la definición más precisa. 

Pero lo que nunca tuve del todo claro era si el resto del mundo también estaba de acuerdo con esa percepción o se consideraba que la psicología era algo más.

Y es cierto, a veces la psicología adopta unos tintes muy sociológicos y en ocasiones se mancha de cultura y tradición, elementos inseparables de cualquier comportamiento humano, pero que en ocasiones llegan a extremos opuestos a los de la ciencia y la verdad se disfraza, se oculta o se esconde, detrás de explicaciones mágicas y procedimientos insustentables. 

No estoy hablando de la percepción de nadie en particular, solo de unos cuantos renglones torcidos que desde la perspectiva más amplia de la imagen contribuyen a una distorsión del todo, aunque solo sean una parte. 

Un número tan considerable de renglones torcidos que en ocasiones se obtiene la impresión de que lo normal es estar torcido y ser recto es lo trastornado. 

Esto lo tengo un poco más claro ahora. Pero unos años atrás ni siquiera tenía una perspectiva completa de mi propia página. 

No tenía idea de si el mundo estaba torcido o recto o en qué porcentaje de equilibrio entre ambos polos se encontraba. 

Tal vez todavía estoy ciego. Ahora veo las páginas con un poco más de claridad, pero ni siquiera sé si en el capítulo final se acaba todo o en realidad somos parte de una biblioteca infinita. 

Solo sé que mirando hacia atrás aún tenía muchas más dudas. Tenía más miedo. ¿Y si las cosas hubieran sido un poco diferentes? Probablemente hoy mi visión no estaría más iluminada. 

Por el contrario, la oscuridad sería todo lo que habría y ya no quedaría nada. Ya no quedaría yo. 

044: Una reflexión incipiente sobre la psicología

Me: Hoy me habló Blanquita para preguntarme si podíamos vernos en la universidad para entregarme el dinero de las entradas al concierto. Solo le respondí con un «No» bien seco, y luego la dejé en visto.

Madeleine: ¿Te dijo algo más?

Me: Después del «No», solo me dijo: «Bueno. Era para pasarte el dinero». Ya sabía que era para eso, así que no le respondí nada más. 

¿Crees que soy una muy mala persona por responderle de una manera tan cortante?

Madeleine: No, pero, sí estuvo feo la manera en que la trataste. 

Me: Entonces sí soy una mala persona… Pero no me nace decirle nada más, así que siento que no habría sido sincero hacerlo.

Madeleine: Bueno, es lo mejor en ese caso. 

Me: Ya sabes que en realidad es todo lo contrario. Que quisiera poder hablar con ella todos los días y estar con ella todo el tiempo y ser felices los dos juntos y amarnos hasta que nuestros corazones exploten.

Pero eso nunca pasará. 

¿Tiene sentido lo que digo o solo estoy tratando de quedar bien aquí?

Madeleine: Creo que sí tiene sentido.

Me: Sé que no soy una buena persona, por mis acciones crudas y egoístas, pero al fin y al cabo solo soy una persona extremadamente frágil y sensible. Ella nunca ha tenido malas intenciones conmigo y el hecho de que sus decisiones me rompan el corazón no la hace culpable de mi sufrimiento, pues solamente es mi sensibilidad la que hace que me tiemblen todas las emociones con los estímulos más pequeños. Ella es lo mejor que me ha pasado y creo que no lo digo cegado por un sentimiento platónico, sino que considero que es un hecho verdadero, teniendo en cuenta mis desdichadas circunstancias. Es por eso que la quiero tanto. 

Así que, después de todo, creo que ninguno de los dos es el malo aquí. Todos somos víctimas de la ira divina. 

No asentiste esta vez. ¿Entonces de verdad crees que soy el malo?

Madeleine: No, no creo que la situación sea de buenos o malos.

Me: Por un momento pareció sorprenderte que dijera que ninguno de los dos era el malo, pero bueno, no importa.

Es cierto que hoy no podía ir a la universidad para encontrarme con ella. Hoy tenía la cita para mi entrevista para la admisión en la carrera de psicología.

Madeleine: ¿Y cómo te fue? 

Me: No lo sé. Creo que no respondí lo que querían que respondiera. 

Madeleine: ¿Te entregarán resultados después?

Me: Se supone que sí, aunque no creo que «no pase» la entrevista por las respuestas que di. Sería muy estúpido. 

Pensándolo bien, sí podría ser que no pase por eso y luego solo me digan que no tenían los cupos suficientes o algo por el estilo.

[Spoiler del editor (o sea yo mismo, algunos años en el futuro): No pasé la entrevista. Fui rechazado por la universidad y me quedé sin la oportunidad de estudiar allí. En una siguiente entrada publicaré más sobre mi frustración y mi desesperanzado segundo intento aplicando a otra universidad diferente. Spoiler del spoiler: Allí sí me aceptaron y me he destacado como uno de los estudiantes más brillantes en toda la facultad. No puedo hacer spoilers más allá de esto, ya que al momento de escribir este reporte, aún no tengo idea de qué suerte podría tener en un futuro al ejercer la profesión o si siquiera me alcanzará la vida para intentarlo. Más detalles sobre la suerte de este poeta psicólogo en entradas venideras. Fin de la interrupción.]

Madeleine: ¡Espero que todo salga bien y te acepten para estudiar!

Me: No creo que me rechacen a partir de la entrevista, pero incluso si eso pasa, puede que eso no sea lo peor. 

Madeleine: ¿Qué sería lo peor entonces?

Me: Lo peor es que, después de haber tenido la entrevista con la psicóloga… sentí que solo era otra inútil. Y que probablemente no me voy a llevar bien con ninguno de los profesores o los psicólogos que me encuentre a lo largo de la carrera… porque todos son inútiles y seguramente solo me van a enseñar muchas cosas inútiles. 

[Nota del editor (o sea yo mismo unos años en el futuro): Aquí un heurístico de representatividad o falacia de generalización. Para mi sorpresa, según lo que pensaba en estos tiempos, he encontrado en la academia muchos psicólogos buenos, sensatos e inteligentes, de los que no pude encontrar ninguno en todos los años que estuve buscando ayuda desde la práctica clínica como paciente. Aun así, es cierto que son más los psicólogos que he conocido que son mediocres o no tienen idea de lo que están haciendo y aun los que se pueden considerar buenos solo pueden serlo en un campo muy pequeño de la psicología. No existe ningún psicólogo que pueda ser el mejor (o siquiera bueno) en todos los campos, ramas y áreas de la psicología. Lo mejor que puede hacer un psicólogo es especializarse y tratar de ser el mejor en un área muy concreta. No alcanzan diez vidas humanas para volverse experto en la psicología como una ciencia integral.]

Madeleine: Bueno, siempre se encuentra de todo en las universidades. Ojalá no pase eso que dices y puedas conocer profesores que al menos sean competentes. 

Me: Me preguntó qué sabía de la psicología, que si me había tomado la molestia de investigar un poco antes de qué se trataba y todo eso.

Considero que sé bastante al respecto, pero estaba muy nervioso y no atiné más que a dar la definición más general de diccionario que pude haber dado.

Ahí es donde pienso que no respondí lo que querían que respondiera. Seguramente habrá pensado que en realidad no sé nada, pero bueno, eso no importa.

Se supondría que precisamente para eso es que quiero entrar a la universidad, para aprender lo que no sé. 

Luego dijo algo como: «Es porque muchos vienen aquí con concepciones equivocadas sobre lo que es la psicología y por lo menos deberían tomarse la molestia de averiguar un poco primero». 

Seguramente no lo dijo con palabras tan bonitas y tan claras, pero básicamente era eso lo que me estaba tratando de decir.

Madeleine: Suena muy pedante de su parte. 

Me: Sí, un poco, aunque en parte tiene sentido. Pero eso no es lo que me molestó. Lo que me molestó fue lo que siguió después, cuando aclaró cuáles eran las concepciones «correctas». 

«Los psicólogos no somos doctores», empezó. «No somos «personas que escuchan»». Aquí tomó como ejemplo algo que le mencione de que había visto a muchos psicólogos y ninguno me había ayudado, y continuó: «No somos gente que ayuda… Nosotros somos facilitadores». 

Madeleine: ¿Facilitadores de qué?

Me: Supongo que de las herramientas que sirven para ayudar, pero que ellos no son la ayuda… Me imagino que algo así debía estar tratando de decir. 

Madeleine: Suena un poco absurdo, teniendo en cuenta que facilitar es un sinónimo de ayudar. 

Me: Es cierto. Yo dije varias veces que quería ser psicólogo para ayudarme a mí mismo y probablemente ayudar a otros [respuesta típica de quien está buscando estudiar psicología, a la cual, a pesar de no ser una respuesta incorrecta, a menudo se le ve con el ceño fruncido desde la academia]. Así que me dio un poco de vergüenza, porque siento que dije justamente lo que esa psicóloga no quería escuchar. 

Y luego dijo una especie de tontería motivacional del tipo: «Yo creo que la respuesta siempre está dentro de uno mismo» y fue entonces que terminé de decepcionarme y recordé lo inútiles que han sido casi todos los psicólogos que he visto y esta era igual, y ahora siento que todos van a ser iguales en la carrera.  

Madeleine: Bueno, ¡ojalá que ese no sea el caso!

Me: El caso es que solo he conocido un psicólogo bueno en mi vida. Tampoco me ayudó mucho, pero era un hombre muy inteligente y muy humano al mismo tiempo, al contrario que esta señora que no busca «ayudar» a nadie. 

Para mí, era más un científico que un psicólogo [aunque por definición todo psicólogo es un científico que estudia el comportamiento y la mente humana, en la práctica muy pocos lo son realmente], y aun así, era más humanista y empático que esta mujer. 

El psicoanálisis es una mierda y la psicología conductual nunca la hacen bien, y si la universidad es tan poco humanista… entonces al final probablemente solo voy a disfrutar las materias que tengan que ver con neuropsicología y voy a odiar a todo lo demás. 

Madeleine: Para ser psiquiatra se necesita ser doctor, ¿verdad? ¿No te gustaría estudiar algo así? 

Me: Sí, hay que estudiar medicina primero. Y a mí me interesa es la mente humana. Cinco años estudiando el cuerpo, aunque sé que sí tiene una gran influencia, siento que sería un enorme retraso. 

Además, desde mi experiencia tampoco han sido muy útiles los psiquiatras. Siento que solo obedecen ciegamente lo que dicen los libros de medicina y realmente no cuestionan ni analizan nada. 

Aclaro otra vez que hablo solo desde mi experiencia acerca de cómo (no) me han ayudado los profesionales, psicólogos y psiquiatras, que he conocido hasta ahora. 

Pero tal vez estas mismas personas sean buenas con otro tipo de pacientes o tratando otro tipo de problemas. No lo sé. 

Tal vez soy yo el que soy un caso raro que nadie ha sabido cómo solucionar. Así que tampoco puedo asegurar que sean cien por ciento inútiles.

Puede que sirvan para algo, simplemente que no han servido para mi caso en específico.

La que me hizo la entrevista hoy supuestamente era especialista en pediatría. Tal vez sea buena haciendo que los niños dejen de hacer pataletas, yo qué sé. 

El caso es que yo pienso principalmente en mi problema y en cualquiera que pueda ser parecido, esos en los que parece que nadie puede ayudar de verdad.

Por eso estaba pensando… Si llegara a ser rechazado por la entrevista, aunque no lo creo, tal vez podría buscar una oportunidad para estudiar algo más relacionado con la química o una especialidad como la farmacéutica. ¿Quiénes son los que fabrican las medicinas que recetan ciegamente los psiquiatras como un libro de cocina? Tal vez también sea una especialidad de la medicina, no lo sé, pero creo que sería algo más afín a lo que a mí me interesa, que es la neuropsicología, la neurociencia. 

Digo, solo si no paso la entrevista por estas estupideces, tal vez podría enfocarme por este lado y encontrar soluciones más efectivas, ¿no?

Tal vez pueda crear mi propia droga que elimine el miedo de las personas sin ningún efecto secundario. ¿No sería un gran avance para el mundo?

Madeleine: Irónicamente, una medicina así me daría más miedo que otra cosa. 

Me: Te la pongo en el café sin que lo notes y cuando te des cuenta ¡ya no tendrás miedo de nada! 

Aunque, la verdad, a mí también me daría miedo. Tendría que probarla primero en otros para estar seguro de que sí funciona. Tal vez en ratas, no sé. Solo estoy soñando, supongo. 

Madeleine: Eso me recuerda la historia de Dragon Head. El protagonista es un chico que queda atrapado en un túnel tras una catástrofe. El caso es que, ya avanzado el manga, aparecen unos sujetos rapados, que parecen lobotomizados. 

Y, bueno, pues es eso. Parece que alguien encontró un método para eliminar el miedo y esos sujetos habían sido sometidos al procedimiento. 

No recuerdo muy bien si los habían despojado del miedo o de toda emoción, pero estaba bastante turbio. 

Me: Suena interesante…

033. Poeta Psicópata II

Y la tarde cayó sobre mí, y vino la oscuridad, duró y se fue, y amaneció el nuevo día, y las brumas de una segunda noche se acumularon y yo seguía inmóvil, sentado en aquel aposento solitario; y seguí sumido en la meditación, y el fantasma de los dientes mantenía su terrible ascendiente como si, con la claridad más viva y más espantosa, flotara entre las cambiantes luces y sombras del recinto. Al fin, irrumpió en mis sueños un grito como de horror y consternación, y luego, tras una pausa, el sonido de turbadas voces, mezcladas con sordos lamentos de dolor y pena. Me levanté de mi asiento y, abriendo de par en par una de las puertas de la biblioteca, vi en la antecámara a una criada deshecha en lágrimas, quien me dijo que Berenice ya no existía. Había tenido un acceso de epilepsia por la mañana temprano, y ahora, al caer la noche, la tumba estaba dispuesta para su ocupante y terminados los preparativos del entierro. Me encontré sentado en la biblioteca y de nuevo solo. Me parecía que acababa de despertar de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero del melancólico período intermedio no tenía conocimiento real o, por lo menos, definido. Sin embargo, su recuerdo estaba repleto de horror, horror más horrible por lo vago, terror más terrible por su ambigüedad. Era una página atroz en la historia de mi existencia, escrita toda con recuerdos oscuros, espantosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero en vano, mientras una y otra vez, como el espíritu de un sonido ausente, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos. Yo había hecho algo. ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los susurrantes ecos del aposento me respondieron: ¿Qué era? En la mesa, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de notable, y la había visto a menudo, pues era propiedad del médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa, y por qué me estremecí al mirarla? Eran cosas que no merecían ser tenidas en cuenta, y mis ojos cayeron, al fin, en las abiertas páginas de un libro y en una frase subrayada: Dicebant mihi sedales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas. ¿Por qué, pues, al leerlas se me erizaron los cabellos y la sangre se congeló en mis venas? Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca y, pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía. Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que se desparramaron por el piso.

Berenice, Edgar Allan Poe.

033: Poeta Psicópata II

Me: ¿Estás ahí, Madeleine? Se me ha ocurrido una idea horrible y enfermiza y necesito expiar la consideración de mis pecados. 

Inicialmente había pensado que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarme para siempre de Blanquita. No volver a hablarle, desaparecerme, y esperar que el tiempo haga esa cosa que le gusta hacer donde va borrando los recuerdos de la memoria y extinguiendo la vida de las cosas.

Pero entonces esta idea me atravesó la consciencia como una flecha en llamas y la secuela que me ha dejado es un sentimiento de culpa que amenaza con atormentarme hasta la muerte.

Se me ocurrió que nunca debería bloquear a Blanquita.

¿No es lo más enfermizo que has oído en tu vida?

 ¿Qué debo hacer, Madeleine?

Madeleine: Eh…no lo sé.

Me: ¿Puedes ver por qué es tan macabra y enfermiza la idea que te acabo de mencionar? 

Madeleine: No del todo, la verdad.

Me: ¿Soy una mala persona, Madeleine?

Madeleine: No, no lo eres. 

Me: Digo, normalmente no me importa reconocerlo, porque creo que en el fondo todos los seres humanos tenemos una mancha de maldad, y yo particularmente no me intereso mucho por los demás, pero… si soy malo con las personas que quiero, ¿no soy lo peor de lo peor?

Madeleine: Bueno, muchas veces terminamos haciéndole daño a los que más queremos, pero estoy segura de que esa no es tu intención. 

Me: No lo sé… Déjame explicarte por qué, en cierto modo, es tan malvada y macabra la idea de no alejarme de Blanquita… 

Hasta ahora no la he bloqueado porque estoy esperando que me hable para pasarme el dinero de las boletas que vendió (en realidad el dinero no me importa) y aprovechar para pasarle la pintura del gato y entonces decir adiós para siempre.

Después de eso, la bloquearé y probablemente ya no volvamos a vernos nunca más en la vida. 

Incluso si no muero pronto, seguramente no volveremos a vernos, ya que vivimos en ciudades diferentes y yo ya no volveré al único lugar donde me encontraba con ella, la universidad (el otro año voy a estudiar en otra). 

Así que ese es el final que he estado esperando… no porque sea lo que yo deseo, sino porque he pensado que es lo mejor que puede pasar.

Madeleine: Sí, creo que es lo mejor. 

Me: Pero ayer se me ocurrió esta horrible idea de que tal vez no debería bloquearla nunca…

Lo que significará que ella podrá hablarme cuando quiera, y que yo, seguramente como siempre, no podré evitar hablarle también de vez en cuando e incluso seguir esperando oportunidades que nunca van a llegar.

¿No te parece ya una horrible idea?

Madeleine: Sí, creo que es una mala idea. 

Me: Pero la idea no vino sola, sino con otras ciertas implicaciones. 

Se me ocurrió la idea mientras leía otro cuento de Edgar Allan Poe, uno llamado “Berenice”. 

¿Recuerdas lo que te dije sobre este autor hace unos pocos días?

Madeleine: ¿Que es un experto del relato corto? 

Me: Sí, pero aparte de eso… el hecho de que él consideraba que lo más poético y romántico era la muerte de una mujer hermosa, lo cual se ve reflejado en muchas de sus historias.

Y el hecho de que esa obsesión, por decirlo de algún modo, probablemente era una consecuencia de las trágicas muertes de las mujeres importantes en su vida. 

El cuento de Berenice es sobre dos primos (en la vida real, Poe también se casó con una prima), ambos de carácter muy opuesto, uno era intelectual y retraído, y la otra era jovial y energética. 

Y ambos tenían enfermedades muy particulares, aunque no se es del todo explícito con ellas. 

La enfermedad del protagonista consistía en una obsesión morbosa por mirar con atención y analizar profundamente cualquier objeto trivial que cayera bajo su campo de visión durante uno de sus accesos de la enfermedad, en los que podía pasarse horas y días enteros absorto rumiando sobre una idea fija sobre cualquier cosa sin realmente un valor trascendental. Algo así como una especie de autismo, podrías decir. 

La enfermedad de su prima era algo más físico. Al parecer sufría ataques de epilepsia y parálisis, lo que estaba empezando a deteriorar mucho su cuerpo. 

Y tanto se estaba deteriorando como persona que, para el protagonista, la mujer pronto pasó de ser una persona digna de admiración a un simple objeto digno de análisis. 

Y, sin embargo, en algún momento de tristeza y compasión, creo, decidió pedirle matrimonio. Ya tenían programada una fecha y todo.

Y un día, de repente, el protagonista se quedó mirándola fijamente, contemplándola en uno de sus episodios de atención enfermiza, y se dio cuenta de la decadencia de su figura, y de que solo sus dientes parecían permanecer intactos ante su enfermedad, y entonces se obsesionó con ellos. 

Y, bueno, mejor te comparto textualmente los últimos párrafos del cuento, para que los leas por ti misma. [Revisar la cita al principio de esta entrada]

[…]

No me queda del todo claro el hecho de si la mujer estaba viva cuando la enterraron y el protagonista le arrancó todos los dientes… o tal vez todo el hecho de que había muerto y la habían enterrado solo lo había imaginado en medio de sus profundas meditaciones mórbidas…

No sé. De todos modos, solamente te hablo de esta historia para presentarte el contexto macabro en el que me surgió esta idea…

¿Puedes verlo ahora, Madeleine? 

Madeleine: Pues… eh… no estoy muy segura. 

Me: Tal vez tenga que recordarte un poco algunas de las palabras de Blanquita…

Unas que te mostré y te subrayé una vez para acentuar, porque parecían dichas con descuido, pero cargaban un significado profundo y letal. 

Madeleine: Acerca de que sabía que iba a morir, ¿verdad?

Me: ¿Sabes en qué me convierte eso?

Creo que me convierte en un poeta psicópata… y por más poético que sea, no dejo de ser un psicópata… 

El hecho de que se me haya pasado por la cabeza la idea de que no debería alejarme de Blanquita solo para esperar verla morir, con la esperanza de que, tal vez en lo más agobiante de su enfermedad, ella cambie ligeramente de opinión respecto a mí, que de alguna manera sienta que me necesite y que yo pueda estar ahí para ella, para suplir esa necesidad y apoyarla hasta la muerte, sabiendo que tuvo a su lado hasta al final a alguien que la amó profundamente.

¿No soy la persona más horrible del mundo, Madeleine?

Madeleine: Aaaah, ¡no sé qué decirte!… Bueno, pues sí es algo pesado… pero tampoco para ser la peor persona del mundo. 

Me: ¿La tercera peor?

¿Qué debo hacer, Madeleine? ¿Debo alejarme o no debo alejarme de ella?

No soy lo peor, pero sí soy horrible, ¿verdad? Y solamente me surgen estas ideas por cuánto la amo… 

Solo quiero que ella sea feliz… pero entonces me llegan estas enfermizas esperanzas de que tal vez ella pueda amarme también si espero a que su vida sea peor…

¿Entonces qué debo hacer?

¿Si la amo de verdad, debo dejarla ir, alejarme y esperar que sea fuerte y sea feliz y pueda superar sus problemas y su enfermedad por sí misma, sin esperar nada para mí, verdad?

¿Verdad?

Pero al mismo tiempo… 

¿No soy un horrible amigo si me alejo de una amiga que me quiere tanto y la abandono para siempre sabiendo que sufre de una enfermedad mortal?

Madeleine: Jum, tienes razón.

Me: ¿Entonces qué debo hacer, Madeleine? De cualquier modo soy lo peor, ¿verdad?

Tal vez no debo alejarme y debo aceptar que ella nunca me va a amar como yo quiero, y estar ahí siempre que ella me necesite, si es que alguna vez lo hace, aunque ella nunca me ha necesitado, pero si llega a necesitarme, no quisiera negarme para ella…

Ah, no sé qué hacer, Madeleine…

Tal vez ella está bien sin mí y no me necesita y, aunque sea mi amiga y me quiera tanto, sabrá que lo mejor para los dos es que yo me vaya y la deje sola y trate de buscar mi bienestar, mientras ella por su parte trata de buscar el suyo.

Entonces, después de todo, debería bloquearla, ¿verdad?

Madeleine: Me parece que es una buena conclusión. 

Me: Ah, mi Blanquita… Perdóname por haber tenido en mi mente la idea de que tal vez pudieras amarme en la agonía de tu enfermedad… Espero que puedas superarla y seas muy feliz sin mí. Perdón por todo.

¿Soy un poquito menos horrible por arrepentirme de haber considerado tan horrible idea, verdad?

No puedo pedirle perdón a ella directamente, porque ni siquiera le he mencionado esto ni lo voy a hacer… 

Pero de verdad me arrepiento…

No quiero que sufra por mi culpa… Y no quiero que sufra por culpa de nadie…

Quiero que sea feliz, aunque sea sin mí, ¡de verdad! 

Así que solo me queda eso… Alejarme y esperar que sea fuerte y feliz…

Por desgracia, creo que yo nunca podré serlo. Me aleje o no me aleje de ella, estoy destinado a acabar con mi propia vida en cualquier momento…

No pude encontrar mi propio bienestar y ser feliz.

Pero espero que ella sí pueda lograrlo, y que me perdone por no haber podido ser tan fuerte como ella.

¿Tú perdonarías mis pecados? ¿Cómo me castigarías por ellos? ¿Qué es lo que merezco de verdad? 

Madeleine: No lo sé… Pero sí, perdonaría tus pecados. 

Me: Dímelos. ¿Cuáles son mis pecados?

Madeleine: Bueno, todo lo que acabas de contarme, podría verse como algo egoísta, ¿no?

Me: Pero no hice nada. Solo pensé una idea… ¿Entonces crees que soy egoísta? 

Madeleine: Pues sí, pero tampoco es que sea algo demasiado grave. Es una actitud egoísta la que estabas planteando, pero no significa que lo seas. 

Me: ¿Entonces he pecado o no?

Madeleine: Bueno, no has hecho nada malo realmente.

Me: Sé que sí soy egoísta… Igual que hace rato con lo de ser bueno o malo. Sé que soy egoísta, porque sé que todos los seres humanos son egoístas y que en el fondo el altruismo no es más que otra ilusión… 

Y soy egoísta porque me preocupo por mi propio bienestar y no me importa el resto del mundo… Por eso soy egoísta.

Pero, ¿sabes cuándo es la única vez que soy menos egoísta?

Cuando quiero a alguien como quise a Scarlet y como quiero a Blanca.

Son las únicas veces que incluso no me importaría sacrificar mi propia felicidad al cambio de las de ellas… 

¿Tal vez es por eso que me ha dolido tanto a mí mismo el simple hecho de haber considerado esa idea? Porque habría sido egoísta con Blanquita…

Por eso me dolió haber pensado eso y todavía me duele.

Pero solo fue una idea. Realmente quiero que Blanquita sea feliz, aunque no me quiera. 

Madeleine: ¡Eso es lo realmente importante!

Me: Entonces, ¿me perdonas por el pecado que no cometí, pero que pensé un momento y ahora me atormenta haber pensado?

Madeleine: Estás perdonado.

Me: Tú no eres quien debería perdonarme, pero no sé quién… ¿Yo? ¿Ella? 

Madeleine: Diría que tú mismo.

Me: No siento que pueda hacerlo ahora mismo. 

Madeleine: Entonces tómate tu tiempo.

Me: Tal vez moriré antes de poder hacerlo, y ese será mi castigo.

027. Otro día sin sentido

Blanquita: Buenop. (22:52)
Me: Te quiero mucho. (22:54)

[2 de noviembre del 2018]
Blanquita: Gracias. (07:12)
Me: De nada. (09:05)

[Hoy, 5 de noviembre de 2018]
Blanquita: Holi. Quiero pedirte perdón, pero estaba pasando por un proceso de purificación y estaba en mi luna. Entonces fue doble ejercicio. (19:58)
Blanquita: Pero son mis ciclos internos y paso por ellos así. (20:00)
Me: Está bien. (22:42)
Blanquita: 🙂 (22:55)

027: Otro día sin sentido

Me: ¿Qué me puedes decir del significado de esta secuencia de mensajes?

Madeleine: Parece que va en serio con todo eso de la purificación. Puede que esté tratando de distanciarse, no lo sé. 

Me: Supongo que con lo de “estar en su luna” lo más probable es que se refiera a la menstruación. 

Lo de estar purificándose no es más que parte de esas cosas raras que ya son normales en ella. 

Lo que me interesa es la otra parte… (aunque sé que solo voy a llegar a la misma respuesta de siempre.) Me refiero al hecho de que me haya escrito de la nada después de tres días solo para pedirme perdón. 

Madeleine: Sí, es un poco raro. 

Me: Quisiera pensar que significa algo… pero seguramente no es nada, como siempre. 

Pero… ¿pedirme perdón después de que ella me ha dicho antes que no pida perdón porque eso es humillarse?

¿Solo una contradicción sin sentido? ¿Tal vez no debería tomarme tan en serio todo lo que diga?

Madeleine: Sí, creo que eso sería lo mejor.

Me: Así que tampoco debería darle importancia al hecho de que me haya escrito hoy, porque no significa nada… 

Pero no puedo evitarlo. Pensar en ella. Pensar que le importo. Pensar que todo tiene un significado.

Quisiera seguir hablándole y preguntándole muchas cosas. Quisiera entender todas sus contradicciones, todas sus verdades y todas sus mentiras. Entender sus sentimientos y que ella entienda los míos.

Pero eso solo sería engañarme a mí mismo… Ya sé que no tengo ninguna esperanza…

Por eso no me ilusiono y por eso solo le contesté con ese “está bien”.

Solo quería decirlo, pero no se lo puedo decir a ella… Así que te hablo a ti.

Hablar con ella solo hará que me siga arrastrando por los mismos círculos una y otra vez.

Madeleine: Ouu, entiendo, entiendo. 😦 

Me: Ojalá ese mensaje significara algo más.

Supongo que el hecho de pedir perdón hace parte de ese tal proceso de purificación, ¿no? Estar en perdón y paz con todo el mundo, o algo así, ¿no? No lo sé…

Pero de todos modos, ¿de qué se supone que me está pidiendo perdón?

Ella nunca me ha hecho nada malo, realmente. Todo lo contrario. Ha sido la persona más amable conmigo.   

Yo soy el tonto que se ha ilusionado como no debería y ha sufrido por eso. Eso no es culpa suya, así que no tiene nada de que pedirme perdón.  

Madeleine: Tal vez está pidiendo perdón por no contestarte. 

Me: Esa teoría tampoco tiene mucho sentido, ya que si me estuviera pidiendo perdón por no hablarme, entonces me hablaría más. Pero esa fue toda la comunicación. 

De cualquier modo, parece que las cosas van a seguir por el rumbo que ya tenían… 

Y el rumbo de las cosas es que nos veremos el día del concierto, solo porque ya está programado, y después de eso probablemente no me hable más… 

Y yo tampoco le hablaré más porque estoy tratando de evitar ilusionarme y al parecer esa es la única manera. 

Madeleine: Bueno, es lo mejor, ¿no?

Me: Es una mierda… Pero tal vez sea lo menos peor… Mierda… Quiero morir….

Madeleine: … 

001. Bi(polaridad)sexualidad

001. Bi(polaridad)sexualidad

Me: Veinticuatro años y aún sigo teniendo cara de niña. Soy un monstruo, ¿verdad, Madeleine?

Madeleine: No lo eres.

Me: Sí lo soy. No puedo ser atractivo por ser tan andrógino. ¡Por eso nadie me quiere!

Madeleine: Ser andrógino no implica que no seas atractivo.

Me: En mí caso sí. Por eso es que nadie me quiere.

Madeleine: No creo que sea cierto.

Me: ¿Has leído El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde?

Madeleine: No, pero sé un poco de qué va.

Me: ¿Sabes por qué nace Mr. Hyde?

Madeleine: No lo sé. ¿Por qué?

Me: El doctor Jekyll tenía la intención de separar las dos naturalezas del ser humano, y lo logró. Quería que su lado malvado anduviera libre por su propio camino, cometiendo sus injurias sin las restricciones de la moral de su lado bueno, y que asimismo recibiera su castigo por sus actos, sin perjudicar a la parte buena, ni atormentarla con remordimientos.

Madeleine: Oh, qué interesante. No tenía idea de eso.

Me: Y al final, como es de esperarse, en una lucha de este tipo –una lucha consigo mismo– solo puede terminarse con un acto de suicidio (aunque solo sea un suicidio parcial).

Madeleine: A veces tienes que matar una parte de ti para que una parte mejor viva.

Me: Exacto. Ahora, cambiando un poco de tema, de bipolaridad a bisexualidad, ¿qué opinas de la declaración de que el 90% de las mujeres son bisexuales?

Madeleine: ¿Y eso por qué lo dicen?

Me: Yo lo digo. Tal vez por una especie de observación intuitiva de las mujeres que conozco.

Madeleine: ¿Dices que casi todas son bisexuales? Pues no lo sé…

Me: ¿Cuál dirías tú que es el porcentaje correcto? No. Lo pondré mejor de otra manera. Puede que esto ya lo haya mencionado antes, pero lo repetiré una vez más: es sabido que, dentro del reino animal, en general, son los machos los que exhiben una belleza voluptuosa –es decir, más ostentosa. En la especie humana, es el sexo femenino el que destaca en este aspecto. Por lo que es bastante normal que incluso las mismas mujeres sepan apreciar y admirar la belleza de otras; cosa que no sucede tan habitualmente con los hombres.

Madeleine: Ah, sí… Mmm. No creo que sea tanto que nosotras sepamos apreciar más esas cosas, sino que no es tan tabú hacerlo como lo es para los hombres.  

Me: En parte puede que tengas razón, pero aun así, creo que el porcentaje en hombres sería menor, incluso si no existiera el tabú. Esto por lo que dije antes: la belleza de las mujeres es intrínsecamente más ostentosa, más llamativa, más atractiva.

Por otra parte, he encontrado que muchas mujeres que se declaran heterosexuales admiten que tendrían relaciones sexuales con otra mujer por curiosidad, o incluso por dinero, si se les ofrece lo suficiente. Mientras que el hombre que se declara heterosexual en general se niega rotundamente a esa posibilidad por asco o abierta repulsión, incluso si le ofrecieran mucho dinero (normalmente, cualquier hombre que diría que lo haría en una determinada circunstancia, a diferencia de las mujeres, se declararía directamente gay o bisexual). Y esto, te lo digo yo, se debe a que el hombre tiende a presentar una aversión natural hacia los otros machos de su misma especie, que más que un apoyo, representan una competencia.

Madeleine: Sí, sí, ya entiendo.

Me: Por supuesto, no digo que no existan también hombres homosexuales y bisexuales, solo que, por razones naturales, tienden a ser menos comunes que en las mujeres homosexuales o bisexuales.   

Madeleine: Supongo que eso será una mezcla de biología con lo que se ha inculcado socialmente en todos desde hace milenios.

Me: Los instintos biológicos serían la causa de que esas cosas se hubieran inculcado desde siempre.

He leído que las mujeres son más empáticas y sociales por naturaleza, mientras que los hombres tienden a ser más hostiles entre sí.

Aunque, pensándolo bien, las mujeres en realidad también tienden a ser más hostiles entre sí. Ellas van a los dos extremos: se afilian más fácilmente, pero también se rechazan con más energía.

Los hombres más bien tienden a ser indiferentes.

Madeleine: Sí, también pasa con los hermanos. Mi vecina tiene una hermana y cuando ellas se pelean, siempre siento que hay más rencor que cuando mis hermanos se pelean.

Me: Así es. También hay una influencia biológica en el hecho de que las mujeres tienden a ser más emocionales que los hombres.

Madeleine: También es diferente la manera en que compiten las mujeres. La manera en que lo hacen los hombres suele limitarse a mostrar, digamos, el “yo soy mejor que ellos”, mientras que entre las mujeres es más un “ellas son peores que yo”.

Me: No lo había considerado por ese lado, pero puede que tengas razón.

Como sea, dejando de lado esa parte de las definiciones o títulos, siendo que el acto es el mismo, incluso si las mujeres que se declaran heterosexuales pero dicen que estarían dispuestas a tener relaciones sexuales con otras mujeres por una u otra razón se declararan lesbianas o bisexuales, estadísticamente también se presenta esta diferencia en porcentajes.

Mira, casualmente acabo de ver una imagen que podría ser interesante para la discusión. Al parecer es una encuesta que alguien hizo en cierta red social:

¿Por qué crees que ocurre esto (que el hecho de que dos hombres se acuesten junto se considera homosexual, pero que dos mujeres lo hagan no)? Te diré lo que yo pienso:

Creo que tiene que ver con el hecho de que el hombre, normalmente, está pensando en sexo todo el tiempo; o, en otras palabras, el sexo es algo que inevitablemente siempre está presente dentro de su cabeza.

Esto hace que cualquier tipo de contacto físico, aunque no necesariamente sea de carácter sexual, dentro de la mentalidad del hombre tenderá a convertirse en algo sexual.

Madeleine: Pues sí, tiene sentido.

Me: En otras palabras, dentro de la mente de un hombre, el acto de acostarse en una misma cama con otra persona ya genera pensamientos (aunque no necesariamente deseos) sexuales.

Por lo tanto, si se acuesta con una mujer, producirá pensamientos heterosexuales y si se acuesta con un hombre, tendrá pensamientos homosexuales.

(Aclaro otra vez: pensamientos, no necesariamente deseos).

Mientras que una mujer, pienso yo, si bien también es susceptible de tener pensamientos sexuales en cualquier momento, tiende a tenerlos con menor frecuencia que un hombre.

Madeleine: Así es.

Me: Por lo que si una mujer se acuesta en una cama con otra, es probable que no tenga pensamientos sexuales durante ese acto y, por lo tanto, ese acto no puede ser considerado homosexual; ya que no hay sexualidad involucrada. A diferencia del caso de los hombres, en el que, al tener pensamientos sexuales durante ese inocente acto de acostarse con otro hombre, el acto en sí mismo pasa a considerarse directamente homosexual.

Por eso, el trencito Thomas no debería sorprenderse con esas estadísticas que demuestran la creencia popular de que si dos hombres se acuestan juntos es un acto homosexual, pero si dos mujeres lo hacen no lo es.

Después de todo, el 32% de las personas afirmaron que si dos hombres se acuestan juntos no es algo homosexual, y 28% afirmaron que dos mujeres acostándose juntas sí es algo homosexual. (Sí, la traducción de “cuddling” no la hice literal, sino que he decidido remplazarla por una expresión que consideré más apropiada para demostrar el punto)

Tal vez lo que esos porcentajes reflejan es justamente la tendencia de los hombres a pensar constantemente de manera sexual sobre todas las cosas. Los porcentajes que opinaron lo contrario tal vez corresponden a la cantidad de hombres que piensan menos sexualmente y la cantidad de mujeres que piensan más sexualmente.

Volviendo de nuevo al punto inicial, dejando a un lado los tabús y todo eso, mi pregunta sobre tu opinión es si crees que es correcto el porcentaje de bisexualidad femenina que te propuse desde el principio.

Ya sé que existen algunos casos extremadamente raros de mujeres como tú, que no podrían contemplar más que con pura aversión la idea de la homosexualidad. (También tenemos a esa gente religiosa que suele hacer marchas en contra de la homosexualidad, pero no me gusta tenerlas en cuenta porque considero, tal vez un poco irónicamente, que estas personas tienen corrupta su capacidad de pensar con claridad sobre estos temas y que ni siquiera ellos mismos pueden entender lo que realmente quieren o sienten.)

Madeleine: Sí, tienes razón.

Me: Entonces, ¿cuál dirías que es el porcentaje de mujeres que no tendrían problemas con tener relaciones sexuales con otras mujeres?

Madeleine: Pues… la verdad, creo que sí estaría bien lo que dijiste. O tal vez un poco más bajo, pero no demasiado. Quizás alrededor de un 80%. Sí noto lo que dices.

Me: Sí. Gracias por tu respuesta.   

Y todo esto, sin embargo, solo era un preámbulo para otra cosa que quería decir.

Hablemos de Blanquita por un momento. Ella me confesó que fue lesbiana casi toda su vida; tuvo varias novias y solo un novio que, según ella, fue el que hizo que le empezaran a gustar también los hombres.

No podía esperarse menos de una ninfómana, ¿verdad?

Madeleine: Ay, ja, ja, ja.

Me: Bueno, pero ese no es el punto. El punto es que, como ves, Blanquita es bisexual, y probablemente se incline más por su gusto hacia las mujeres que hacia los hombres. Y a pesar de eso, no fueron pocas las veces que me dijo que le gustaba y que manifestó explícitamente su deseo de tener relaciones sexuales conmigo.

¿Sabes a dónde voy con todo esto?

Madeleine: Eh… no, creo que no.

Me: Vamos, te falta algo de perspicacia.

Madeleine: Ya lo sé, ya lo sé. Espera… ¿Es por lo que, según tú, eres un poco andrógino?

Me: Sí, exacto. ¡Ahaaaaah! ¿Qué te parece? ¿Acaso esto no respalda esa patética declaración?

En toda mi vida nadie se ha acercado tan íntimamente a mí como ella lo hizo. Por alguna razón, no soy tan popular como debería por mi atractivo físico, quizás justamente debido al hecho de que luzco algo femenino.

Aunque es curioso, por ejemplo en el anime, que los personajes más femeninos y refinados tienden a ser los más populares con las mujeres.

Madeleine: Cierto. Y no tan solo en el anime. Los ídolos del K-Pop también tienden a ser así, y mira cuántas admiradoras tienen por todo el mundo.

Me: Y Blanquita, justamente Blanquita, que ha declarado ser lesbiana casi toda su vida, es la única persona en el mundo que ha demostrado tanto interés en mí (bueno, no tanto como para tener una relación sentimental, pero al menos el suficiente para tener una sexual).

Madeleine: Entiendo, entiendo.

Me: ¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto?

Madeleine: Bueno, no sé. Es que si ese fuera el caso de verdad, como dices, a muchas chicas les gustan los hombres medio andróginos. Pero ese no ha sido tu caso. Supongo que tiene que ver también con el hecho de que no hablas mucho.

Me: Sí, creo que has dado una buena respuesta. Pero, como siempre, voy a responderte con algo más negativo.

La conclusión, mi querida Madeleine, es sencilla. Aún a mis 24 años me sigue sucediendo ocasionalmente que me confunden con una mujer, lo que señala que indudablemente tengo rasgos femeninos, es decir, que soy algo andrógino. Ahora, en cuanto a por qué esto no me hace atractivo para las mujeres es por una simple razón: si bien puede que tenga los rasgos de una mujer, es cierto también que no todas las mujeres gozan de la misma belleza e incluso hay algunas a las que podría decirse que les falta del todo. En otras palabras, querida Madeleine, si fuera una mujer, sería una mujer fea; pues siendo hombre con rasgos femeninos no sobresalgo por mi belleza, sino que soy despreciado por todo el mundo, tanto hombres como mujeres por igual.

Madeleine: JAJAJAJAJAJA. Disculpa por reírme, pero la manera en que lo narras da risa de lo trágico que es. Ja, ja, ja.

Me: Hey, tu trabajo es consolarme. Decirme que no es cierto, que estoy equivocado, que soy lo mejor y que el mundo no sabe apreciarme.

Madeleine: Bueno, ¿qué puedo decirte? Según yo, creo que ahí tiene que ver más la personalidad. El hecho de que no hables mucho seguramente no les llama la atención a muchas.

Me: Bueno, gracias. Entonces… ¿no crees que sea un monstruo por fuera?

Madeleine: Y es que, la verdad, como te he dicho varias veces, no me parece que seas feo, para nada.

Me: Pregunté si creías que era un monstruo, no si creías que era feo. Ah, arruinaste el diálogo que tenía planeado. Debías decir que no, que no soy un monstruo por fuera, a lo que yo respondería: “Entiendo, entonces solo soy un monstruo por dentro, por mi personalidad”.

Madeleine: Ja, ja, ja. Hey, tampoco creo que tengas una personalidad horrible o seas un monstruo por dentro.

Me: Tal vez no soy un monstruo malvado, des lo que dan miedo; sino uno feo y solitario, de los que dan asco y lástima (hablando de la personalidad, claro).

Madeleine: ¿Acaso alguien te ha dicho eso?

Me: Pensándolo bien, quizás sí doy algo de miedo…

Madeleine: Sí, eso puede ser. No es que seas un monstruo, es solo que a las personas les cuesta acercarse a ti.

Me: Por cierto, he decidido que te convertiré en mi diario personal.

Madeleine: ¿Eh…? ¿Por qué?

Me: Porque me gustaría escribir y expresar todo lo que siento cada día, para cuando muera, que la gente pueda entender cómo era yo realmente, para que la gente pueda conocer todo lo que nunca nadie podía ver de mí, precisamente porque siempre fui tan callado e introvertido, pero me da pereza escribir un diario de verdad, se me hace muy aburrido, y si me expreso contigo, se me hace un poco más fácil y divertido.

Madeleine: Entiendo. Me parece bien.

Me: Quiere decir que ocasionalmente registraré estas conversaciones. Solamente cuando considere que diga algo relevante para conocerme o cuando sienta que estemos debatiendo de algún tema que pueda ser interesante y quiera conservar esas ideas.

¿Te parece bien?

Madeleine: Sí, no tengo ningún problema.

023. Deconstrucción de la empatía

Quien no entienda el sarcasmo, sepa ofenderse en la calidad en la que sus capacidades se lo permitan.

Para todos los demás, que la reflexión detrás de estas palabras acerca de la naturaleza egoísta del ser humano encuentre un camino provechoso hacia su construcción espiritual.

023. Deconstrucción de la empatía

Madeleine: ¡Qué noticia tan triste! Fue tremenda tragedia. Justo las cabezas creativas del estudio andaban en ese momento…

Me: Sí, es triste que se mueran porque eran los que me daban entretenimiento. Qué mal que no se muriera en lugar de ellos el que trapeaba en el edificio.

Madeleine: Bueno, esos son solo los directores confirmados. Hubo varios muertos.

Me: Sí, pero esos otros a nadie le importan.

Madeleine: Sus muertes son igual de lamentables…

Me: Aun así, solamente publicaron una lista de los directores muertos. ¿Por qué no publicaron una lista de todos los muertos?

Porque la gente anónima a nadie le importa. Al público general no le importa saber si se murió o no el tipo que lavaba los baños. (Y eso no quiere decir que su vida valga menos.)

Madeleine: Bueno, sí, tienes razón.

Me: Así que no me vengas con tristezas hipócritas.

La vida no tiene ningún valor si no es la de alguien famoso o alguien del que de algún modo te beneficies de manera importante y directa.

Aunque debo admitir que aún no estoy seguro de si mi falta de empatía es realmente una posición filosófica o simplemente se debe una carencia innata…

Tal vez podrías ayudarme a analizarlo.

Tendríamos que empezar por definir qué es la empatía y luego determinar si es moralmente correcta o no.

Pero en el caso que estamos discutiendo, se trataría más de simpatía que de empatía, ¿no?

¿Te sientes mal por los que se murieron o te sientes mal por los familiares que van a sufrir sus muertes? ¿O admites que te sientes mal porque esas personas que murieron te daban algo que ya no te podrán dar?

Madeleine: Por lo primero.

Me: Lo primero son dos opciones, y son contrarias.

Solo sería empatía si te sintieras mal por las familias. Sentirse mal por los muertos no sería empatía porque los muertos no sienten nada. Así que sería más una especie de simpatía.

(Entendemos aquí, pues, a la empatía como a la capacidad de sentirse de una manera aproximada a como se siente el otro.)

Y no me jodas. Estoy seguro de que, hasta antes de que yo lo mencionara, en ningún momento pensaste en sus familias.

Es más, ni siquiera sabes si tienen familia o no. Así que es imposible que sientas empatía por gente que no conoces, y que tal vez ni siquiera existe.

Todo el mundo tiene familia, probablemente. Pero no conoces a nadie en específico, así que no te puedes sentir mal por ninguno de ellos. Aun si te sintieras mal por ese concepto de familia, no sería empatía con ninguna persona real.

¿Así que por qué sentir esa supuesta empatía?

No es como si estuvieras haciendo algo bueno por ellos por sentirte mal. Digo, aparte de compartir imágenes en las redes sociales mostrándole al mundo lo buena persona que eres al preocuparte por otros.

¿Entonces dirías que es moralmente correcto sentir esa empatía?

Yo diría que sí, solo si puedes y haces algo para mejorar sus situaciones.

De lo contrario, ¿de qué serviría que no solo ellos estén preocupados por sus muertos sino también tú?

Desde una perspectiva utilitarista, entre menos personas estén sufriendo o sintiéndose mal, mejor sería.

Así que déjale la infelicidad a los que no pueden evitarla y tú no te preocupes por ellos.

Por otra parte, solo estamos hablando en el caso de que realmente te sintieras mal por sus familias. Pero si eres sincera, tienes que admitir que ese no es el caso.

En ningún momento se te pasó por la cabeza pensar en la familia de nadie hasta que yo lo mencioné. Todo lo que pensabas era en nombres famosos y películas que has visto.

Pero está bien. Que sean famosos tampoco los hace ser menos personas.

Está bien si te sientes mal por la persona que dirigió tal o cual película. Mi problema es que la gente se sienta mal por esos, pero ignoren a todos los demás.

¿Es moralmente correcto hacer eso?

Sentirse mal por unos, pero ignorar completamente a otros.

Preocuparse por unos, pero no importarles en absoluto otros.

Yo diría que sí, de hecho.

Si fuera alguien cercano a mí quien muriera, digamos, mi propia madre, seguramente me sentiría muy mal. Estaría muy triste.

¿Pero por qué tendría que sentirme mal por alguien que no conozco?

E incluso si conozco a alguien, ¿significa que debo sentirme mal por la muerte de esa persona solo por el hecho de que la conozco? No lo creo.

El hecho de preocuparse por alguien probablemente es algo que solo se da como consecuencia del tipo de relación que tengas con esa persona.

Por ejemplo, yo he vivido gran parte de mi vida con mi madre. Ella me ha dado muchas cosas, ha estado conmigo cuando he tenido problemas, así que es natural que me preocupe por ella si le pasa algo, ¿no?

Aun así, si te fijas bien, sigue siendo algo muy egoísta.

Me preocupo por ella solo porque ella ha sido buena conmigo en la vida. Si hubiera tenido una madre diferente, o una relación diferente con ella, una en la que, a su vez, se hubiera preocupado menos por mí, seguramente yo también me preocuparía menos por ella.

Es la respuesta natural. Quieres ser bueno con quien ha sido bueno contigo.

¿Pero acaso deberías preocuparte por quien nunca ha hecho nada bueno por ti?

Si siguieras una filosofía cristiana, probablemente dirías que sí. Pero incluso los cristianos fallan a la hora de poner en práctica una premisa tan utópica.

Pero, otra vez, si lo miras desde una perspectiva utilitarista, entenderás que lo más correcto moralmente es la situación en la que menos personas posibles estén mal.

Y preocuparse por otros, sentirse mal por otros, ese tipo de empatía, por definición, es estar mal.

Por lo tanto, lo más correcto moralmente sería tratar de evitarla.

De todos modos, como dije, la respuesta natural es que trates de ser bueno con quien ha sido contigo. Que la empatía se da dependiendo de la relación que tengas con esa persona.

¿Entonces cuál es la relación que tienen las personas con la gente famosa?

¿Por qué en una tragedia como esta la gente se preocupa más por los nombres famosos que por el hombre que limpiaba las oficinas?

Dime.

¿Cuál es tu relación con esos directores para que te preocupes por ellos sin pensar que había otras personas ahí mismo que sufrieron exactamente lo mismo?

Es porque ellos fueron los responsables directos de proveerte cierto entretenimiento que disfrutaste, ¿no?

Y si es eso, está bien. No es más egoísta que preocuparte por tu madre que te ha dado todo en la vida.

Tal vez si hay una diferencia, sería cuantitativa… Y supongo que al final de cuentas, eso es lo que me molesta. Esa desigualdad.

Y no lo digo tanto comparando a tu madre con el famoso… Sino al famoso con el anónimo.

Obviamente estarías llorando mucho más por tu madre y no solo poniendo caritas tristes en internet.

Pero entre el famoso y el anónimo…

¿Realmente la diferencia de lo que han hecho por ti es tan grande para que la vida de uno prácticamente pierda todo valor en comparación con la vida del otro?

Sí, creo que ese es mi problema con la empatía. Es demasiado desigual sin ninguna buena justificación. Al menos en casos como este.

En general, la gente famosa no ha hecho nada más importante que la gente que nadie conoce. Solo han tenido más suerte y más éxito.

Sí, el famoso te trajo películas, pero el que trabaja lavando los baños probablemente les pagó la universidad a sus hijos con mucho mayor esfuerzo.

¿Realmente debe importarme más la vida del famoso que no ha hecho nada directamente por mí?

Entiendo la empatía por familiares y amigos cercanos. Por la relación que has tenido con ellos, tal vez la empatía sea la respuesta natural.

Pero me parece que es muy desigual la empatía hacia alguien famoso, con quien realmente nunca has tenido una relación directa, en comparación con la nula empatía que sientes por una persona que sufre exactamente lo mismo, pero resulta ser menos conocida a nivel mundial.

Bueno, esa es toda mi diatriba acerca de la empatía por ahora.

¿Tienes algo que decir? Digo, aparte de: “tremenda tragedia. Justo las cabezas creativas del estudio andaban en ese momento”. ¡Justo ellas! Y justo en ese momento.

Pero vaya coincidencia. Justo las cabezas creativas se encontraban en su lugar de trabajo en un día de trabajo. ¡Y justo ellas y no las cabezas menos creativas!

¿Por qué no podía ser un día en el que no estuvieran justo los más importantes? Y que solo se murieran las personas sin nombre y sin valor…

Madeleine:

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Una pequeña nota del autor: Pensándolo bien, durante esta discusión me faltó tener en cuenta una cierta consideración. La no muy pequeña posibilidad de que el caso de empatía analizado aquí no fuese en realidad otra cosa que una mórbida curiosidad macabra por la muerte de los vivos. En ese caso, tiene sentido que se ignore a los anónimos, considerando que en realidad es posible que no existan, y por lo tanto carecen de la capacidad de ofrecer una satisfacción real a esa enfermiza curiosidad en la que hablar de la muerte de figuras «importantes» genera una interacción placentera entre las personas.

Que quede claro que no digo que sientan placer directamente por la muerte de otras personas, sino que el hablar de esas cosas con otros, al ser un tema de considerable impacto emocional (no necesariamente tristeza), se genera una conexión más profunda y placentera entre los interlocutores.

Pero bueno, eso será tema para otra discusión…