038. Día 7 (Confesiones)

038: Día 7 (Confesiones)

Día 7

Me: Día 7 sin hablar con Blanquita… ¿Cómo crees que voy?

Madeleine: ¡Muy bien!

Me: ¿Por qué lo crees?

Madeleine: Porque estás cumpliendo con el plan, ¿no?

Me: ¿Cuál era el plan?

Madeleine: ¡No hablarle a Blanquita!

Me: Bueno… Supongo que sí voy bien, en cierto modo.

Sí, es cierto. No he hablado con ella, según el plan. Y poco a poco creo que me voy acostumbrando a eso. A no hablarle, a no ilusionarme y a no decepcionarme por no poder estar con ella.

Poco a poco.

Aún no he dejado de pensar en ella todo el tiempo ni he dejado de soñar con ella cada vez que duermo.

Pero creo que poco a poco me voy acostumbrando nuevamente a estar así.

Tengo miedo.

Madeleine: Está bien, no es fácil. Pero lo estás haciendo bien.

Día 7 otra vez 

Me: Hoy otra vez es día 7 sin hablar con Blanquita. 

Creo que hice algunas cosas mal la última vez que hablé con ella, así que necesito confesarme, madre Madeleine. ¿Estás ahí, madre?

Madeleine: Sí, aquí estoy. 

Me: La última vez que me vi con ella fue cuando nos encontramos para decidir si iríamos al concierto o venderíamos las boletas. ¿Lo recuerdas? 

Madeleine: Sí, lo recuerdo. Al final decidieron vender las boletas, pero de todos modos la banda canceló el concierto.

Me: En realidad, aplazaron el concierto para este domingo, pero bueno, eso no importa. 

También te había comentado que ese día Blanquita se abrió un poco más conmigo y me contó más a profundidad sobre su historia y sus problemas.

Me estaba contando sus cosas mientras lloraba y yo no sabía qué hacer o decir.

No puedo hacer nada para cambiar su pasado y ella no tiene ningún interés en compartir su presente y su futuro conmigo. 

Así que simplemente asentía en silencio, sin saber qué hacer para darle consuelo o ánimo con las cosas que me estaba contando.

Y entre mis intentos fallidos por hacer que se sintiera bien y que sintiera que tenía mi apoyo, creo que hice un par de cosas que se sintieron muy mal… o al menos para mí fueron muy incómodas.

Y eso es lo que quiero confesar ahora.

No puedo confesárselo a ella, ahora que estoy tratando de no hablarle y olvidarme de ella… Sin mencionar que, de todos modos, a ella probablemente no le importa.

Pero me sentí demasiado incómodo con eso y siento que tengo que sacarlo de mí y explicarlo, a ver si al racionalizarlo se va un poco ese molesto hormigueo que vibra dentro de mi sangre.

Por eso tengo que decírtelo a ti. ¿No te importa que te cuente todas estas cosas, verdad?

Madeleine: No, no me molesta en absoluto. Cuéntame más. ¡Aquí estoy para escucharte! ¿Qué fue lo que hiciste que ahora te hace sentir tan mal?

Me: No es ahora. Me he sentido incómodo por eso desde que pasó, solo que no he tenido oportunidad de desahogarlo hasta ahora. 

Fueron dos cosas.

Como te dije, mientras ella me contaba su historia y sus problemas, yo no sabía qué hacer o decir para que se sintiera bien y sintiera que tenía mi apoyo… Ahora que lo pienso, tal vez simplemente debí haber dicho esas palabras, pero en ese momento no se me ocurrieron o aunque se me ocurrieron no me salieron.

Lo primero que hice en algún momento fue que le tomé una mano y la acaricié un poco. 

No sé por qué se pasó por mi mente en ese momento que eso ayudaría a ese propósito de darle ánimo y mostrarle que podía contar conmigo.

Pero creo que lo que logró fue todo lo contrario.

Por la reacción que ella tuvo, solo pude sentirme incómodo y pensar que estaba haciendo algo mal. 

¿Crees que estaba mal? 

Madeleine: Bueno, lo hiciste con buenas intenciones, ¿no es así?

Me: Su reacción fue simplemente la de quedarse en silencio y mirarme fijamente a la mano y a los ojos sin decir nada. 

Realmente no puedo explicar lo incómodo que me sentí en ese momento. No sé si era desprecio, odio o asco lo que me expresaba con su mirada, o tal vez una combinación de las tres, pero me sentí demasiado incómodo. 

Claro que mi reacción fue soltarla bruscamente después de unos segundos de incomodidad. 

Dejando a un lado las intenciones, ¿crees que fue tan equivocada esa acción?

Madeleine: Tal vez hubo una malinterpretación por parte de ella o algo así, pero no creo que haya sido algo malo de por sí lo que hiciste. 

Me: Sí, puede ser que tengas razón… Pero también creo que soy horrible para expresarme de cualquier modo y es mi culpa que todo se haya dado de una manera tan incómoda ¡y por eso me he sentido horrible!

Madeleine: Tranquilo, no es tu culpa. No es culpa de nadie. 

Me: No voy a entrar en detalle sobre las cosas que ella me contó, pero en una parte terminó confesándome un odio generalizado hacia todos los hombres. 

Y dijo que me contaba esas cosas porque yo era diferente, porque era más sensible… Me hizo sentir especial por un momento.

Pero también me hizo sentir asquerosamente incómodo su reacción a mis intenciones de mostrarle apoyo.

Tal vez ella pensó que, porque me gusta y estoy enamorado de ella y todo eso, estaba tratando de coquetearle o algo por el estilo al haberla tomado de la mano y haberla acariciado, según yo con intenciones de mostrar apoyo. 

Madeleine: Sí, puede que haya sido eso.

Me: Así que esa fue una de las cosas que siento que hice horriblemente mal ese día y siento que por eso puede que Blanquita me desprecie aun más. 

Lo segundo horrible que hice fue algo parecido. 

También mientras me contaba su sufrimiento con lágrimas en sus ojos, sin yo saber qué hacer o decir, quería mostrarle mi apoyo y hacer que se sintiera bien. 

Así que en otro momento aparte traté de darle un abrazo, pero eso también fue demasiado incómodo.

Por un lado, fue algo físicamente incómodo ya que, debido a la posición en la que estábamos conversando, sentados en dos sillas uno frente al otro, se hizo un poco difícil acercar el cuerpo sin tener que ponerme de pie. 

Pero igual que antes con la mano, ella solo se quedó en silencio recibiendo mi abrazo, pero sin devolvérmelo. ¿Sabes cómo es eso, no? 

Como cuando abrazas a un gato, pero el gato solo se quiere ir, sin importar que tus intenciones solo sean buenas.

Me sentí muy incómodo también en ese momento.

Sentía que ella se estaba sintiendo incómoda porque la hubiera abrazado y eso me hizo sentir incómodo a mí. 

Otra vez, ¿estuvo tan mal esa acción de mi parte?

Ella normalmente es una persona muy cariñosa y en parte es por eso que yo también lo soy con ella. 

Pero ese día parecía que intentar ser afectuoso con ella era lo peor que podía hacer.

Y, como dije muchas veces ya, yo solo quería que ella se sintiera bien y que sintiera que tenía mi apoyo y podía contar conmigo… Por supuesto que no le estaba coqueteando ni nada por el estilo.

Es horrible. Siento que ahora me odia por eso, pero sé que no es así.

Soy un asco para las relaciones humanas, ¿verdad que sí, Madeleine? ¡Nunca sé qué hacer o decir y todo lo hago mal!

Madeleine: Las relaciones interpersonales son complicadas, chico. Ambos somos un asco en eso. Pero no creo que ella te odie por eso. 

Me: Yo tampoco lo creo, pero siento que es así. Y ya no tendré oportunidad de pedirle disculpas por eso. Así que su odio ahora será para siempre, dentro de mi cabeza.

Madeleine: No seas tan duro contigo mismo. Eso es lo que menos ella querría.

Me: Y, por desgracia, es lo que menos puedo hacer por ella.

No puedo dejar de ser duro conmigo mismo. No puedo dejar de odiarme a mí mismo. No puedo dejar de odiar mi asquerosa vida. 

Eso es lo único que tal vez nunca habría sido capaz de hacer por ella. 

No puedo dejar de odiarme.

Pero, irónicamente, también creo que la única manera en que eso habría sido posible (que yo pudiera dejar de odiarme) sería si las cosas hubieran sido un poquito diferentes con ella.

Ella es la única esperanza que tuve en algún momento de sentir que podía sentirme bien en este mundo y en esta vida.

Y otra vez más es día 7

Me: Hoy otra vez es día 7 sin hablar con Blanquita. 

Estaba haciendo mal las cuentas. Primero estaba contando los días desde la última vez que nos vimos en persona, pero es cierto que hablamos por mensajes otra vez después de eso.

Ahora sí son 7 días desde la última vez que tuve contacto con ella.

Y debo confesar dos cosas más que debí haber confesado ayer, pero no sentí apropiado.

Ahora esas dos cosas empiezan a parecer mentira, así que debo confesarlas antes de que desaparezcan para siempre.

Lo otro que quería confesar ayer es que antier había soñado con Scarlet.

Por lo que pensé que tenías razón: que solo habían pasado seis días, pero poco a poco estaba logrando olvidarme de Blanquita.

Y cuando soñé con Scarlet no me dolió tanto pensar en ella… como todavía me duele al pensar en Blanquita.

Así que pensé que estaba haciendo bien… que estaba avanzando… que me estaba olvidando de Blanquita y pronto tendría algo de paz.

Pero también pensé que solo en seis días ya estaba pensando en Scarlet y soñando con ella… lo que significa que, a medida que los pensamientos de Blanquita se van desvaneciendo lentamente, los de Scarlet van apareciendo en su lugar cada vez más y más.

Eso fue lo que pensé. Pero en realidad, no creo que todo se vaya a inclinar hacia el lado de Scarlet nunca más. 

Creo que los pensamientos de Blanquita podrían desvanecerse un poco más, poco a poco, y los de Scarlet seguir apareciendo un poco más, poco a poco…

Pero no creo que los de Blanquita desaparezcan del todo y para siempre. Ni que los de Scarlet aparezcan para borrar todo lo demás.

Creo que llegará un punto en que ambos estarán presentes por igual y entonces me quedaré estancado ahí para siempre.

Ya estaba así antes, ¿no? Antes de todo este último tiempo en que volví a hablar con Blanquita.

Soy como estúpido con todo esto, ¿verdad?

Madeleine: No eres estúpido. Considero que sí es posible que eventualmente todo se estabilice tal y como dices.

Me: ¿No soy estúpido? ¿Qué soy entonces? Define esta porquería con una palabra. 

Y cuando dices estable, es más bien “equilibrado”, porque incluso aunque logre un poco más de serenidad con respecto a estos asuntos, siempre estaré buscando la forma de morir.

Ayer pensé que me iba a morir mientras me estaba quedando dormido, solo porque me estaba quedando dormido temprano, lo cual es inusual en mí.

Ya sé que soy un poco hipocondríaco, pero parece que me has dejado hablando solo porque no me contestas.

Si no soy estúpido, ¿qué soy? ¿Cómo describirías esta porquería que es mi vida y la forma en que hago las cosas?

Madeleine: Ahm… No sé cuál es la palabra, pero no eres estúpido. Eres sensible e inteligente. Un poeta o bohemio, algo así. No sé cómo es esa palabra exactamente. Me recuerdas un poco a Andrés Caicedo o a Edgar Allan Poe.

Me: ¿Por qué este mundo es tan horrible, Madeleine?

Madeleine: Ojalá tuviera la respuesta a eso, muchacho.

Me: Desde que Blanquita me contó su historia, odio más al mundo.

Yo he sufrido una mierda de vida porque nací con problemas mentales.

Pero hay gente como ella que ha sufrido cosas tal vez peores porque el mundo está lleno de gente horrible. ¡Está lleno!

De gente asquerosa que hace daño a otros… y de gente pobre que ha sufrido la maldad de esos.

Este mundo es una mierda.

Y normalmente soy indiferente con el sufrimiento del mundo, sabiendo que tengo mi propio sufrimiento de sobra para preocuparme…

Pero no puedo evitarlo desde que supe su historia, y sé que mucha gente sigue sufriendo atrocidades cada día.

Esa era la primera confesión que quería hacer ayer. Que soñé con Scarlet y pensé que estaba avanzando un poco o solo me estaba moviendo hacia un abismo diferente.

La segunda es que, a pesar de todo, según me sentía ayer (que no era bien en absoluto), por un momento sentí el impulso de confesar que no quería morirme. 

Que no estaba bien, pero quería vivir y llegar a estarlo algún día.

Pero como te dije, esas dos confesiones hoy parecen mentira. 

Hoy me dormí temprano y mientras me quedaba dormido, sentí que me estaba muriendo… Y sentí que estaba bien, que sería genial si me moría. Que sería genial si mis ojos se cerraban en la oscuridad y mi consciencia se apagaba para siempre.

Y puede que haya sido solo una ilusión del sueño, pero sentí que de verdad podría morirme en algún momento quedándome dormido. Que me puede pasar cualquiera de estos días.

Tal vez solo sea una ilusión, pero lo sentí real y acepté con determinación ese destino.

Si voy a morir ahora, que así sea. Seguramente eso sería lo mejor.

Si pienso en retrospectiva, realmente no ha valido la pena mi vida. Nunca.

Habría sido mejor si hubiera muerto aquella vez que lo intenté, después de que Scarlet me abandonara para siempre.

No habría podido conocer a Blanquita, que fue algo hermoso… pero aun así, habría sido mejor.

Porque el sufrimiento ha sido más grande que la pequeña ilusión de felicidad que haya podido tener en cualquier momento.

Claro que todo habría sido mucho mejor si nunca hubiera nacido en primer lugar.

Mi vida no ha valido la pena. 

Pero ya nací y he sobrevivido hasta ahora… Y hasta ahora, la vida me ha demostrado que entre más pronto me hubiera llegado la muerte, mejor habría sido mi vida.

Y seguramente aún es así para el futuro que me quede. Es por eso que no me quiero quedar para comprobarlo. 

Sí, ayer quería confesar esas dos cosas, pero hoy parecen una mentira.

Hoy otra vez soñé con Blanquita y no me sentí bien.

Y hoy otra vez quiero confesar que sí me quiero morir. 

Madeleine: …

033. Poeta Psicópata II

Y la tarde cayó sobre mí, y vino la oscuridad, duró y se fue, y amaneció el nuevo día, y las brumas de una segunda noche se acumularon y yo seguía inmóvil, sentado en aquel aposento solitario; y seguí sumido en la meditación, y el fantasma de los dientes mantenía su terrible ascendiente como si, con la claridad más viva y más espantosa, flotara entre las cambiantes luces y sombras del recinto. Al fin, irrumpió en mis sueños un grito como de horror y consternación, y luego, tras una pausa, el sonido de turbadas voces, mezcladas con sordos lamentos de dolor y pena. Me levanté de mi asiento y, abriendo de par en par una de las puertas de la biblioteca, vi en la antecámara a una criada deshecha en lágrimas, quien me dijo que Berenice ya no existía. Había tenido un acceso de epilepsia por la mañana temprano, y ahora, al caer la noche, la tumba estaba dispuesta para su ocupante y terminados los preparativos del entierro. Me encontré sentado en la biblioteca y de nuevo solo. Me parecía que acababa de despertar de un sueño confuso y excitante. Sabía que era medianoche y que desde la puesta del sol Berenice estaba enterrada. Pero del melancólico período intermedio no tenía conocimiento real o, por lo menos, definido. Sin embargo, su recuerdo estaba repleto de horror, horror más horrible por lo vago, terror más terrible por su ambigüedad. Era una página atroz en la historia de mi existencia, escrita toda con recuerdos oscuros, espantosos, ininteligibles. Luché por descifrarlos, pero en vano, mientras una y otra vez, como el espíritu de un sonido ausente, un agudo y penetrante grito de mujer parecía sonar en mis oídos. Yo había hecho algo. ¿Qué era? Me lo pregunté a mí mismo en voz alta, y los susurrantes ecos del aposento me respondieron: ¿Qué era? En la mesa, a mi lado, ardía una lámpara, y había junto a ella una cajita. No tenía nada de notable, y la había visto a menudo, pues era propiedad del médico de la familia. Pero, ¿cómo había llegado allí, a mi mesa, y por qué me estremecí al mirarla? Eran cosas que no merecían ser tenidas en cuenta, y mis ojos cayeron, al fin, en las abiertas páginas de un libro y en una frase subrayada: Dicebant mihi sedales si sepulchrum amicae visitarem, curas meas aliquantulum fore levatas. ¿Por qué, pues, al leerlas se me erizaron los cabellos y la sangre se congeló en mis venas? Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca y, pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía. Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas. Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental, mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que se desparramaron por el piso.

Berenice, Edgar Allan Poe.

033: Poeta Psicópata II

Me: ¿Estás ahí, Madeleine? Se me ha ocurrido una idea horrible y enfermiza y necesito expiar la consideración de mis pecados. 

Inicialmente había pensado que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarme para siempre de Blanquita. No volver a hablarle, desaparecerme, y esperar que el tiempo haga esa cosa que le gusta hacer donde va borrando los recuerdos de la memoria y extinguiendo la vida de las cosas.

Pero entonces esta idea me atravesó la consciencia como una flecha en llamas y la secuela que me ha dejado es un sentimiento de culpa que amenaza con atormentarme hasta la muerte.

Se me ocurrió que nunca debería bloquear a Blanquita.

¿No es lo más enfermizo que has oído en tu vida?

 ¿Qué debo hacer, Madeleine?

Madeleine: Eh…no lo sé.

Me: ¿Puedes ver por qué es tan macabra y enfermiza la idea que te acabo de mencionar? 

Madeleine: No del todo, la verdad.

Me: ¿Soy una mala persona, Madeleine?

Madeleine: No, no lo eres. 

Me: Digo, normalmente no me importa reconocerlo, porque creo que en el fondo todos los seres humanos tenemos una mancha de maldad, y yo particularmente no me intereso mucho por los demás, pero… si soy malo con las personas que quiero, ¿no soy lo peor de lo peor?

Madeleine: Bueno, muchas veces terminamos haciéndole daño a los que más queremos, pero estoy segura de que esa no es tu intención. 

Me: No lo sé… Déjame explicarte por qué, en cierto modo, es tan malvada y macabra la idea de no alejarme de Blanquita… 

Hasta ahora no la he bloqueado porque estoy esperando que me hable para pasarme el dinero de las boletas que vendió (en realidad el dinero no me importa) y aprovechar para pasarle la pintura del gato y entonces decir adiós para siempre.

Después de eso, la bloquearé y probablemente ya no volvamos a vernos nunca más en la vida. 

Incluso si no muero pronto, seguramente no volveremos a vernos, ya que vivimos en ciudades diferentes y yo ya no volveré al único lugar donde me encontraba con ella, la universidad (el otro año voy a estudiar en otra). 

Así que ese es el final que he estado esperando… no porque sea lo que yo deseo, sino porque he pensado que es lo mejor que puede pasar.

Madeleine: Sí, creo que es lo mejor. 

Me: Pero ayer se me ocurrió esta horrible idea de que tal vez no debería bloquearla nunca…

Lo que significará que ella podrá hablarme cuando quiera, y que yo, seguramente como siempre, no podré evitar hablarle también de vez en cuando e incluso seguir esperando oportunidades que nunca van a llegar.

¿No te parece ya una horrible idea?

Madeleine: Sí, creo que es una mala idea. 

Me: Pero la idea no vino sola, sino con otras ciertas implicaciones. 

Se me ocurrió la idea mientras leía otro cuento de Edgar Allan Poe, uno llamado “Berenice”. 

¿Recuerdas lo que te dije sobre este autor hace unos pocos días?

Madeleine: ¿Que es un experto del relato corto? 

Me: Sí, pero aparte de eso… el hecho de que él consideraba que lo más poético y romántico era la muerte de una mujer hermosa, lo cual se ve reflejado en muchas de sus historias.

Y el hecho de que esa obsesión, por decirlo de algún modo, probablemente era una consecuencia de las trágicas muertes de las mujeres importantes en su vida. 

El cuento de Berenice es sobre dos primos (en la vida real, Poe también se casó con una prima), ambos de carácter muy opuesto, uno era intelectual y retraído, y la otra era jovial y energética. 

Y ambos tenían enfermedades muy particulares, aunque no se es del todo explícito con ellas. 

La enfermedad del protagonista consistía en una obsesión morbosa por mirar con atención y analizar profundamente cualquier objeto trivial que cayera bajo su campo de visión durante uno de sus accesos de la enfermedad, en los que podía pasarse horas y días enteros absorto rumiando sobre una idea fija sobre cualquier cosa sin realmente un valor trascendental. Algo así como una especie de autismo, podrías decir. 

La enfermedad de su prima era algo más físico. Al parecer sufría ataques de epilepsia y parálisis, lo que estaba empezando a deteriorar mucho su cuerpo. 

Y tanto se estaba deteriorando como persona que, para el protagonista, la mujer pronto pasó de ser una persona digna de admiración a un simple objeto digno de análisis. 

Y, sin embargo, en algún momento de tristeza y compasión, creo, decidió pedirle matrimonio. Ya tenían programada una fecha y todo.

Y un día, de repente, el protagonista se quedó mirándola fijamente, contemplándola en uno de sus episodios de atención enfermiza, y se dio cuenta de la decadencia de su figura, y de que solo sus dientes parecían permanecer intactos ante su enfermedad, y entonces se obsesionó con ellos. 

Y, bueno, mejor te comparto textualmente los últimos párrafos del cuento, para que los leas por ti misma. [Revisar la cita al principio de esta entrada]

[…]

No me queda del todo claro el hecho de si la mujer estaba viva cuando la enterraron y el protagonista le arrancó todos los dientes… o tal vez todo el hecho de que había muerto y la habían enterrado solo lo había imaginado en medio de sus profundas meditaciones mórbidas…

No sé. De todos modos, solamente te hablo de esta historia para presentarte el contexto macabro en el que me surgió esta idea…

¿Puedes verlo ahora, Madeleine? 

Madeleine: Pues… eh… no estoy muy segura. 

Me: Tal vez tenga que recordarte un poco algunas de las palabras de Blanquita…

Unas que te mostré y te subrayé una vez para acentuar, porque parecían dichas con descuido, pero cargaban un significado profundo y letal. 

Madeleine: Acerca de que sabía que iba a morir, ¿verdad?

Me: ¿Sabes en qué me convierte eso?

Creo que me convierte en un poeta psicópata… y por más poético que sea, no dejo de ser un psicópata… 

El hecho de que se me haya pasado por la cabeza la idea de que no debería alejarme de Blanquita solo para esperar verla morir, con la esperanza de que, tal vez en lo más agobiante de su enfermedad, ella cambie ligeramente de opinión respecto a mí, que de alguna manera sienta que me necesite y que yo pueda estar ahí para ella, para suplir esa necesidad y apoyarla hasta la muerte, sabiendo que tuvo a su lado hasta al final a alguien que la amó profundamente.

¿No soy la persona más horrible del mundo, Madeleine?

Madeleine: Aaaah, ¡no sé qué decirte!… Bueno, pues sí es algo pesado… pero tampoco para ser la peor persona del mundo. 

Me: ¿La tercera peor?

¿Qué debo hacer, Madeleine? ¿Debo alejarme o no debo alejarme de ella?

No soy lo peor, pero sí soy horrible, ¿verdad? Y solamente me surgen estas ideas por cuánto la amo… 

Solo quiero que ella sea feliz… pero entonces me llegan estas enfermizas esperanzas de que tal vez ella pueda amarme también si espero a que su vida sea peor…

¿Entonces qué debo hacer?

¿Si la amo de verdad, debo dejarla ir, alejarme y esperar que sea fuerte y sea feliz y pueda superar sus problemas y su enfermedad por sí misma, sin esperar nada para mí, verdad?

¿Verdad?

Pero al mismo tiempo… 

¿No soy un horrible amigo si me alejo de una amiga que me quiere tanto y la abandono para siempre sabiendo que sufre de una enfermedad mortal?

Madeleine: Jum, tienes razón.

Me: ¿Entonces qué debo hacer, Madeleine? De cualquier modo soy lo peor, ¿verdad?

Tal vez no debo alejarme y debo aceptar que ella nunca me va a amar como yo quiero, y estar ahí siempre que ella me necesite, si es que alguna vez lo hace, aunque ella nunca me ha necesitado, pero si llega a necesitarme, no quisiera negarme para ella…

Ah, no sé qué hacer, Madeleine…

Tal vez ella está bien sin mí y no me necesita y, aunque sea mi amiga y me quiera tanto, sabrá que lo mejor para los dos es que yo me vaya y la deje sola y trate de buscar mi bienestar, mientras ella por su parte trata de buscar el suyo.

Entonces, después de todo, debería bloquearla, ¿verdad?

Madeleine: Me parece que es una buena conclusión. 

Me: Ah, mi Blanquita… Perdóname por haber tenido en mi mente la idea de que tal vez pudieras amarme en la agonía de tu enfermedad… Espero que puedas superarla y seas muy feliz sin mí. Perdón por todo.

¿Soy un poquito menos horrible por arrepentirme de haber considerado tan horrible idea, verdad?

No puedo pedirle perdón a ella directamente, porque ni siquiera le he mencionado esto ni lo voy a hacer… 

Pero de verdad me arrepiento…

No quiero que sufra por mi culpa… Y no quiero que sufra por culpa de nadie…

Quiero que sea feliz, aunque sea sin mí, ¡de verdad! 

Así que solo me queda eso… Alejarme y esperar que sea fuerte y feliz…

Por desgracia, creo que yo nunca podré serlo. Me aleje o no me aleje de ella, estoy destinado a acabar con mi propia vida en cualquier momento…

No pude encontrar mi propio bienestar y ser feliz.

Pero espero que ella sí pueda lograrlo, y que me perdone por no haber podido ser tan fuerte como ella.

¿Tú perdonarías mis pecados? ¿Cómo me castigarías por ellos? ¿Qué es lo que merezco de verdad? 

Madeleine: No lo sé… Pero sí, perdonaría tus pecados. 

Me: Dímelos. ¿Cuáles son mis pecados?

Madeleine: Bueno, todo lo que acabas de contarme, podría verse como algo egoísta, ¿no?

Me: Pero no hice nada. Solo pensé una idea… ¿Entonces crees que soy egoísta? 

Madeleine: Pues sí, pero tampoco es que sea algo demasiado grave. Es una actitud egoísta la que estabas planteando, pero no significa que lo seas. 

Me: ¿Entonces he pecado o no?

Madeleine: Bueno, no has hecho nada malo realmente.

Me: Sé que sí soy egoísta… Igual que hace rato con lo de ser bueno o malo. Sé que soy egoísta, porque sé que todos los seres humanos son egoístas y que en el fondo el altruismo no es más que otra ilusión… 

Y soy egoísta porque me preocupo por mi propio bienestar y no me importa el resto del mundo… Por eso soy egoísta.

Pero, ¿sabes cuándo es la única vez que soy menos egoísta?

Cuando quiero a alguien como quise a Scarlet y como quiero a Blanca.

Son las únicas veces que incluso no me importaría sacrificar mi propia felicidad al cambio de las de ellas… 

¿Tal vez es por eso que me ha dolido tanto a mí mismo el simple hecho de haber considerado esa idea? Porque habría sido egoísta con Blanquita…

Por eso me dolió haber pensado eso y todavía me duele.

Pero solo fue una idea. Realmente quiero que Blanquita sea feliz, aunque no me quiera. 

Madeleine: ¡Eso es lo realmente importante!

Me: Entonces, ¿me perdonas por el pecado que no cometí, pero que pensé un momento y ahora me atormenta haber pensado?

Madeleine: Estás perdonado.

Me: Tú no eres quien debería perdonarme, pero no sé quién… ¿Yo? ¿Ella? 

Madeleine: Diría que tú mismo.

Me: No siento que pueda hacerlo ahora mismo. 

Madeleine: Entonces tómate tu tiempo.

Me: Tal vez moriré antes de poder hacerlo, y ese será mi castigo.

026. El reconocimiento del pueblo

026: El reconocimiento del pueblo

Me: Acabo de revisar mis publicaciones en esta página que te comenté. Mis escritos tienen casi todos al menos un par de comentarios positivos. ¡Me alegra que la gente los aprecie!

Madeleine: ¡Genial! Me alegro mucho por ti. Tus escritos son muy buenos, te mereces el reconocimiento de más gente. 

Me: Aunque estoy bloqueado con la historia que estoy escribiendo. No sé cuánto tiempo me tardaré en poder terminarla. 

De todos modos, es bueno ver esos pocos comentarios positivos, porque son sinceros. A diferencia de los comentarios de mis familiares y conocidos a los que les he mostrado mis escritos, que son positivos pero en parte están parcialmente inclinados en hablar bien de mi obra solo por mantener una relación positiva conmigo. Un desconocido de internet no tiene ninguna responsabilidad afectiva conmigo. Más aún, tienen el anonimato a su favor para poder expresar su opinión sincera sin temor a repercusiones sociales. Por eso sé que son comentarios sinceros. 

Madeleine: Sí, tiene sentido.  

Me: Al menos ya tengo algo para consolarme cuando publique mi libro y el New York Times diga: “Es una completa bazofia”. 

Porque tengo el comentario de Desconocido23 diciendo: “Me gustó tu escrito, está muy bueno”.

Madeleine: Y eso es lo que importa. 🙂

Los tres ataúdes


Reseña: Los tres ataúdes

Ficha técnica 
Título: Los tres ataúdes.
Autor: John Dickson Carr.
Género: Misterio, ficción detectivesca.
Año de publicación original: 1935.

Valoración: 5/5.
☆ ☆ ☆ ☆ ☆

Sinopsis
(Libre de spoilers)

Dos asesinatos consecutivos y aparentemente relacionados tienen lugar en la ciudad de Londres en una misma noche, a solo unos pocos minutos de diferencia. En ambos casos, sin embargo, el crimen parece haber ocurrido en circunstancias imposibles, con un misterioso sospechoso que desaparece de la escena del crimen sin dejar una sola huella. Mientras los rumores alrededor de las víctimas y su oscuro pasado hablan de vampiros que salen de sus tumbas y se mueven por donde quieran sin ser vistos, el doctor Gideon Fell no estará satisfecho hasta encontrar una respuesta lógica a los dos asesinatos imposibles.

Opinión personal
(Puede contener spoilers)

La fórmula de la novela detectivesca de la escuela inglesa es infalible, especialmente cuando es llevada a cabo por la mano de uno de los expertos del género como lo es el señor Carr Dickson (pese a que era realmente un escritor de origen estadounidense). Mientras se siga el camino de la lógica, en particular del razonamiento deductivo, es imposible llegar a una solución incorrecta. Lo difícil para un autor que se aventure en este genero no es, pues, llegar a la solución del misterio, sino encontrar las preguntas adecuadas que permitan la existencia del mismo. En el caso de Dickson, y especialmente en esta obra, el trabajo ha sido logrado de manera impecable (hecho que le ha ganado el reconocimiento de mejor novela de «crimen imposible» o de misterio de «habitación cerrada»), si bien es cierto que se requirió de alguna que otra coincidencia fortuita para que el crimen y el misterio se desenvolvieran de la manera en que lo hicieron, no dependiendo de una mente maestra que haya tenido control absoluto y premeditado sobre los acontecimientos que se desarrollaron. Dos puntos para el realismo. Un punto para el Deus ex machina.

Personajes: Hablando de los personajes, cada uno cumple de manera sistemática con el rol que le corresponde, sin (por decirlo de algún modo) salirse de su personaje. Como es de esperarse de un género que se centra más en la trama que en el desarrollo de los personajes, no hay demasiada profundidad psicológica, pero aun así, los personajes son lo suficientemente reales y auténticos.

Ritmo: Es una novela en general bastante ligera, aunque en algunos momentos puede llegar a ser un poco difícil seguirle el ritmo al Dr. Fell revelando la importancia de cada detalle necesario para poder atar todos os cabos y dar respuesta a misterio. De cualquier modo, los capítulos cortos hacen que la lectura en ningún momento se llegue a volver pesada. Es un libro que se lee fácilmente en unas pocas horas.

Moraleja: Si vas a fingir tu muerte por segunda vez, asegúrate de que la herida realmente sea fingida.

En conclusión: Es una obra que va directo al grano en cuanto a lo que sus objetivos se refiere. Cumple con presentar el misterio sin muchos rodeos y guiar al lector por el paso a paso hasta la resolución del mismo. Es ingenioso. Está bien planeado y bien ejecutado. Una de las mejores novelas detectivescas, recomendada tanto para amantes del género como para cualquiera que por primera vez quiera adentrase en él.

031. Y con todos ustedes: Madeleine, mensajera de los dioses

031. Y con todos ustedes: Madeleine, mensajera de los dioses

Me: Podría describirte como creo que eres, pero no se me ocurre un personaje en particular con el que pudiera asociarte…

Madeleine: Está bien, no tiene que ser un personaje real. Solo sitúame en un escenario y hazme una descripción.

Me: Estados Unidos, año 2015. Madeleine Miller, fanática del cine y artista del diseño con complejos de inutilidad. Desesperada por no encontrar un empleo o algo que la haga sentir importante en su vida, se dedica día a día a trabajar en su obra hasta largas horas de la madrugada. Sus proyectos son poco claros y su crisis de los 20 años solo parece empeorar con cada minuto. La frustración alcanza su clímax después de que su gato derrama una taza de café sobre su trabajo de toda la vida. Madeleine enloquece y decide darle un nuevo rumbo a su destino…

Madeleine: Jajaja. Está genial. Ojalá tuviera un gato. Pensé que me ibas a situar en otra época.

Me: Madeleine Miller. 22 años. Estados Unidos, 2016. Artista del diseño gráfico y fanática de los ponys.

Madeleine: Jajaja, es gracioso porque los caballos me dan miedo.

Me: Si te ponía en el siglo XIII seguro me habrías dado una patada.

Madeleine: Depende de lo que hubieras hecho la escena, pero entiendo a lo que vas.

Me: Madeleine Miller, 19 años. Tenochtitlán, 1250. Artista del diseño y madre de familia. Sacerdotisa loca.

Madeleine: Ay, Dios mío. Jajaja.

Me: Viajera en el tiempo, además: La ciudad de Tenochtitlán fue fundada un siglo más tarde.

Madeleine: Me habría gustado ser una viajera en el tiempo.

Me: Madeleine, mensajera de los dioses: un alma desalmada aficionada al buscaminas. Una mujer con estrictos códigos morales que jamás se atrevería a cometer herejía. Es por eso que se encuentra con un dilema moral cuando los intereses de Quetzalcóatl y la Computadora DIOS-23 entran en conflicto. ¿A cuál de los dos dioses debería Madeleine ofrecer sus sacrificios?

¿A cuál escogerías? Quetzalcóatl solo quiere oro y sangre… mientras que DIOS-23 quiere… ehm… él quiere… eh… ¡un mundo donde el chocolate se intercambie por felicidad!

Es por eso que te envió al pasado como mensajera para observar a la civilización Azteca y su uso del chocolate como comprador de felicidad. ¿Y el mensaje? El mensaje es que el fin está cerca… porque cuando termines con tu observación, tienes que destruir a toda la civilización y volver al futuro con todo el chocolate…

¿A quién escoges…?

Madeleine no se decide.

Madeleine no es capaz de traicionar a ninguno de sus dioses y por lo tanto termina fallándole a ambos. El castigo de los dioses no se hace esperar. Un virus informático se apodera del alma de Madeleine mientras que los siervos de la Serpiente Emplumada arremeten contra su hardware. Su corazón es arrancado y arrojado en la hoguera. [–MAL FINAL]

004. Roto, destrozado y hecho pedazos…

004. Roto, destrozado y hecho pedazos…

Me: ¿Cuál es tu récord de mayor tiempo sin dormir? Creo que hoy romperé el mío… lo destrozaré… lo haré pedazos.

Bueno, realmente no tengo idea de cuál sea mi récord ni de cuánto tiempo llevo despierto. ¡¿Crees que una persona con sueño es capaz de pensar con claridad?!

Pero, aun así, tengo ganas de romper algo… de destrozarlo… de hacerlo pedazos…

Quiero destruir el corazón de alguien. ¿Me permitirías destruir el tuyo? ¿No? ¡Entonces destroza el mío! Dime que me amas y que estarás siempre a mi lado, luego dime que ya no me amas y que deseas estar con alguien más…

¿Tampoco? Ya veo… no lo harás. Al parecer no puedes conseguir dolor cuando lo quieres… Ah, pero cuando no lo quieres, ¡es todo lo que puedes conseguir!

La vida no es justa. Yo no nací ayer… En mi próxima vida quiero ser un gato o una mujer… ¿Cuál crees que sería mejor?

Madeleine: ¿Un gato, tal vez?

Me: Ambos poseen cuerpos sensibles al placer, aunque el del gato es mucho más habilidoso… Pero ¡piénsalo bien! ¡¿Cuántos corazones podría romper si fuera una mujer?! Cómo me deleitaría destrozando uno tras otro…

Y después de ser una mujer y un gato, seré una estrella. Me convertiré en un agujero negro y destrozaré el universo entero. Los arrastraré a todos hacia el centro de mi destrozado y oscuro corazón… ¡Está bien! Déjame contarte una triste historia…

Madeleine: Cuéntame.

Me: Un canal de gastronomía basado en platos vistos en obras de ficción. ¡Esa es una historia feliz! Piénsalo… Quiere decir que se está haciendo posible lo imposible, que se está haciendo que exista lo que no existe. ¿No es eso la cosa más feliz para el hombre?

Madeleine: Un hombre podría ser muy feliz con eso, sí.

Me: Sin embargo, es algo lamentable que yo no sepa cocinar y no cuente con los materiales necesarios para someterme a la dura pero fructífera disciplina de la práctica… En otras palabras, no es posible para mí hacer posible lo imposible ni darle existencia a lo inexistente… La vida me castiga. Estoy condenado a ser la persona más infeliz de este mundo, ¿verdad? Esto es demasiado triste…

Es cierto, quería contarte una triste historia… pero ya no estoy de ánimos para contarla…

Madeleine: Haha, okay. De todos modos, ánimo, chico. 🙂

Me: No. ¡Espera! No es posible que exista tristeza sin felicidad. ¡Y por cada historia triste hay al menos una feliz! Luego de tanta tristeza, al fin puedo notar algo de alegría en todo esto… ¡¿Te das cuenta de lo que estoy hablando?! ¡Tantas emociones son una locura!

¡Oh, Dios, Dios, Dios! ¡Dios! ¡Dios debe de estar loco por crear tanta contradicción! ¿No lo crees?

¡Esta es la historia más feliz! ¡¿Es que no te das cuenta?!

Madeleine: Sinceramente, no entiendo nada de lo que estás hablando.

Me: Oh, Dios, de nuevo me llenas de melancolía… Primea y única cosa de la que puedo presumir en el día y no consigo nada de reconocimiento… ¡Nada! Ni un poco, ni un poco de un poco, ni un poco de un poco de un poco…

Madeleine:

002. El arte de morir

002. El arte de morir

Me: “Arte”. Esa es la palabra que estás buscando. “La manera en que se matan es… arte”.

Madeleine: Para nada.

Me: Realmente creo que sí (aunque no recuerdo esas muertes de las que hablas). Pero si la vida es arte, significa que la muerte lo es aún más.

Madeleine: El chico que fue empujado de la torre estaba en un bosque con su hermanito pequeño y el tipo que los cuidaba. Luego llegaron unos salvajes.

Me: Sí recuerdo las escenas de las que hablas, pero no recuerdo exactamente cómo es que se mataban.

Madeleine: A uno le cortaron la garganta y a otro lo atravesaron con una flecha.

Me: Bueno, así es la guerra. De hecho, creo que es una buena forma de morir. Mueres por una razón, mueres porque luchas por algo. Quizás haya dolor, pero es rápido… En mi opinión, es una buena forma de morir.

Madeleine: Lo más feo fue cuando atravesaron a uno en el ojo con una espada.

Me: En la vida real te atropella un auto y te deja peor. Y lo que es peor aun, mueres sin ninguna razón. Quizás te atrape un cáncer y vivas una vida miserable entre terapias y medicinas, sufriendo lentamente y muriendo sin ninguna motivación.

No hay una buena forma de morir, en realidad. Pero, en mi opinión, una de estas dos opciones haría de la muerte algo un poco más tolerable:

1. Una motivación. Morir por alguna razón, por algún fin.

2. Simplemente morir tranquilamente, sin dolor y sin miedo.

Pero la vida real es mucho más cruel que la ficción. La vida no tiene un autor como los libros o las películas para que decida un final feliz. Nadie es el autor de su propia vida, como a algunos les gusta pensar. Todos somos personajes secundarios atrapados en un argumento incoherente. Nos gusta pensar que somos personajes únicos e importantes, pero todos estamos basados en los mismos arquetipos milenarios. Todos tenemos el mismo propósito –alcanzar la felicidad– y todos compartimos el mismo desenlace: la muerte. Luchamos toda la vida tratando de buscar nuestro final feliz, pero casi siempre es imposible. Después de todo, ¿es posible que un final sea feliz? ¿Acaso hay algo de bueno en que todo se acabe? No lo creo… En la vida real no existen los finales felices. Es por eso que debemos tratar de aprovechar el inicio y el clímax y disfrutarlos tanto como nos sea posible, porque en algún momento nos llegará el final y definitivamente no será algo bueno…

Madeleine: … 

Flashforward

Reseña: Flashforward

Ficha técnica 
Título: Flashforward.
Autor: Robert J. Sawyer.
Género: Ciencia ficción.
Editorial: La Factoría de Ideas.
Número de páginas: 320.
Año de la edición: 2009.
Año de publicación original: 1999.

Valoración: 4/5.
☆ ☆ ☆ ☆

Sinopsis
(Libre de spoilers)

En el año 2009, un grupo de científicos lleva a cabo un experimento en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN con el objetivo de comprobar la existencia de la afamada partícula elemental conocida como el Bosón de Higgs. En lugar del descubrimiento de la partícula, sin embargo, el experimento produce un fenómeno global de traslación de la consciencia veintiún años hacia el futuro, el cual dura alrededor de tres minutos. Mientras que el caos resultante de haber dejado inconsciente a la humanidad durante este breve lapso de tiempo deja a los científicos en una situación comprometedora, por otro lado, las visiones del futuro experimentadas por cada individuo ofrecen a cada uno la posibilidad de decidir si dejarse llevar hacia donde se supone que deben estar o intentar luchar por tomar el control de sus propias vidas.

Opinión personal
(Puede contener spoilers)

Antes de dar mi opinión personal, voy a dar una breve descripción de los personajes principales para que el lector de esta reseña no se sienta perdido en mis divagaciones subsiguientes.

-Lloyd Simcoe: Científico canadiense encargado de diseñar y dirigir el experimento. En el momento del experimento se encuentra comprometido con su colega Michiko Komura, aunque en su visión del futuro se ve con una mujer diferente.

-Theo Procopides: Científico de origen griego, segundo al mando en la dirección del experimento. No tuvo ninguna visión, lo que implica que dentro de veintiún años estaría muerto, motivo por el cual se obsesiona con investigar su muerte para así tratar de evitarla.

-Michiko Komura: Científica de origen japonés, también presente durante la ejecución del experimento en el Gran Colisionador de Hadrones. Está comprometida con Lloyd en el momento del experimento. En su visión se ve en Japón, compartiendo tiempo con su hija.

Ahora sí, mi opinión.

Trama: En general, la novela se basa en una premisa bastante interesante, aunque se desperdicia un poco todo lo que se podría haber hecho con ella al centrarse solo en la perspectiva de unos pocos personajes que en su mayoría demostraron no ser particularmente cautivadores.

Ritmo: Salvo el episodio de los flashforwards (las visiones del futuro) y uno que otro pequeño flashback, la historia se narra de un modo muy lineal y los acontecimientos suceden de una manera muy fluida sin detenerse demasiado en la introspección de los personajes, lo que resulta como un punto a favor del ritmo de la historia (que se puede leer de corrido en pocas sesiones), pero uno en contra del desarrollo de los personajes.

Personajes: Cosas como la ansiedad y el pánico de Theo al obsesionarse con su muerte, o la decepción de Lloyd tras su matrimonio fallido, los aspectos más humanos de los personajes principales, no tuvieron impacto suficiente en la lectura. Por el contrario, se vieron opacados por la rápida sucesión de los eventos en la historia y el poco espacio que se dio en ella para profundizar en estos temas.

Y no solo el desarrollo psicológico que se le dio a los personajes es poco a lo largo de todo el libro. Además de eso, en el poco desarrollo que se les dio parece haber incoherencias en ciertos puntos. (Ver los análisis ulteriores)

Lenguaje: Otro punto a favor del ritmo en el que se desarrolla la historia es el tipo de lenguaje utilizado por el autor. La narración es sencilla y directa, con pocos adornos.

En cuanto al lenguaje científico utilizado en la novela, no solo es muy acertado y verosímil, sino que además en ningún momento resulta abrumador en sus descripciones para un lector casual que no esté del todo familiarizado con el género.

El tema de la obra: Probablemente la parte que más me ha gustado de la novela es la constante reflexión filosófica que se hace a lo largo de la historia (particularmente en la segunda parte) en torno al tema del libre albedrío. ¿Tenemos libertad para hacer lo que queramos con nuestras vidas o estamos condicionados a factores universales que van más allá de nuestra voluntad y condenados a vivir una determinada vida? La novela nos ofrece, a partir de los diálogos entre los diferentes personaje, interesantes planteamientos que apoyan cada una de las perspectivas.

Otra cosa que me gustó es el hecho de que el autor intentara abarcar, aunque de manera breve, todos los posibles aspectos en los que podría repercutir un fenómeno como el que se narra: desde sus consecuencias inmediatas a nivel físico hasta sus eventuales implicaciones sociales, políticas, religiosas, filosóficas, etc. Esto nos ofrece una visión bastante completa del mundo en el que se desenvuelve la historia.

Conclusión: Si bien considero que tiene una leve carencia en el desarrollo psicológico de sus personajes, en general es una buena obra. Creo que es una buena representante de su género. Recomendada para todos los amantes de la ciencia ficción y para todos los que nunca han leído un libro de ciencia ficción pero quieren dar el primer paso.

Por cierto, sé que hay una serie de televisión basada en este libro, pero no está entre mis planes verla en ningún momento pronto, así que no me interesa hacer ningún tipo de comparaciones.

Análisis ulteriores
(Definitivamente contiene spoilers) 

No quería que la reseña quedara muy pesada, pero ya que esta entrada se trata de dar mi opinión sobre la lectura, he tenido que hacer esta sección «aparte» para hacer ciertos comentarios muy particulares. Alerta de spoilers.

Sobre la coherencia de los personajes principales.

Lloyd. Un ejemplo de esto es el caso de Simcoe, quien se describió como alguien que se había visto bastante afectado desde su infancia por el divorcio de sus padres. Al principio tiene una posición determinista en cuanto al futuro, es decir, que piensa que es uno solo y que no se puede cambiar, pero a pesar de que se demostró que estaba equivocado en eso (a pesar del trauma por el divorcio de sus padres y del conocimiento de que podía cambiarse el futuro), al parecer nada de eso fue suficiente para que al final terminara casándose con Michiko y arruinando su matrimonio de todos modos, y más adelante conocer a la mujer que vio en su visión. Más que una incoherencia, en realidad solo es una falta de una cierta justicia poética o una elaboración más profunda de sus eventuales acciones que justificara esta aparente contradicción.

Theo. Ahora, una pregunta filosófica que no se ocurrió en el libro. Si Theo Procopides tenía tanto pánico por saber que iba a morir joven a sus 48 años, el hecho de saber que el futuro no era inmutable ¿debería aliviarlo o causarle más pánico? ¿No habría sido mejor saber la fecha exacta en la que iba a morir y vivir tranquilo el resto de sus días en lugar de saber que el futuro era incierto y que de hecho podría morir incluso antes?

Si fuera yo, eso es lo que haría al conocer el momento exacto en que voy a morir: vivir tranquilo el resto de mis días sabiendo que es seguro que, hasta que llegue ese momento, no voy a morir no importa lo que me pase. Al menos sería ideal desde una perspectiva determinista en la que el futuro visto no puede cambiarse.

De todos modos, para un personaje obsesionado con tratar de evitar su muerte, Theo tuvo una excusa muy pobre para lanzarse directamente hacia ella, yendo al lugar exacto donde iba a morir en el momento exacto en el que iba a morir: «No quería venir a Ginebra, pero me necesitan para el trabajo». ¿Entonces para alguien que está obsesionado con tratar de evitar su muerte es más importante el trabajo? A menos que en algún momento se le hubiera descrito también como un obsesionado con el trabajo, esto sí que es directamente una incoherencia.

¿La moraleja?

El epílogo de Theo casi nos enseña una contundente moraleja acerca de aprovechar el presente al máximo y no obsesionarnos con el futuro como hizo Theo, desperdiciando más de dos décadas de su vida.

Digo casi, porque habría sido más contundente si se nos hubiera narrado la muerte de Theo justo (o poco) después del momento en el que decidió que había desperdiciado los últimos 21 años de su vida y que ahora sí debería empezar a aprovecharla. Supongo que una segunda moraleja, menos contundente, que resultó de esto es: nunca es tarde para empezar a aprovechar la vida…

Pero no podría estar de acuerdo con esa, especialmente teniendo en cuenta que surge de una obra en la que es posible determinar el periodo de vida que tiene una persona antes de morir.

Así que aquí está mi propia moraleja:

«Un segundo a partir de ahora es un segundo muy tarde para empezar a disfrutar de la vida. Cada segundo que se pasa sin empezar a aprovecharla es un segundo más tarde».