046. «Inteligencia Emocional»

046: «Inteligencia emocional»

Me: Fui a preguntar que qué mierda y tal. No dieron ninguna información.

Madeleine: ¿Qué dijeron?

Me: Las personas con las que se puede hablar dicen no saber esa información. Y cuando le pregunté a la psicóloga el mismo día de la entrevista, tampoco quiso decir nada.

Traté de ir a la otra universidad, pero no la encontré porque la movieron de lugar. De todos modos, llamé y me dijeron que aún están en inscripciones. Mañana pago la inscripción y llevo los documentos. 

De ahí también me programan una entrevista… a ver si esta vez sí me va mejor. 

Madeleine: Te hago una recomendación: No lleves pañoleta. Mejor haz que te cepillen bien el cabello y ve con un atuendo un poco más formal. Lleva el traje del matrimonio. ¿Te parece?

Me: Nop. 

Madeleine: ¿No qué? ¿No lo usarás o no me harás caso?

Me: No sé qué vaya a usar. No me voy a poner traje de matrimonio. 

Madeleine: Muy bien, como quieras. Se llama «Inteligencia Emocional», pero haz como prefieras.

Me: Se le llama Falsedad. 

Madeleine: Falsedad sería si dijeras que siempre vistes así. En cambio, lo que verán es que eres alguien que pone de su parte para ser adaptado socialmente, para cumplir con la deseabilidad social mínima. 

Pero está bien. Es tu decisión.

Me: Si fuera un requisito, lo haría. Nadie ha dicho que deba hacer eso. 

Madeleine: Por eso dije «cumplir con la deseabilidad», no con las exigencias, porque no es un requisito. 

Me: Pues la gente tan «inteligente emocionalmente» debería saber expresar esos supuestos deseos de manera más clara, porque así es muy difícil que logren conseguirlos. 

¿Cómo te fue a ti en tu entrevista? ¿Te pusiste ropa formal de matrimonio? 

Madeleine: Sí. Lo que hice fue evaluar a la empresa y a los candidatos, aunque no para ellos, sino para mí. 

Me: ¿Y cómo te fue? 

Madeleine: Fueron un montón de personas a las que no contrataría por nada del mundo. 

Algunos se veían desesperados. Algunos otros demostraban ser capaces de hacer lo que fuera necesario con tal de obtener el puesto. 

Otros muy pocos fueron lo suficientemente formales como se pedía explícitamente en la solicitud. Ni siquiera un 10% cumplimos con ello.

Otros se veían sudorosos y agotados. Muchos eran totalmente ignorantes sobre lo que se hace allí.

Es una empresa del rubro de la educación que ayuda con las dificultades de aprendizaje. Oferta tres vacantes en las modalidades laborales del campo administrativo, asesor educativo y tallerista.  

Hoy solamente decimos si será para aplicar en la capital y en qué modalidad y chaolín pingüín. 

Me: ¿Entonces no aceptaste a nadie mientras que a ti sí te aceptaron? 

Madeleine: Yo estaba muy tranquila, ya que no estoy desesperada por conseguir trabajo. Solo estoy viendo otras posibilidades para presionar a mi jefe por el trabajo que quiero. 

La próxima semana entregarán los resultados. Allí sabremos si les servimos a ellos y si ellos nos sirven a nosotros. 

Creo que fue una gran entrevista, porque no me sentí nerviosa o preocupada en lo absoluto. Así de segura me siento con mis conocimientos.  

Me: Bueno, me alegro de que te haya ido bien. Por mi parte, esperar a ver si me rechazan nuevamente por llevar una pañoleta. 

O tal vez me rechazaron fue por mi ansiedad social. Creerían que no sirvo para nada. Quién sabe. Si tan solo hubieran dicho el por qué no me aceptaron.

Madeleine: Creo que eres tú mismo quien debe darse una respuesta y aceptarla. Y si crees que es algo que puedes modificar, entonces hacerlo. Y crees que no, entonces prepárate para decir lo mismo y demostrar que eso es una buena motivación y no un problema. 

Me: Tal vez no debería mencionar mis dificultades psicosociales la próxima vez, ¿eh? A ver si el entrevistador es capaz de sacar ese diagnóstico a partir de mi actitud y el color de mi pañoleta. 

Madeleine: Jajaja. Si yo fuera la entrevistadora y viera que tú no estás adaptado a los estándares mínimos de deseabilidad social, pensaría que tú mismo estás saboteando tu oportunidad y no porque no quieras o no puedas, sino porque tienes miedo. 

Me: No entendí eso.

Madeleine: Estoy especulando. Digo que si yo fuera la entrevistadora y valorara como se hace con los pacientes, desde su puntualidad hasta su vestimenta, estado, aseo, actitud, etc., pensaría que no estás preparado. Porque cubrirse la cabeza, para los psicólogos aquí y al otro lado del mundo, es temor, es esconderse, protegerse. 

Me: No sería sabotear la oportunidad si ella decide aceptarme. Y ya te dije que yo sí me adapto a las normas, pero no a deseos caprichosos e inconstantes. 

Supongamos que cubrirse la cabeza sea sinónimo de sentir temor. ¿Es una buena razón para negarle a alguien la oportunidad de estudiar? Es absurdo, porque no creo que eso me incapacite para lo que debe hacer un psicólogo, que según ellos ni siquiera es ayudar, sino «facilitar». ¿No estoy preparado para ser un facilitador porque me pongo un gorro? Entonces probablemente nunca lo voy a estar.

Y no era una entrevista de trabajo, era para estudiar. Obviamente no estoy preparado. ¿Cómo voy a estar preparado si no puedo estudiar?

Madeleine: Tienes toda la razón. Pero eso es justo lo que digo. Que puedas argumentar como acabas de hacerlo. Esa es una muy buena razón. 

Me: Pero me pongo nervioso y no hablo bien. Entonces tienen razón y no sirvo para nada.

Madeleine: Ahí es cuando debe aparecer el sobreesfuerzo de tu parte, para tratar de demostrar que tu propia condición es una motivación válida y no un impedimento. 

Me: Como si no hubiera intentado eso la primera vez…

Madeleine: … 

010. El halcón rojo

010. El halcón rojo

Me: ¿Supiste de ese caso en el que se suicidaron una docena de hombres hace un tiempo siguiendo una especie de juego macabro?

Madeleine: Sí, se formó un gran revuelo con todo eso. Al final, el tipo que lo empezó todo también se suicidó.

Me: Sí, eso dicen. Qué noticia tan triste, ¿no?

Madeleine: Sí, es triste, pero al mismo tiempo me parece muy estúpido que esas personas decidieran matarse solo por un juego. No me cabe en la cabeza cómo puede ocurrir algo así.

Me: Es cierto, no lo entiendes. Déjame cortarlo en pedacitos pequeños para que te pueda caber en la cabeza.

A primera vista, puede percibirse como tú y la mayoría de las personas lo hacen: un grupo de hombres tontos matándose porque son tontos y siguen un jueguito tonto; que los adultos también pueden ser estúpidos y fácilmente manipulables. Y eso es cierto, definitivamente. Pero si analizas detenidamente la biografía de cada uno de estos hombres, encontrarás que todos ellos eran personas con un nivel de inteligencia bastante por encima del promedio.

Madeleine: Parece que estás muy involucrado con ese caso.

Me: En cierto sentido, sí… Así que al final no es tan simple como muchas personas están dispuestas a creer. Es algo mucho más complejo.

Una persona inteligente no se mata simplemente porque le digas que se mate.

Si le dices a una persona inteligente que se mate, tienes dos posibilidades: 1) que no quiera hacerlo y no lo haga, o 2) que quiera hacerlo y lo haga.

En otras palabras, el hecho de matarse no depende de que te lo diga alguien más o te lo proponga un juego. Es algo que decides por ti mismo.

Pero, entonces, ¿cómo es que doce hombres inteligentes terminaron accediendo a un juego que todo el mundo considera tan estúpido?  

Esto puede que te sea un poco difícil de creer, pero la verdad es que fue justamente porque eran personas más inteligentes que el resto.

Es triste, pero se ha demostrado estadísticamente una correlación subyacente entre la inteligencia y la depresión. Y digo que es triste, más que todo por el mundo que se pierde de la brillantez de estas personas y se ahoga en la alegre abundancia de la estupidez de otras.

El hombre que lo empezó todo dejó constancia en su carta de suicidio de que había hecho todo esto como un “regalo” para estas personas y al parecer fue bien recibido. Los familiares y personas cercanas a los hombres que cometieron suicidio con este juego de hecho reportaron haber notado una actitud más alegre y positiva en ellos durante las últimas dos semanas antes de sus muertes.

Madeleine: Espera… Según los informes de la policía, el tipo que lo empezó todo no dejó una carta suicida antes de acabar con su vida.

Me: Oh, pero sí la dejó. Solo que la policía no fue lo suficientemente competente para descifrarla. Su carta suicida está oculta en los mensajes que dejaron los otros doce antes de matarse.   

Cada uno odiaba su vida por razones particulares, pero hay dos cosas en común en todos ellos que son evidentes. Primero, un claro desprecio por la vida que es previo a cualquier juego macabro y al hecho definitivo. Segundo, si se puede decir así, sería la causa de lo anterior, que es personal y única en cada individuo, pero que se puede agrupar en una categoría más general: porque no podían disfrutar la vida como las demás personas.

Eran gente sin propósitos y sin esperanzas, y así lo expresa en su mensaje el hombre que lo empezó todo:

“Estas personas no se mataron porque yo se los pedí. No, al contrario. Estas personas me pidieron que las matara y yo se los concedí. Yo soy su salvador. Ellos no tenían nada antes de mí, no tenían esperanzas ni propósitos, solo su deseo de morir. Yo les di algo, les di todo. Les di un propósito a su vida y un significado a su muerte”.   

Madeleine: ¿Cómo sabes todas estas cosas? ¿Y por qué tan interesado en el caso de repente?

Me: Eh… No es nada…